Cacareo en sede vacante

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Surfeando la cresta de la ola del animalismo de los «seres sintientes», unos científicos del Ministerio de Agricultura de Francia han descubierto que las gallinas se ruborizan , así como lo oyen, presas de «sonrojos más o menos importantes de acuerdo con su estado emocional». Haciendo tirabuzones mentales tras semejante hallazgo, quizá las gallinas lleven toda la vida abochornadas porque sobrevuela sobre ellas el histórico baldón de la cobardía, lo que seguramente las mantiene ancestralmente avergonzadas desde antes de que los científicos franceses les atribuyan capacidades que creíamos propias de los humanos. El feminismo lingüístico, que siempre anda zascandileando alrededor de la tontuna, ya está tardando en señalar el ‘heteropatriarcalismo avícola’ que supone que las gallinas sean tenidas por miedicas y que los gallos, en cambio, sean la personificación misma del arrojo y la valentía. Cabe recordar en este punto de idiocia a aquellas «muchaches» de Almas Veganas (hablaban todo el rato con la e) que se hicieron famosas al denunciar planetariamente que las gallinas son «sistemáticamente violadas por los gallos» , de una «manera fascista» y «heteropatriarcal». Luego, Fany, una de ‘aquelles cabecilles’ de Almas Veganas, reconoció que ejercía de colipoterra a 3.000 euros el servicio, «disponible en la zona Gerona-Costa Brava», lo que enlaza a la tal Fany con ese otro sambenito de las gallinas que señala su condición general de hurgamanderas de corral. Ya saben, aquello de «más puta que las gallinas».Desde la óptica animalista y de lucha contra la dictadura heteronormativa de la androsfera (primer anillo de la fachosfera) y otras milongas sentimentales que nutren la neocorrección política y el mundo ‘woke’, las gallinas tienen sobrados motivos para estar ruborizadas. Tirando del hilo de la imaginación, a lo mejor la ‘eusko oiloa’, la gallina autóctona vasca-vasca que encontró en Arzalluz su máximo defensor, además de arrebolarse por su mala fama entre los humanos, quizás ande cloqueando para sus adentros la vergüenza ajena de que allí, en su tierra, gentes que aplaudieron el tiro en la nuca como estrategia sean la fuerza mayoritaria en el 60 por ciento de los municipios por donde cacarea la ‘eusko oiloa’ y que hayan apoyado tan masivamente a un tipo, el tal Otxandiano , que es incapaz de decir que ETA fue una banda terrorista. Desde ayer, avergonzaditas del todo deben de andar también la mayoría de las gallinas de la raza castellana-negra, autóctona del centro de la Península, que se caracterizan por su cara blanca, lo que en principio y según la teoría de los científicos franceses debería hacer más visible su sonrojo, sobre todo después de observar el lamentable espectáculo ‘amagadimisionario’ de Sánchez, a medio camino entre la grave irresponsabilidad (Moncloa, sede vacante) y ese victimismo mesiánico que trata de presentarle como una especie de ‘mártir de la democracia’. Después de las mil mentiras, ahora esa llantina estremecedoramente patética y pueril, como cuando de niños cantábamos aquello de «cobarde gallina, capitán de las sardinas»… con sus socios en el espeto.

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