Retomar la institucionalidad

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El presidente del Gobierno debe retomar la normalidad institucional de forma inmediata. La irresponsabilidad en la que incurrió el miércoles al dirigirse a la ciudadanía para trasladar sus dudas personales sobre su continuidad al frente del Ejecutivo es incompatible con la dignidad y la importancia del cargo que ostenta. Que Sánchez escogiera una red social para comunicarse es ya un signo indiciario del componente populista de su estrategia. Que intentara deslegitimar a medios de comunicación sin desmentir, por cierto, ninguna información constituye un nuevo ataque a los contrapoderes que son imprescindibles en democracia. Sin embargo, lo más grave es la inestabilidad que proyecta tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Una inestabilidad que legítimamente inquieta a la ciudadanía y que incluso en el seno de su partido genera una evidente sensación de desequilibrio. Amagar con dimitir estableciendo una cuenta atrás para generar expectación provoca un clima de incertidumbre que colisiona de manera evidente con los intereses y el buen gobierno de la nación.Las anomalías del proceder de Sánchez se hacen evidentes cuando se proyectan sobre el contexto internacional. Basta echar un vistazo al modo en que las grandes cabeceras extranjeras han acogido el extravagante mensaje de Pedro Sánchez para comprobar que esta nueva pirueta no sólo entraña un riesgo para su liderazgo, sino para el país en su conjunto. Este tipo de comunicación efectista y emocional, propia de otras culturas políticas que le son caras a una parte de la izquierda, tienen un encaje imposible en Europa y en los países de nuestro entorno. Que un país miembro de la Unión Europea tenga detenida la agenda del presidente del Gobierno por el hecho de que se esté investigando un posible delito de tráfico de influencias de su mujer resulta imposible de explicar desde las categorías propias de una democracia liberal. La ausencia de transparencia y la nula rendición de cuentas ante una conducta que, sea o no ilícita, no parece ejemplar no hacen sino agravar la situación de descontrol que parece exhibir el presidente.Ante esta circunstancia excepcional, la irresponsabilidad del secretario general del PSOE se ha visto agravada por el auxilio igualmente temerario que le ha procurado José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente, que en las últimas semanas se ha prestado a legitimar un proceso electoral tan poco ortodoxo como el venezolano, ha recurrido al manual populista para solicitar apoyos y afectos para el presidente Sánchez. La aclamación popular es, por definición, una fórmula esencialmente contraria a la democracia representativa que caracteriza a las grandes potencias europeas y occidentales. Recurrir a elementos informales o emotivos, como los que defiende Zapatero, constituye una imprudencia que insiste en uno de los males de la política contemporánea: el dominio de lo sentimental sobre lo racional. Sánchez debe revertir de forma inmediata esta insólita deriva y retomar las obligaciones propias de su cargo. Entre sus muchas encomiendas debe afrontar su fragilidad parlamentaria e intentar reparar la parálisis legislativa a la que ha condenado al país. España no puede estar sometida a la zozobra de una persona, menos aún en la circunstancia internacional tan delicada en la que nos encontramos. Los riesgos económicos, políticos e incluso relativos a la seguridad del Estado a los que el jefe del Ejecutivo ha expuesto a España por su propia voluntad son inasumibles. Por este motivo, Sánchez debe enmendar su propio anuncio y esclarecer su futuro, asumiendo las consecuencias de una u otra decisión de forma inmediata.

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