Son subversivos, inteligentes y currantes. Venden los libros que desean, no los que un distribuidor les impone. Alimentan sus redes sociales con contenido prescriptor, organizan clubes de lectura, presentaciones, eventos, conciertos y conferencias. Son los libreros cañeros , criaturas que se alejan de la beatería cultural, pagan la cuota de autónomos y entienden la librería como el epicentro de una comunidad intelectual. Madrid, Palma de Mallorca, Málaga , Granada , Barcelona, Zaragoza, Córdoba , Sevilla, Salamanca… Cada ciudad tiene su librero y librera antisistema. No se consideran a sí mismos animadores o gestores culturales, tampoco tenderos. Son lectores a tiempo completo. Gente que renuncia a lo previsible.En la actualidad, en España hay casi tres mil librerías, a razón de seis por cada cien mil habitantes. Son menos de las que existían hace una década, entre otras cosas por el cambio de criterio de Cegal al momento de contabilizarlas. Un estanco o una papelería con libros no es una librería. A diferencia de aquellos locales que abrieron sus puertas después de la crisis de 2008 o de los que sobrevivieron a las vacas flacas, los libreros cañeros son reacios a la agremiación, al corporativismo de catequesis y la homilía de la falta de lectores. Después de la pandemia, parece haber quedado muy claro que la experiencia física del libro va más allá de su venta.Lugares de encuentroMaría Fernández, alma y motor de la librería Crazy Mary ABCEn menos de una semana, en el número 32 de la calle Echegaray, la librería Crazy Mary ha ofrecido a los lectores un concierto con el músico Pablo Martos y un club de lectura con Héctor Abad Faciolince sobre Victoria Amelina , la escritora ucraniana asesinada por las tropas rusas en Kramatorsk. Ubicada en pleno barrio de las Letras, a pocas calles de La Mistral, Sin Tarima o La Buena Vida, funciona ésta: la librería más libérrima de todo Madrid. Más que fondo literario, que lo tiene, Crazy Mary aloja en su interior permutaciones de una misma idea: la literatura como el espacio del hallazgo y la curiosidad. Todo en un espacio acogedor e íntimo. «Algo cambió después de la pandemia. Necesitábamos que las experiencias, sobre todo las vinculadas a la cultura, fuesen presenciales. Las librerías son lugares que están vivos y las personas lo sienten y lo disfrutan: la selección del librero, encontrarse con otras personas. Las librerías se han convertido en lugares de encuentro», dice esta mujer de pelazo ensortijado y energía apabullante.También en Madrid, en el número 60 de la calle Pelayo, entre Chueca y Salesas, Laura Riñón lleva Amapolas en octubre , una librería con espacios acogedores, flores junto a máquina de escribir, mullidos sillones y una intensa actividad literaria. Laura, que tiene de lectora lo que de aventurera, ha sido azafata de vuelo durante 22 años, también escritora y ahora librera. Describió este local en su tercera novela y la convirtió en una realidad en 2019. «La pensé como un hogar. Quería crear una casa en la que cual recibir a personas que tuvieran mis afinidades literarias. Yo nunca hablo vender libros, sino de recomendarlos. Tampoco hablo de clientes sino de lectores y lectoras».Un detalle de la librería Amapolas en octubre, dirigida por Laura Riñón ABC«Atender a un cliente es sólo una parte del asunto»¿Puede existir un Proust andalusí? ¡Absolutamente! Una librería que acoge una Orden Corazón tan blanco y organiza concursos de Magdalenas proustsianas no es cualquier cosa. En el año 2012, Daniel Aguilar soñó que abría una librería llamada ‘El tiempo perdido’. No hay duda: el sueño de la razon, produce libreros cañeros. «No estoy en contra de la modernidad, pero sí en contra del adanismo. Quiero recordarle a la gente, por el tipo de libro que vendo, que el ‘Tristam Shandy’ también ha existido. Lo del bestseller a nosotros no nos funciona. Coloco uno en el escaparate y nadie lo compra. Lo que más se vende en Séneca y Cicerón. Hay un sello y un criterio muy personal». Sin duda, un ecosistema de objetos literarios a punto de estallar.«Atender a un cliente es sólo una parte del asunto», explica Daniel Aguilar en un tono tan lúcido y enfático como napoleónico. «Tenemos un canal de Youtube, clubes de lectura de literatura rusa, húngara, un club kafkiano, un club de lectura en modo clase magistral. Para el día del libro hubo una subasta de libros descatalogados. Somos una logia a la manera decimonónica, sólo que nosotros sí admitimos mujeres, pero es casi masónica. Esta es mi librería. Percibimos e intentamos organizar el mundo desde nuestro humilde púlpito».Daniel Aguilar, fundador y dueño de la librería ‘El tiempo perdido’, en Granada ABCFrente al Templo Romano de Córdoba, en el número 7 de la calle de la calle Claudio Marcelo, se abre una puerta al inframundo. Está en El reino de Agatha, una librería especializada en historia, mapas, literatura gótica y sagas de fantasía, y que desde 2023 funciona como cartoteca y gabinete de curiosidades. Así la define María Isabel Molina Rey , quien después de treinta años de ejercicio como historiadora y arqueóloga, decidió emprender su propio viaje al centro de la tierra. Nada más atravesar la puerta, al visitante lo recibe Lucifer, un gato negro de ojazos verdes, que se trepa luego con desdén al sofá amarillo. «Jugué con la historia y la cartografía, porque yo me he dedicado a esos temas durante años. Por eso es Librería-Cartoteca. Procuro crear una especie de Gabinete de curiosidades, de ahí el tema de los libros curiosos, la papelería. Preparo entrevistas y presentaciones de libros. Todavía soy pequeña, por eso aquí no viene un Santiago Posteguillo, pero sí muchos escritores que me piden una conversación, aquí, en el sofá, para emitirla en el canal de Youtube, que se llama el Sofá de Agartha».Maribel Molina Rey, de la librería El Reino de Agartha ABC«Cuestiono el concepto tradicional de la librería de fondo» Ni uno solo de los consultados para este reportaje ha pasado por alto el concepto de la librería de fondo, entendiendo por tal cosa, aquellas que disponen de un estocaje editorial amplio y variado que ofrece tanto novedades como libros ubicables en la estela larga del mercado editorial. «Ha llegado un momento en mi vida profesional en el que me cuestiono el concepto tradicional de la librería de fondo. ¿Qué es ser una librería de fondo?», pregunta José Antonio Ruiz, fundador y librero de la librería Luces, que abrió en Málaga hace ya 21 años.Esta librería de 400 metros cuadrados, ubicada en el número 37 de la Alameda Principal trabajan 14 empleados. «Para nosotros no es tan importante el fondo como el libro y la selección que proponga el librero, independientemente del canon. Si alguien quiere un ejemplar, lo pide y veinticuatro o cuarenta y ocho horas está aquí. No quiero que mi personal se comporte como mozos de almacén».
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