Yo me lo imagino como Nerón tocando la lira mientras admira su gran obra, que no es otra que una España ingobernable y una Cataluña en situación caótica. Este es el legado de Sánchez y esta es la consecuencia de empeñarse en gobernar España como parte de una cruzada personal, sin los apoyos necesarios y con el único objetivo de satisfacer una ambición desmedida y delirante. Cabe recordar hoy que Puigdemont era solo un político amortizado que aparecía delante de la opinión como un perturbado en situación de marginalidad, como un huido de la justicia de formas atrabiliarias y sin un mínimo de credibilidad. Pero esto fue hasta que Sánchez se encargó personalmente de rehabilitarlo para la vida política y convertirlo no solo en su socio y en la llave de la gobernabilidad del estado al que pretende destruir sino, de paso, en el único líder de facto de la Cataluña independentista. Supongo que nunca se lo podremos agradecer lo bastante.Todo parece indicar que vamos a una repetición electoral. Aunque a simple vista podamos pensar en la posibilidad de que Illa sea investido con los votos a favor de ERC y de los Comunes, la lógica y las declaraciones de Aragonès nos hacen cerrar casi por completo esta vía. Esquerra pierde trece diputados, ocho puntos y se queda solo un 2,7% por delante del PP. La interpretación lógica de esos resultados los llevará a asumir que son la consecuencia de haberse echado en manos de Sánchez, de haber abandonado la vía unilateral y de haber contribuido a la gobernabilidad de España. El elector catalán independentista deja claro así que siempre prima a las fuerzas más radicales y menos dadas al apaciguamiento, que es lo que Sánchez ha intentado vender. Pero estos resultados no muestran el éxito de su estrategia sino exactamente lo contrario: son la prueba fehaciente de que la única manera de prosperar políticamente en la Cataluña independentista es apartarse del PSOE, echarse al monte y abrazar la radicalidad. Por si fuera poco, en este escenario, un voto de Esquerra al PSC implicaría una ruptura interna que los llevaría a la irrelevancia y que, sin duda, sacarían a la luz la a diputados díscolos que se negarían a llevar a Sant Jaume al partido del 155. Podemos, por lo tanto, dar por hecho que no sucederá. Y que iremos a elecciones. Pero tanto por coherencia como por búsqueda de esa radicalidad, eso implicaría romper con el PSOE en Madrid. No tiene ningún sentido bloquear un gobierno del PSOE en Cataluña pero defenderlos en Madrid. De este modo, irían a unas elecciones en las mismas condiciones de radicalidad que Junts.Y contando con esa repetición, es más posible que veamos un órdago de Puigdemont, que podría exigir al PSC una abstención que le lleve a la presidencia, ya saben, «tú quedaste segundo y te hice presidente. Ahora te toca a ti seguir idéntica lógica si no quieres una moción de censura». Es complicado que el PSC acepte esto, pero no imposible. Y, en ese ambiente podrán intentar recabar los votos del PP y de Vox. Si existe alguna duda en Génova solo espero que se pongan en bucle las declaraciones de Patxi López y que la carcajada se oiga en Baracaldo.Vamos a unos meses de bronca continua y de estrategias cruzadas que se deben interpretar en lógica preelectoral y que solo tienen un objetivo: fijar con qué relato quiere llegar cada partido a esa repetición otoñal. Sánchez no solo ha perdido la posibilidad de gobernar Cataluña sino, de paso, de seguir gobernando España. Y, llegados a este punto, no descartemos el enésimo golpe de efecto en forma de un adelanto electoral que rompa de nuevo el tablero. Mientras tanto, a tocar la lira, como un hombre enamorado en el verano del incendio.
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