Una cinta roja y blanca corta un tramo de la carreta en la entrada a Vovchansk. Esta localidad de la región de Járkov, a unos cinco kilómetros del territorio de Rusia, estuvo ocupada durante seis meses. Vova conduce la furgoneta Volksvaguen Transporter con destreza. Baja la velocidad mientras trata de averiguar qué impide el paso. Ni él ni su compañera Aliona ven nada raro en el asfalto . Además, «es una zona peligrosa, y debemos hacer la evacuación rápido», dice la voluntaria. El viaje de hora y media comenzó con un café en una de las gasolineras de Járkov . A las ocho de la mañana, los voluntarios de la organización de voluntarios civiles ‘Rosa en la mano’ ponen rumbo a una nueva misión. Reina el buen ánimo y el sol luce con plenitud. Sin embargo, es imposible apartar del todo la preocupación. Pocos días antes, otro voluntario perdió la vida en un ataque ruso cerca de Kupiansk. Los dos civiles, naturales de Járkov, han realizado decenas de evacuaciones. «Ayer estuvimos con nuestros chicos [solados ucranianos] en la zona de Limán. La situación es complicada. Nosotros no sólo trasladamos civiles a zonas más seguras, también recaudamos fondos para ayudar a nuestro Ejército», explica Aliona. Los 70 kilómetros que separan Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, de Vovchansk, transcurren por una zona arbolada de apariencia pacífica. Pero es eso, solo apariencia. En las entrañas del bosque hay letales minas agazapadas. Vova y Aliona señalan desde el coche las ruinas de lo que un día fue un famoso restaurante con vistas a un lago. Un lugar que disfrutaron antes de que los rusos lo redujesen a un amasijo de hierros y escombros. La guerra tiene la capacidad de destruir los recuerdos felices de antaño. «Es importante que la gente sepa lo que hicieron aquí», clama la mujer.Ls calles de Vovchansk están casi desiertas. Los esqueletos de dos vehículos utilitarios chamuscados todavía no han sido retirados de uno de los cruces principales. Muchas casas están remendadas con grandes lonas de la agencia Acnur. Las heridas de metralla tatuadas a fuego en las fachadas se repiten. Unas 17.000 personas vivían aquí antes de la invasión . Con la ocupación del Ejército ruso se instaló el mayor centro de torturas de la región de Járkov, afirma la Policía ucraniana. El lugar era una fábrica de áridos, uno de los edificios más reconocibles de Vovchansk. Tras la liberación de esta localidad fronteriza, las fuerzas de seguridad de Ucrania identificaron al menos a dos hombres que habrían ayudado a las tropas rusas a torturar a más de 500 personas.Noticia Relacionada estandar Si Rusia mantiene el control sobre varias aldeas fronterizas en Járkov y Kiev envía refuerzos Miriam González | corresponsal en kiev La intensidad de las hostilidades en el norte de esta región ucraniana ha obligado a 4.000 personas a abandonar sus hogares tras la ofensiva rusa del pasado viernesLa expulsión de los invasores, en septiembre de 2022, no trajo la calma. Los cohetes rusos siguen acosando a los pocos civiles que intentan permanecer en su hogar. La mayoría de vecinos son personas mayores y todavía se resisten a marcharse. Vova conduce mientras intenta localizar en su teléfono el punto exacto donde nos esperan. Dos hombres de unos sesenta años paran sus bicicletas y dan una información más exacta que el GPS. En menos de dos minutos, vemos a Valentina y Petro con sus pocas pertenencias ya preparadas.Valentina y Petro, antes de dejar su hogar de toda la vida M. G.El miedo a huir«He empacado unas patatas y algunas conservas en las maletas», dice con cierto entusiasmo Valentina. Esta jubilada de 84 años esperaba junto a su marido Petro que la furgoneta apareciese para dejar atrás toda una vida. Ambos eran médicos . Su casa ha sido alcanzada por un cohete ruso y la intensidad de las explosiones es ya insoportable para ellos. Es imposible, ante esa escena, no sentir todo el dolor que la guerra de Putin ha provocado en los ucranianos . Una vez subidos en el vehículo, la mujer se emociona: «No te preocupes», me dice. «Estoy bien, lloro porque ahora estaremos mejor y podremos descasar junto a nuestra familia», explica Valentina. Su marido, al que llama con cariño ‘ded’ -un diminutivo de ‘dedushka’, que en ruso significa abuelo- no dice nada, pero no puede apartar la vista de su hogar. La intensa mirada azul del hombre se dirige al frente cuando la furgoneta arranca, mientras intenta evitar que una lágrima se asome por su cara. Otra de las personas que ha solicitado la evacuación es Sasha, un hombre de unos cuarenta años que a última hora parece arrepentido. Aparece con una herida y Vova lo socorre mientras se encarga de que no cambie de opinión. Frente a la casa de Sasha, Natalia y Tania observan el trajín. Aliona se acerca a ellas para intentar convencerlas de que estarán mejor en Járkov o en otras provincias. Natalia tiene movilidad reducida y dice que su única hija vive ahora en Irlanda , pero no se decide. Tania tampoco se va por el momento. Suenan dos explosiones lejanas y nadie se inmuta. La voluntaria les deja su número de teléfono y agenda también el contacto de las mujeres. «Mucha gente tiene miedo de dejar su casa y no saber donde ir después. Les decimos que el Gobierno tiene residencias especiales para ellos. Pero es difícil convencerlos», explica Aliona.Vova y Aliana ponen sus chalecos antibalas antes de acercarse a Vovochansk M. G.La guerra que Rusia desató ha forzado a miles de personas salir de su país y también a mudarse dentro de Ucrania. El número de desplazados internos, según las estimaciones del Ministerio de Política Social, asciende a más de 4,79 millones de ucranianos. En algunos casos, los evacuados tuvieron que trasladarse en varias ocasiones. El Gobierno de Ucrania ayuda con 2.000 grivnas a los adultos (unos 50 euros) y se entregan unas 3.000 (70 euros) para niños y personas con discapacidad.Valentina y Petro se instalarán en la ciudad de Járkov en la casa de su nuera. Sasha irá a una residencia estatal. Los tres vecinos se registran en uno de los centros donde otra organización, Relief Coordination, les entrega los medicamentos que necesitan y también paquetes de ayuda humanitaria. El matrimonio de jubilados da las últimas indicaciones a los voluntarios antes de llegar a su destino. En una casita con jardín, su nuera nos recibe con una flor y no puede contener el llanto . Valentina intenta dar algo de dinero a Aliana, pero ella solo acepta -y casi obligada- una tableta de chocolate. Aunque los bombardeos rusos en Járkov también son constantes, al menos este matrimonio estará en compañía de su familia.Aliona intenta convencer a Natalia y Tania para que decidan salir de su pueblo M. G.«Mucha gente tiene miedo de dejar su casa, aunque les decimos que el Gobierno tiene residencias para ellos», cuenta AlionaAntes de iniciar el camino de vuelta, la curiosidad se impone. Vova aparca un minuto la furgoneta para poder ver mejor los que ha cortado el tráfico. Aliona pide a gritos que no se acerque demasiado. Una granada RPG 7 sin explotar, que lanzan los drones, yace sobre el asfalto. Las últimas casas de Vovchansk se van quedan atrás. La zona es peligrosa y las autoridades ucranianas ya han manifestado sus temores sobre una posible ofensiva sobre Járkov . Los peores pronósticos se han cumplido: Rusia ha desfigurado Vovchansk con uno de los ataques de artillería más duros desde el inicio de la ofensiva el pasado 10 de mayo. Se calcula que unas 4.000 personas se han visto forzadas a abandonar la región. Algunos asentamientos fronterizos se han quedado en zona gris. Las autoridades regionales han ordenado la evacuación obligatoria de varios pueblos y los voluntarios de Rosa en la Mano se han lanzado a sus coches para intentar salvar el mayor número de vidas posible. Los enfrentamientos entre el Ejército ucraniano y el ruso continúan.
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