Días perfectos en el Madrid

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Días perfectos en el Madrid

Me tiene inquieto Bellingham. Parece demasiado perfecto. Es joven, trabajador, fuerte, simpático, educado, alto, guapo, responsable, sacrificado, competitivo, familiar y generoso. Hasta sabe encajar con nobleza cuando un rival le tira un caño. No estoy acostumbrado a encontrar este dechado de virtudes en un fichaje del Madrid, la verdad. Menos aún en su primera temporada, siempre complicada y exigente. Y es que uno ha visto ya de todo por el Bernabéu: talentos disolutos, genios alocados, frágiles prodigios, estrellas antipáticas, ídolos crepusculares, vagos irredentos, perlas caprichosas, estajanovistas sin chispa, figuras tacañonas, honrados mercenarios, caracteres complicados, magos sin conejo en la chistera, extranjeros nostálgicos, frías joyas y Gravesen, que merecería su categoría propia. Pero no esto.No a un veinteañero con alma de veterano, no a un centrocampista de 20 goles por temporada, no a un bailarín de claqué encerrado en el cuerpo de un estibador. Cuesta echar la vista atrás y dar con un fichaje blanco que haya logrado funcionar tan bien, y sin esfuerzo aparente, tan rápido. A veces llego a sospechar y hasta me alivia cuando el inglés tiene un mal día porque entonces me doy cuenta de que no está creado por un laboratorio de IA, que no es como el halcón maltés, algo fabricado del material con el que están hechos los sueños.Lo que es innegable es que Jude ha triturado en una sola temporada aquel cliché acerca de que los jugadores británicos no funcionaban en España, que nunca terminaban de encajar. Y el historial, la verdad, pesaba. Bellingham, en cambio, parece tan integrado que ni sorprendería encontrárselo de chulapo estos días y bailando un chotis como Almeida en su boda. Se lleva bien con sus compañeros, es amable con la prensa, reflexivo y ha entendido con sorprendente claridad qué es el Real Madrid (y qué no es). Seguro que recicla, que acierta las preguntas de ciencia en el Trivial y que tiene una opinión formada a la par que original sobre quién fue el mejor James Bond. Uno no se imagina a Bellingham montando un numerito tras ser cambiado por un compañero. O regateando al club durante el proceso de renovación. O enfrentándose a un sector de la grada cuando las cosas no le salgan bien. Hasta el 5 le sienta de diez.

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