Tomás Rufo susurra el toreo con Bocinero en el Día Internacional de la Tauromaquia

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Tomás Rufo susurra el toreo con Bocinero en el Día Internacional de la Tauromaquia

Colgó San Isidro un flamante cartel de ‘No hay billetes’ en ese que llamaron desde la Fundación del Toro primer Día Internacional de la Tauromaquia. Y que sirve para lo mismo que el de Poesía o el de Saltar Charcos: para nada. Una fecha más para adornar el calendario, aunque no una cualquiera, sino la del aniversario de Joselito el Gallo. Por el Rey de los Toreros se guardó un minuto de silencio en la tarde más fría y desapacible de la feria, con un encierro que no agradó al sector más exigente ni en trapío ni en juego. Y no les faltaba razón en eso de las hechuras, tan cuesta arriba algunos, tan desigual de seriedades y remates. Claro que por cuestiones así no se protestó tanto el de hace cuatro lunas: con el sello torista se tiene medio paraíso ganado. Fue la de Victoriano del Río una corrida con dispares matices, sin definir del todo y de justo fondo, aunque con varios toros con clase y uno de humilladora profundidad que mereció muchísimo más. De cortijo jerezano Disparate y de apartamento en segunda línea de playa de Benidorm Manzanares. Cuesta arriba parecía hecho este segundo, que buscaba encampanado a un primo de la barrera. Como un tigre se revolvió en el capote del alicantino, en un momento de tremendo apuro. Frenado y a la vez pendiente de todo, echó la cara arriba en banderillas, pero en la lidia de Trujillo ya se vio que era un toro para apostar, un toro que pediría una licenciatura y no sería suficiente con un diploma. Soplaba, además, Eolo. Y Manzanares, con esa muleta gigante –«¡tráete una sábana!», le gritaron con guasa–, anduvo sin ambición, con una sola tanda en la que dio más el paso al frente. Porque cuando se le bajaban las telas, Disparate respondía con una encastada humillación, con esa manera hacer el avión, hasta planear por el pitón derecho. Por el zurdo incomodaba más el vendaval y José María se sentía también menos cómodo, aunque dibujó dos seminaturales al ralentí. Como se esperaba en él, regresó a la mano de la cuchara y se dirigió rápido a por la espada. Pero el victoriano, el de más fondo y casta, guardaba dos series más en la recámara. Y eso –junto a más sincera entrega– faltó para que floreciese una mayor petición después de matar recibiendo. Un pinchazo hondo bastó en su conformista labor. De embestida menos franca el feote quinto, con el que no lo vio claro.Despejado de mente pisó el redondel Tomás Rufo ante la atenta mirada de Ayuso y Page, que se adelantaron a Feijóo. Fue este capítulo tercero el único premiado. En pie se puso ya la plaza con los pares de Blanco y Sánchez, sin olvidar la lidia de Duarte. Brindó el toledano al público y se postró de hinojos entre las ya difuminadas rayas blancas frente al 10. Como un tren se arrancó Bocinero al torero de Pepino, que ralentizó las embestidas con aquilatado valor. Pocos prólogos y rodillazos se verán tan despacio. Como un susurro. Lástima que en el pectoral de broche perdiera las telas. En esos terrenos continuó, entregado al toreo y a la vez acompañando el noble viaje, justo de poder. Inteligente, le dio un respiro mientras los papelillos revoloteaban por encima del burladero de la presidenta, como aleteos de mariposas. Y con su alada faena seguía Rufo por la derecha, pero cuando cambió a la zurda para rematar el toro lo prendió de dramática manera. Hasta quedar desplomado en la arena. Cuando las cuadrillas se lo llevaban a la enfermería, Rufo se puso en pie y marchó de nuevo a la cara del Bocinero. Por el mismo lado. Por la traicionera izquierda que se le quedó debajo a mitad de viaje, que no pasaba, aunque sin maldad. Y más lentificado fue el regreso, como si a Tomás le hubiesen apretado el botón de pausa. Con la gente volcada, paseó una oreja, con ciertas protestas, de un enclasado Bocinero al que le faltó más fortaleza para ser de triunfo gordo. No pudo redondear en el sexto, técnico y dispuesto, aunque sin hambre total ante un Ebanista sin duración. San Isidro Monumental de las Ventas. Jueves, 16 de mayo de 2024. Sexta corrida. ‘No hay billetes’. Toros de Cortés (1º, el peor en todo) y Victoriano del Río, de dispares seriedades –sin el trapío exigido algunos– y juego; destacó la humillada profundidad del 2º, con clase 3º y 4º, pero de contado fondo y poder. Sebastián Castella, de marino y oro: pinchazo y estocada corta trasera tendida (silencio); estocada desprendida (petición y saludos). José María Manzanares, de marino y oro. Pinchazo hondo arriba (petición y saludos); tres pinchazos y estocada (silencio). Tomás Rufo, de marino y oro: media con derrame (oreja); dos pinchazos y estocada (silencio).«¡Miau, miau!», coreaban cuando salió el lavado y protestón primero, con el que Castella se alargó. Más lo hizo, con templanza y alardes de valor, frente a un cuarto que apuntó cosas buenas, pero al que le faltó un tranco más.

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