El Reino Unido se prepara para un cambio político profundo, con el desmoronamiento del Partido Conservador y la más que probable victoria laborista en las próximas elecciones, como muy tarde en otoño. El descalabro tory impedirá al primer ministro Rishi Sunak seguir liderando su formación y será otro quien tenga que reformar (y purgar) al venerable partido. Sunak ha presidido realmente un gobierno tripartito, con una guerra interna constante entre el ala dura partidaria del Brexit , los moderados proeuropeos y los pragmáticos como él. Al final no ha definido con claridad lo que quería hacer, más allá de hacer frente a la calamidad de haber salido de su mercado natural justo cuando llegaba la pandemia y la invasión de Ucrania. Todo lo que ha podido salir mal con el Brexit ha ocurrido. El país está más desunido, es menos próspero y menos influyente en el mundo. Los británicos hoy no votarían darse este tiro en el pie, pero tardarán mucho en emprender la vuelta a la Unión, al menos una generación. No obstante, el actual primer ministro es el mejor de la serie de conservadores que han sido devorados por la ola populista y nacionalista de la que todavía no se han bajado. Un viejo tory me lo explicaba así hace unos años: «cuando un país confunde la arrogancia con el patriotismo, se mete por caminos de los que es difícil volver». Sunak es mucho menos ideológico que Liz Truss y conoce a fondo los dossiers sobre los que decide, a diferencia de Boris. Pero no ha podido resistir la presión de los radicales para enviar a los inmigrantes sin papeles a Ruanda o la tentación absurda de recuperar a un amigo impopular y fracasado como David Cameron en Exteriores.Noticia Relacionada estandar Si Un tribunal de Irlanda del Norte falla que la ley de Ruanda no puede aplicarse en la región Ivannia Salazar El Gobierno expresó su determinación de apelar la decisión judicial, argumentando que no alterará su agenda de enviar al país africano a los inmigrantes que lleguen a territorio británico a través del Canal de la ManchaEl Reino Unido no será el gran Singapur en el Támesis con el que soñaban los alegres partidarios del Brexit y le costará incluso mantener su puesto de primera potencia militar europea. Los laboristas llegan dispuestos a reafirmar las prioridades de la socialdemocracia, pero no está nada claro que puedan financiar todo lo que proponen.
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