De torero macho se vistió Juan de Castilla desde que amaneció el 19-M, la fecha en la que el cafetero de Medellín desafió a la resistencia humana. Llegaba a Las Ventas el colombiano después de anunciarse por la mañana en el templo torista de Vic-Fezensac y cortar una oreja bajo el diluvio. Una miurada le aguardaba por la tarde en la catedral, aunque suyo sería el mejor lote. Setecientos kilómetros separaban cada hazaña y ni un minuto para el descanso. No pudo coger la avioneta prevista en Francia por el temporal y no le quedó otra que tomar un vuelo comercial. Y de Barajas, directo a la Monumental. En la sala Antoñete se enfundó su segundo terno de un domingo que para el paisa no era festivo, sino trabajoso y de auténtica proeza. Con el corazón rebosante de valor apareció en la arena el torero apadrinado por Fernando Botero, el hombre que trabaja en una empresa de paquetería y que lidia con envíos urgentes. Después del trago matinal, con el terno blanco manchado de barro, sangre y orgullo, hizo el paseíllo de verde y oro con la determinación intacta. Era Juan de Castilla el héroe moderno que se enfrentaba a una mítica ganadería. Titánico su esfuerzo, que Madrid reconoció con una sonora ovación que le obligaba a salir al tercio a saludar. Que la naturaleza humana de los toreros no conoce límites quedó más que demostrado con una de esas corridas que intimidan a las cuadrillas –qué difícil fue de banderillear, siempre alzando las testas, frenados unos y otros apretando como trenes de alta velocidad– y que despiertan la ilusión del aficionado. Entre la división de opiniones se marchó: unos se quejaban de la falta de casta y poder del conjunto; otros hablaban de cómo cumplieron en el peto, del temperamental tercero y de las gotas de calidad de segundo y quinto dentro de un encierro de variadas seriedades y juego, dominado por su noblote comportamiento. Claro que el hierro de Zahariche, con toda su leyenda a cuestas, asustaba ya de por sí en su regreso a la capital tras seis años de ausencia.Juan de Castilla, en un pase de pecho al segundo EfeDe esas páginas oscuras se olvidó Juan de Castilla. Y eso que el castaño y girón segundo parecía sacado de las antiguas páginas de ‘La Lidia’. Pero venía con la fortaleza mermada e hizo que el pañuelo verde asomara en el 7, aunque no en el palco. Lo que se agradeció, pues este Infractor, al que la cuadrilla sostuvo en una eficaz lidia, sacó buen fondo en la muleta de Juan, que brindó a su Colombia natal, la tierra que sufre el acoso antitaurino. Dijo De Castilla que venía a jugarse la vida. Y no se quedó en palabras. En las distancias de Rincón, en las del César del toreo, citó al miura, para ponerse a torear pronto y en la mano con la derecha. El miureño, con más remate por delante que por detrás, se movía con nobleza, con un trote casi cochinero, sin demasiado recorrido. El de Medellín lo alegró, apostó, templó mucho a su altura y dibujó tandas con importancia, sobre todo cuando lo apretó más, echó la pata ‘p’alante’ y expuso con asiento y una cabeza preclara. Menos ritmo traía por el zurdo y, a la mínima, se desplomaba. Pero en el regreso al otro lado Infractor quiso humillar y lo hizo con clase. Siempre sereno, ahí quedaron una extraordinaria tanda, un largo pase de pecho y ese desdén. Pero pinchó y se esfumó la presentida oreja. Una templadísima imagen ofreció también en el ‘toreable’ y de medio recorrido quinto, en el que apostó a carta cabal. Había barbeado las tablas este Divorciado, que saltó hasta dos veces al callejón: frente al burladero de areneros y en terrenos de capotes, entre el susto del callejón y la sonrisa del tendido, que acogió aquello como un gran espectáculo… Menos gracia debió de hacerle al ganadero. Con una lidia por abajo, lo sacó De Castilla de su querencia antes de su sincera obra, con la entrega despaciosa y buscando la colocación.Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Domingo, 19 de mayo de 2024. Novena corrida. 20.749 espectadores. Toros de Miura, de variadas seriedades y juego; temperamental el 3º, difícil el 6º; se ‘dejaron’, 2º, 4º (lo poco que duró) y 5º, sin opciones el blando 1º. Rafaelillo, de azul noche y oro. Tres pinchazos, estocada y descabello (silencio). En el cuarto, estocada (saludos). Juan de Castilla, de verde hoja y oro. Dos pinchazos, estocada baja y descabello (saludos tras aviso). En el quinto, estocada (saludos). Jesús Enrique Colombo, de nazareno y oro. Estocada caída atravesada y cuatro descabellos (aviso y silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (aviso y silencio).Muy decidido anduvo Jesús Enrique Colombo con el tercero, al que cuajó un soberbio tercio de banderillas, asomándose al balcón mientras Halconero, rápido como su nombre, quería afeitarle la barba. En pie se puso la plaza para reconocerle sus méritos. No se amilanaría tampoco en la muleta con el disparo del miura, frente al que hizo un tremendo esfuerzo. Con el gigantesco sexto, degollado y muy miureño, tampoco se arrugó. Suyo fue el lote más complejo, mientras que el de menos opciones se lo llevó Rafaelillo, breve con el blando e imponente primero y relajado con el inmenso cuarto, al que cazó de un espadazo. Pasadas las nueve, Juan Pablo Correa, Juan de Castilla en los carteles, abandonaba el ruedo de Madrid tras completar su seria y doble machada.

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