«En Comisiones se acojonaron porque el acto se convirtió en un clamor hacia el PSOE, y CC.OO. nunca ha sido del PSOE». Habla un dirigente de la izquierda de siempre. Está preocupado porque es consciente de la repercusión que ha tenido en la izquierda el acto de apoyo a Pedro Sánchez organizado por los sindicatos en el Auditorio Marcelino Camacho de Madrid durante los cinco días de reflexión del presidente del Gobierno hace un par de semanas. Aparte del acto de Ferraz en el que María Jesús Montero se daba golpes de pecho gritando «quédate», y de alguna otra sobreactuación socialista, el foco se puso en el acto que los sindicatos montaron junto a los representantes de la cultura. Pero la verdadera noticia pasó inadvertida. Es sabido que Unai Sordo, secretario general de CC.OO., y Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, mantienen una buena relación. Tal vez por eso el acto se trasladó desde el plan inicial de la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes, con capacidad para acoger a poco más de trescientas personas, al auditorio que lleva el nombre del líder sindical del antifranquismo. Para los organizadores, el evento fue un éxito, a pesar de que el mundo cultural que se dejó ver por allí eran las viejas glorias de la ceja y los fieles militones liderados por el director del Cervantes, que dime tú que hace tan relevante cargo cultural reclamando apoyo emocional a un presidente del Gobierno. Sin embargo, el runrún que se comentaba en la dirección de Comisiones es que habían convertido el acto de apoyo a Sánchez (presidente de un Gobierno de coalición del que también forma parte Sumar) en un sarao de exaltación del PSOE. Para UGT, sindicato hermano de los socialistas, todo fue un éxito indiscutible, pero en Comisiones saltaron las alarmas porque su apuesta es Sumar y su candidata Yolanda Díaz . ¿O es que las bases de la izquierda a la izquierda del PSOE (¿se puede decir izquierda radical?) se están pasando al PSOE? Y ahí estaba la noticia. En la izquierda histórica, la de verdad, se está produciendo un desplazamiento de voto hacia el PSOE, y esto genera incertidumbre en Comisiones Obreras y, por extensión, en Sumar y en todos y cada uno de los partidos implicados (de momento) en ese movimiento político que nunca acaba de cuajar en partido político. De modo que el PSOE está dando dentelladas a su izquierda. No es casualidad que Sánchez haya vuelto a atacar esta misma semana a los empresarios españoles, indicándoles que deben manifestarse «contra la ultraderecha» como en Alemania. No es casualidad tampoco que haya construido su tercer Gobierno levantando un muro contra la «fachosfera», que se dedique a atacar a los medios de comunicación, o que se permita la tramitación en el Congreso de una proposición de ley de Podemos para cambiar las mayorías para elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Nada es casual. ¿Sabe usted lo que se cantaba en el mitin del PSC en Sant Boi en el que Pedro Sánchez reapareció después de sus cinco días reflexión? Se cantaba «sí se puede, sí se puede», el grito fundacional de Pablo Iglesias Turrión para Podemos en 2014. ¿Fue casualidad que Pedro Sánchez arremetiera desde el atril contra «los poderosos», a pesar de ser el hombre más poderoso de España?Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina. Más allá de la trascendencia que tienen en clave continental, que la tienen y mucha, en España son los comicios más nacionales desde la entrada en la CEE en 1986. Hace ya tiempo que Sánchez renunció a la centralidad, que es lo mismo que decir que apostó por ocupar los espacios de la izquierda radical. Poco a poco se va comiendo a Sumar, que a pesar del desgaste socialista no para de bajar: cero en Galicia, de seis a uno en el País Vasco, de ocho de seis en Cataluña. ¿Y en las europeas? Esa es la clave, porque ese votante muy de izquierdas se está pasando al PSOE porque Sánchez le da más garantías. El líder socialista podrá así maquillar sus resultados y dar una nueva patada a seguir. Pero en Comisiones están muy preocupados porque los dirigentes medios y las bases se están yendo hacia el PSOE. Dicho mal y pronto: están «acojonados». Con perdón.
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