Estar en una de las secciones paralelas del Festival de Cannes, al menos para el cine español, tiene un mérito enorme, pues no es nada fácil convencer a los organizadores de que en España también se hacen películas. Jonás Trueba presentaba la suya, ‘Volveréis’ , en la sección llamada la Quincena, y la verdad, se entiende, vistas algunas cosas de la sección oficial, que no la incluyeran en ese programa, porque es fresca, sensata, emocionante, instructiva, sin palurdeces ‘woke’, ni sangruza, ni mujeres de santoral y hombres simios, una película que de manera sencilla, pequeña, te habla de cosas complejas y muy grandes, como el manejo de la desilusión con ilusión, la vida en pareja y más allá, el amor al padre, a su influjo, a sus cosas, y el respeto a casi todo sin necesidad de caer en la idiotez.Jonás Trueba utiliza todo lo suyo, lo más cercano y querido, para mandarle un muy húmedo mensaje a las cosas del amor y a las cosas de su padre, Fernando Trueba, que no solo aparece en la película en un sorprendente ‘tal cual’ (ese albornoz, o batín, que no se ha comprado recientemente, ese regular manejo de la intendencia de una paella…), sino que además se bebe a tragos las escenas y le deja a la historia el aroma de ‘poso’, de sedimento, de cultura, música, lectura, ideas y extravagancias que forman lo más provechoso de cualquier herencia recibida, más, incluso, que un apartamento en la playa.La coartada argumental es una pareja joven que se va a separar, y quieren hacer una fiesta para ‘celebrarlo’ con sus amigos y familia cercana, porque el padre de ella (Fernando Trueba) siempre les decía que es mucho mejor celebrar la separación que la boda (¿?). A la pareja la interpretan Itsaso Arana y Vito Sanz , aquellos de ‘La virgen de agosto’ y tan Jonás ambos que es fácil verlo en ellos. Todo está salpicado de un humor ligero que empapa sin anegar el sentimiento de tristeza y decepción que conlleva cualquier separación de pareja, aunque digan constantemente ‘nos separamos, pero estamos bien’.’Volveréis’ está urdida a la altura de los ojos de cualquiera, tiene unos diálogos masticables, confortables, y llenos de franqueza y utilidad, las interpretaciones son como deben de ser, incluso la de Fernando Trueba , que no se sale ni una línea del guion, de su guion vital, cultural y sentimental. Y eso, una película que se está mucho mejor viéndola que no viéndola, algo que tampoco es muy usual por aquí.

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