Río Masacre, la frontera entre el infierno haitiano y el ‘paraíso’ dominicano

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Río Masacre, la frontera entre el infierno haitiano y el ‘paraíso’ dominicano

Llegaron de Haití hace un mes. La menos joven ya trabaja como limpiadora en un hotel; la más joven aún no ha encontrado nada. Tiene 20 años, y en seguida lleva la conversación hacia distintas formas eufemísticas de ofrecer sus servicios sexuales: «Se te ve cansado. ¿Quieres un masaje?». Insiste: « ¿Quieres que vayamos a pasar un rato agradable? ». Y luego dice que tiene hambre , que es una forma de pedir ayuda y es, también, la razón de su ofrecimiento.Dajabón es una pequeña ciudad dominicana que delimita, al oeste, con un muro. Detrás del muro, transcurre el río Masacre, que en este tramo marca la frontera entre República Dominicana y Haití. La ampliación del muro, y la migración haitiana en general, ha sido el principal tema en campaña electoral para las elecciones generales del pasado domingo 19. Sobre esta cuestión todos los candidatos decían lo mismo: más alto, más largo, más vigilado. Arrasó Luis Abinader, y revalidó mandato tras llegar a la presidencia de la República Dominicana en 2020. En uno de sus anuncios de campaña, con música de acción de fondo, se sucedían distintas escenas en la frontera con el muro como protagonista y muchos soldados y carros de combate, también, dos helicópteros sobrevolándolo, videovigilancia en multipantalla, registros biométricos, drones, aviones y buques: «Porque todo tiene un límite excepto el orgullo de ser dominicano». Pero la realidad en el paso fronterizo de Dajabón es muy distinta. La circulación de personas y mercancías en la frontera es intensísima, y los controles, muy livianos. Hay muchísima gente, casi todos haitianos, y el flujo de los que van a pie es constante . También hay colas de vehículos, y hay algún encontronazo porque es casi caótico de tanta gente como entra y sale.Noticia Relacionada estandar Si Latinoamérica se militariza para librar su guerra contra el crimen organizado Susana Gaviña La crisis de inseguridad que sufre la región ha empujado a sus gobiernos, sin distinción de ideologías, a movilizar a sus fuerzas armadas para frenarlaDe ocho a cincoEn medio del puente sobre el río Masacre, está la línea fronteriza y ahí hay una doble puerta metálica (abierta de ocho de la mañana a cinco de la tarde) flanqueada por soldados dominicanos y haitianos, cada uno en su lado. No para de cruzar gente, en un sentido y otro, decenas y cientos, a pie y en moto, sin apenas control alguno. Hay gente bañándose en el río y gente descansando en las dos orillas. Son todos haitianos, porque el muro dominicano, aunque no haga ni dos metros de altura, dificulta el acceso desde este lado.Un rato antes, en la sede de la organización católica Centro Montalvo, una trabajadora de Acnur (que declinaba una entrevista formal) lo advertía: « No tiene nada que ver lo que dicen los políticos con lo que vas a ver ahí ». En el puente, uno de los soldados decía más o menos lo mismo, aunque luego lo matizaba: «Hay ahí otro control en donde te derivan a la aduana o al mercado, o bien te dejan entrar a Dajabón».El río Masacre, la frontera entre Haití y la República Dominicana. Debajo, grupos de personas que recorren la zona A. CabreraEn tierra neutralEl mercado del que habla es el Mercado Binacional (hoy cerrado), situado en suelo dominicano entre los dos controles, en una especie de zona neutral precisamente para facilitar el intercambio comercial entre los dos países. Continúa su explicación el soldado: «Los ‘motoconchos’ que están asociados al sindicato sí que entran a territorio dominicano, pero sólo van a zonas de comercio autorizadas. No pueden salir de Dajabón». A la práctica, en el segundo control tampoco miran mucho ni las motos de carga y aún menos la gente que va a pie. El control en el paso fronterizo de Dajabón es más de mercancías que de personas. En el remolque de una moto van varios haitianos que vienen de trabajar en la obra. Habla uno de ellos: « Los jefes dominicanos maltratan a los haitianos. Nos golpean . Los guardias también nos golpean». Y otro añade: « Nos hacen pagar para pasar ». Entran y salen trabajadores, de la construcción y del campo, y estudiantes con uniforme, comerciantes que acceden con el remolque vacío y regresan cargando alimentos para sus negocios en Haití; hay gente que va a Dajabón a enviar o recibir dinero, hombres cargando sacos de fertilizante, y hay mujeres que llevan bloques de hielo en carretillas porque en Haití no hay luz corriente y las placas solares no tienen potencia suficiente para un frigorífico.Para los haitianos, la dificultad no es entrar en territorio dominicano, sino salir de Dajabón por carretera, que es donde los controles son de verdad; y sobre todo, en caso de llegar a otra ciudad, evitar ser deportados. Pero con las deportaciones pasa como con el muro: son medidas con mucha fuerza propagandística pero con una eficacia limita da . Porque a pesar del creciente rechazo de los dominicanos hacia la inmigración haitiana, y de la valoración que cada uno haga de los costes y beneficios de esta inmigración, hay tres partes que salen claramente beneficiadas: los propios haitianos, los empresarios que les pagan medio salario y la extensa red de funcionarios corruptos que cobran por mirar hacia otro lado.Son inmigrantes haitianos un alrededor del 5% de los 11 millones de habitantes de República Dominicana; son dominicanos de origen haitiano alrededor del 6%.Son inmigrantes haitianos cerca del 5% de los 11 millones de habitantes que en la actualidad tiene República DominicanaDavid (no es su nombre real) es el propietario de un bar-colmado en Dajabón, a tres manzanas del muro. Está detrás de la barra, y lo ve así: «Parece que tengamos la obligación de acogerles. Ellos van con una cubeta, te venden agua, te venden Coca-Cola, te venden de todo… Y, entonces, si las autoridades les retiran de la calle, dicen que les están maltratando. Y no es que les estén maltratando, es que están haciendo una venta informal ». Estuvo casado con una mujer haitiana y tiene dos hijos con ella. Estuvo en Haití por última vez en 1973, y no le gustó lo que vio porque estuvo en un mercado y había carne de perro. «Quitan todos los trabajos. En la construcción ya están sólo ellos. El dominicano, si va a trabajar en la construcción, el mínimo diario son 1.500 pesos diarios (23,50 euros), el haitiano te lo hace por 600 (9,40 euros)».Escolares a la hora del mercado en Dajabón Alfons Cabrera «¿Que si vale la pena todo esto? En Haití pasaba hambre, aquí no» August sostiene un ventilador averiado en la tienda de reparaciones. Le piden 1.000 pesos (16 euros), pero sólo tiene 200. Tiene 46 años, August no es su nombre real y es de Cap-Haïtien, una ciudad en la costa norte de Haití. Se instaló en Dajabón hace cuatro años con su mujer, y un año después nació su hija. «Nació aquí gracias al padre Roberto, que nos acompañó al hospital y les convenció para que nos dejaran tenerla aquí». La parroquia le presta ayuda, pero su sustento principal es el trabajo en la construcción. No hay trabajo estable, sino que sale cada día y busca, y con suerte consigue trabajar dos o tres días a la semana por unos 800 pesos (12,5 euros) cada jornada. Vive con su mujer y su hija en un ‘piso’ de 12 metros cuadrados por el que pagan unos 60 euros. La ropa limpia la tienen en bolsas colgadas de la pared para que no se la coman los ratones. ¿Vale la pena todo esto? «En Haití pasaba hambre y aquí no».Nuestra Señora del RosarioEl padre Roberto está sentado en la cafetería de al lado de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Aunque parezca que responde a David, es sólo una coincidencia (o que el tema está tan usado que siempre lleva a los mismos lugares): «Pueden decir que nos quitan el trabajo en la construcción, pero los que hacen el trabajo pesado, el más duro, son ellos».La cafetería está frente al parque Milagritos: «¿Ves eso? Ahí hay dos niños dominicanos jugando con dos haitianos, esto es la realidad de Dajabón. Ese pleito dominico-haitiano es un pleito que se da en la televisión y en la radio, pero las relaciones primarias en la frontera son relaciones de paz: relaciones comerciales, relaciones de familia, de colaboración». A través del Centro Montalvo, parte la obra benéfica de la parroquia está enfocada en el acompañamiento a los inmigrantes haitianos : «Dondequiera que estamos, trabajamos con los más vulnerables, y uno de los problemas que hay es la inmigración. No ayudamos a que vengan a Dominicana, sino a que se respeten sus derechos si vienen». Un niño haitiano de 8 o 9 años se acerca y se ofrece a limpiar los zapatos por 50 pesos (80 céntimos).Al salir de Dajabón, en los primeros 70 kilómetros hay ocho controles. Son muy poco exhaustivos porque en el momento que ven una piel clara, ya no miran nada más.

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