Javier Romero salvó dos veces al mismo hombre de la muerte que buscaba. A la tercera, se ahorcó . «A los compañeros no les dio tiempo a intervenir», explica. Han pasado muchos años pero no lo olvida. «Es mi peor caso». No lleva la cuenta exacta, aunque rondan la decena las veces que como negociador le ha tocado arrancar de las sombras a alguien que persigue su final o el de otros. Desde 2008 se ha entregado a ese papel. Ahora es el jefe de la red nacional de negociadores de la Policía , con 53 agentes activos repartidos por toda España y otra veintena que lo han sido pero ahora están en otros puestos. Noticia Relacionada estandar No Israel da luz verde a la reanudación de las negociaciones para liberar a los rehenes en Gaza mikel ayestaran La decisión fue tomada después de que se difundiera un vídeo de cinco mujeres soldados israelíes siendo secuestradas el 7 de octubre«Era un chico rumano. Había perdido la custodia de sus hijos y el trabajo y se dio a la bebida. La primera vez se encaramó a la antena de Telecomunicaciones de Badajoz, el equivalente a un sexto piso. Estuve subido a una pluma de los bomberos cinco horas hasta que le convencí. La segunda se quiso tirar de un puente con el caudal del río bajísimo. A la tercera (cuando yo ya estaba en Madrid) se salió con la suya», rememora el inspector jefe Romero, que está al frente de la Sección de Secuestros y Extorsiones de la Policía Nacional.« Lo más importante es escuchar , pero también lo más difícil. Una cosa es oír y otra escuchar. Si no estás concentrado pierdes esos enganches que te están llegando», cuenta. La teoría parece fácil. La práctica y el resultado final es otro cantar. «Los policías que actuamos en la calle nos enfrentamos a multitud de situaciones. La mayoría salen bien; algunas salen mal». Hasta ahí llega su análisis de la tragedia ocurrida esta semana en Huétor Tájar (Granada) donde Pepe mató a sus nietos y se suicidó en el momento en que la Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil entraba en la casa, tras varias horas de negociación. Los agentes trabajaron con la premisa de que los niños estaban vivos.53 negociadores hay activos en Policía Nacional, pero unos 72 tienen el curso hecho que empezó en 2007. Algunos cambian de función cuando ascienden o por asuntos personales. De ellos, una docena son mujeres. Están repartidos por toda España.«Una actuación que acaba con muertes es una carga emocional añadida. Luchamos para que salga bien pero…». Para atemperar esos fracasos, los negociadores siguen estrictas actualizaciones de la mano de profesionales ( psicólogos y psiquiatras ) encaminadas a lo que llaman «ventilación emocional». Aun así, incluso en los casos de fracaso, nadie abandona. Un atraco con rehenes, enfermos mentales, suicidas y situaciones de violencia de género o en el contexto de separaciones infernales son las más habituales a las que se enfrentan. Estas últimas son las más complicadas, con los hijos utilizados como arma arrojadiza y amenaza. Los casos con patologías mentales de por medio no han dejado de aumentar y en esos, cuando la realidad del otro está distorsionada, las palabras sirven de poco. BinomiosEl negociador se activa en cuanto se complica una actuación policial de otros compañeros, casi siempre de seguridad ciudadana. Están recogidas en el protocolo de incidentes críticos. Si hay peligro para la vida de las personas, víctimas o autores o un grave daño contra una propiedad (alguien que amenaza con volar un edificio, por ejemplo). La segunda condición es que haya que tirar de recursos extraordinario s para resolverlo; que exista una coordinación de distintas unidades y que se prolongue en el tiempo. Cada jefatura policial lo adapta a su ámbito. El tiempo, al contrario de lo que pudiera parecer, les favorece.Escalera de negociación: se trata de aplicar una escucha activa, empatía, ‘rapport’ (compenetración), influencia en el otro y finalmente provocar un cambio de conducta« Jugamos con la ambivalencia, por eso que se alargue la situación nos viene bien porque así podemos, por un lado averiguar información paralela y por otro establecer la escalera de emociones», detalla el inspector jefe Romero. Trabajan en binomio, el que negocia y otro policía que le va facilitando datos. En incidentes más críticos participan dos negociadores, el enlace y el jefe de los negociadores (un comisario) desde un puesto de mando. ¿En qué te puedo ayudar? ¿Qué necesitas? Suele ser el punto de partida. Después conectar con quien quiere acabar con todo y ofrecerle soluciones, alternativas que el negociador pueda cumplir. «Si detecta que le estás engañando, se acabó el acuerdo », señala Romero. «Yo no le puedo ofrecer droga a un tipo que me la pide o a alguien que van a desahuciar prometerle un piso. Pero sí puedo llamar a las ONG delante de él o enterarme de la evolución judicial de su caso y explicarle». Echar mano de verdades a medias suele funcionar. Lo importante es que no se rompa la comunicación. «Y tratar de que sea visual, si es posible, a través de una ventana o de un balcón aunque estés hablando por teléfono. Eso del megáfono es de las películas», añade el jefe de los negociadores. Adaptar un patrónLa experiencia cuenta, aunque no es garantía. «Cada situación es un mundo, tratas con personas al límite. Un suicida puede tener un patrón y tú aplicar lo que te sirvió en otro momento, pero hay que adaptarlo». El ensayo-error es una guía, de ahí que la improvisación sea marca de estos agentes. El inspector jefe y su segunda, la inspectora Ana García, jefa de uno de los dos grupos de Secuestros de la Policía, lo comparan con una partida de ajedrez. «Ante cualquier movimiento tienes que pensar qué respuesta vas a recibir y preparar la siguiente jugada, anticiparte es clave ». Templanza, autocontrol, agilidad mental, riqueza lingüística, paciencia… son algunas de las características que deben arropar a estos hombres y mujeres (una docena), todos inspectores jefe e inspectores. Cuando su teléfono suena a cualquier hora, cualquier día, tienen que estar en el incidente en no más de 45 minutos. La mayoría son veteranos. Algunos lo dejan al ascender o por asuntos personales. Las pruebasLas pruebas que pasa un negociador antes de serlo servirían de guion peliculero. Prácticas en la calle como dejar a un agente sin nada en mitad del campo y con un tiempo limitado examinar cómo llega al punto definido o hacerle que convenza a un desconocido de que le abra la puerta, salga al balcón y salude a todo quisqui. Hay una preselección muy estricta y un curso que dura tres meses. Cualquier miembro de la escala ejecutiva (inspector o inspector jefe) puede optar a él y las pruebas son eliminatorias. La red nacional de negociadores se reparte con uno o dos en cada Jefatura (dos en las principales), salvo en Canarias y Baleares donde cuentan con al menos tres para facilitar el tiempo de respuesta. El equipo nacional –que coordina a todos– lo componen cuatro miembros, incluido el propio Javier Romero.30-40 incidentes críticos afrontan cada año. Muchos de ellos tienen que ver con conductas suicidas. Cada vez más también deben acudir en situaciones de violencia de género.El chaleco con el que salen a la calle es antibalas y lleva impresa la palabra negociador, bien visible y en mayúsculas. Les acompaña su arma reglamentaria y su baúl de palabras. Todos protegen su método como un tesoro. Hablan de la escalera de negociación, influencia de los manuales del FBI que sigue la Policía: escucha activa, empatía, ‘rapport’ (compenetración), influencia y cambio de conducta. Lo ponen en práctica en cada actuación (entre treinta y cuarenta al año de media). A veces no es suficiente y entonces lo que hacen es preparar la negociación táctica para que intervengan otras unidades, desde la UIP o la UPR hasta los GOE o el GEO . Son situaciones habituales cuando el atrincherado sufre una patología mental severa. El negociador es otra herramienta policial. Disparar la última opción. Su último éxito ha sido la liberación de un sueco secuestrado tres semanas en Málaga, el pasado abril, al que le llegaron a colocar una cámara en el zapato. La inspectora Ana García pasó días encerrada en la habitación de un hotel con dos negociadores y un intérprete sirio, el idioma en el que se comunicaban con los captores y con la familia de la víctima. Pedían medio millón de euros y estaban «dispuestos a morir y matar». Dicen que el intérprete resultó fundamental : tradujo palabras y estados de ánimo y fue capaz de detectar mentiras. Como un negociador.

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