«Un día, mi padre me dijo: «¿Te quieres venir a tocar?»». Y a Juan Carlos le pusieron un clarinete en las manos, aunque él quisiera el requinto, una suerte de guitarra pequeña. Su padre no era un músico profesional, pero amaba la música y tocaba el clarinete en una banda de Vallecas. Ahí empezó el hijo. Juan Carlos tenía siete años. Su madre lo apuntaría enseguida al Conservatorio Superior de Música de Madrid y él contestaría: «Ah, muy bien». Mucho después, tras un paso por Jaén, y más de un lustro trabajando en musicales de la capital, Juan Carlos ingresaría en «la mejor banda del mundo»; la banda que mañana cumple 115 años.Esta brillante (y sacrificada) carrera no ha sido casual. «Mi padre lo tenía claro, el que no lo tenía claro era yo. «Pero si no te gusta, no puedes dedicarte a esto», afirma Juan Carlos Felipe, de 50 años, clarinetista solista de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid . Cuenta que el clarinete es «el nexo de unión entre todos los instrumentos», el enlace entre «metal y cuerdas»; cuenta que su «sonido dulce» combina con «cualquier música», que puede componer solo o solo acompañar. «Es el violín de los vientos», describe, y es importante, porque en las bandas no hay violines. La Banda Sinfónica Municipal es banda en lugar de orquesta porque no tiene violines ni violas, que se suplen con clarinetes y saxofones. Y es sinfónica, porque sí añade violonchelos y contrabajos, las únicas cuerdas del conjunto. Esta agrupación de unos ochenta músicos exquisitos tocará mañana al mediodía en el Templete de El Retiro, como otro domingo, y como hace 115 años. La banda celebrará su aniversario con un homenaje a su fundador: recuperará la pieza de su debut, el 2 de junio de 1909 en el Teatro Español, la Marcha solemne del maestro Ricardo Villa.Noticia Relacionada estandar No El Teatro Real rescata una «rareza» de Wagner para el concierto de la soprano Nina Stemme Julio Bravo ‘La cena de los apóstoles’, estrenada en 1843 por un coro de 1.200 hombres, es «la más compleja del compositor desde el punto de vista vocal», según José Luis Basso, director del Coro del Teatro RealLos conciertos en El Retiro siempre llenan las casi 2.000 sillas que despliega el Ayuntamiento de Madrid junto al templete. «Quien más, quien menos, se detiene a escuchar. Es un punto de encuentro del pueblo de Madrid. Hay segundas y terceras generaciones que vienen y recuerdan ver tocar a la banda con sus padres o abuelos», dice Gregorio Muñoz, de 57 años, saxofonista en la banda desde 1991. En el parque, el público siempre guarda silencio. Es un «buen público», asegura Muñoz, incluso con mal tiempo: «Está lloviendo, tú sigues tocando a cubierto, y ves que la gente saca sus paraguas y no se va».Concierto en homenaje a Cervantes en la plaza de la Villa en 1959 TEODORO NARANJOEl repertorio de la Banda Sinfónica Municipal es variado. «Puedes tocar la obra mas difícil, que es un placer, pero cuando tocas una zarzuela el público se viene arriba», asevera Muñoz. Las piezas también han evolucionado, y los instrumentos; hace tiempo que desaparecieron los onobenes y los fliscornos. La banda empezó, sobre todo, con zarzuelas, pero con un próposito: el conde de Peñalver quería enseñar la música de los auditorios al pueblo madrileño. «Era el repertorio del siglo XIX, gracias a que hubo grandes directores que adaptaron esos grandes éxitos [de orquesta] a la banda. Los últimos cuarenta o cincuenta años ya se ha tocado música original para banda», explica el subdirector de la agrupación, Enrique de Tena, de 63 años. Es saxofonista, aunque bajó de la tarima hace cuatro años para dirigirla. A punto de jubilarse, sigue tocando: «Por mantenerte y porque me apetece». Los 80 privilegiadosJuan Carlos Felipe no bromea cuando se refiere a «la mejor banda del mundo». Lo que nació hace 115 años como una réplica de la Banda Sinfónica Municipal de Valencia –la primera en incorporar, en 1903, instrumentos de cuerda–, hoy figura entre las «cuatro o cinco bandas» más prestigiosas del mundo, junto a la que acompaña al presidente de Estados Unidos o la de la Guardia Republicana parisina. Su director actual, Jan Cober, se suma a la larga lista de reconocidos concertistas, desde Miguel Yuste a Manuel Miján, que han pertenecido a la agrupación castiza. «Es un privilegio estar aquí», concluye Felipe. «La creó el conde de Peñalver a imagen de la banda de Valencia, pero hoy en día es un poco al revés, es espejo para todas bandas del mundo», sostiene Muñoz. Y compara: «Esto es el Real Madrid».Mañana cumple 115 años de épocas doradas y etapas al borde de la extinción, de años en que las oposiciones escaseaban y las plazas mermaban, de otros tantos en los que las entradas para disfrutar en directo de la Banda Sinfónica Municipal en el Teatro Monumental se agotan enseguida en otoño. Después de la pandemia, la banda vive un momento cada vez más dulce, ahora con el objetivo de alcanzar los noventa integrantes. «Ha pasado el filtro de la historia y esto vale la pena», zanja Felipe.Los ochenta músicos ensayan en el auditorio de Casa de Campo con absoluta puntualidad. El pasado miércoles, a las 10.30 horas. Solo una docena son mujeres; hace tres décadas, cuando Muñoz ingresó en la banda, apenas había tres. Una de esas veteranas, Lola Llucián, de 59 años, 37 en la banda y solista de flauta, se presenta al ensayo ya ensayada. Algunos calientan en el propio auditorio, antes de que el reloj marque las 10.30, pero Llucián prefiere la tranquilidad de su casa a la cacofonía de instrumentos. «Yo a las 8.15 ya estoy ensayando en mi casa, ¡aquí no puedo! Pero tengo que calentar, las manos, la embocadura…».La banda sinfónica en las fiestas de San Sebastián en 1916 RAMÓN ALBAEse calentamiento previo, el estudio personal y todas las horas de trabajo paralelas a los ensayos sustentan cada concierto. «Es como un deportista de élite. Tienes que estar en forma porque te expones al público cada semana», puntualiza Llucián. El calendario de ensayos depende del calendario de conciertos. Para mañana han practicado de martes a viernes, y ‘descansan’ sábado y lunes. Entre comillas, porque un músico no libra antes de su espectáculo, ni acude a un ensayo sin leer las partituras, ni se marcha de vacaciones sin su instrumento. Dos o tres días bastan para perder destreza.Una carrera sin pausaLa mayoría de los miembros de la Banda Sinfónica Municipal son funcionarios –hay unos pocos interinos–, y tienen exclusividad. No pueden tocar en ninguna otra parte. «Decimos que es la gran desconocida de las profesiones porque, cuando te preguntan y dices que eres músico, la gente dice: «Ah, ¿y haces algo más?». Pero es una carrera muy sufrida , el músico en activo no tiene pausa», destaca Muñoz. Aunque sea la parte menos romántica de la profesión, ellos también piden mejoras laborales: que el ayuntamiento reconozca esas horas no remuneradas, que no son horas extra, sino que pertenecen a la práctica ordinaria para dominar un instrumento. Todos estudiaron en conservatorios, una larga carrera de quince años que empiezan siendo niños y que, en realidad, nunca termina. Porque la música atrapa, a quien la interpreta y a quien la escucha. Muñoz recuerda su casa familiar, en Cuenca, en un edificio de cuatro plantas. En el segundo, un señor tocaba el clarinete, al otro lado de la calle sonaba una flauta y, en su piso, eran tres hermanos, con clarinete, fagot y saxofón. Muñoz recuerda a esa vecina que en ocasiones echaba humo, agotada de escuchar mil y una repeticiones, y repite lo que dijo cuando se hubo marchado de Cuenca: «Ay, cuánto echo de menos vuestra música».

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