Un escalofrío recorrió la piel de los tendidos cuando el sexto, un toraco de Torrestrella que remendaba la corrida de Pedraza de Yeltes, prendió a Isaac Fonseca con hachazos de caldera e infierno. Se hundió el pitón por debajo de la chaquetilla cuando abrochaba con uno de pecho. Lo soltó la bestia, pero volvió a cogerlo y caló en la espalda del valentísimo mexicano. El tremendo gesto de dolor, ese grito de Munch, anunciaba la gravedad de la cornada en una delicadísima zona. Doliente el torero de Morelia, con su tierra en vilo, con Las Ventas aterrorizada. Las caras de los suyos eran de preocupación y en las gradas asomaban lágrimas de veteranos y jóvenes. Encogido el corazón, a la espera de noticias de la enfermería. Fonseca, sabedor de que en diez minutos podría derribar la muralla de la Puerta Grande, entregaba su vida en cada muletazo. Pero el destino le aguardaba el otro rostro del toreo, el del hule y el cloroformo. Fue este Pensativo difícil y violento, astifino y con imponente seriedad cinqueña, en el que la cuadrilla hizo la cosas con cabeza y al que Isaac saludó con decisión. Pasadas las diez, llegaba el parte médico, un milagro para lo que pudo ser: herida de 20 centímetros en la cara posterior del hemitórax izquierdo, alcanzando la parrilla costal.Pura entrega fue el mexicano toda la tarde ya con su primero, lo opuesto al remiendo. Humilladora y enclasada embestida portaba este tercero, al que recibió con sincera disposición. Manseó Liriquito en el peto y blandeó en las tafalleras de Leal, pero su buen son ahí seguía. Sensacional el tercio de banderillas de Juan Carlos Rey en la feria de su consagración. Brindó el de Morelia al público y se plantó de rodillas en los medios en un intenso prólogo, con cuatro derechazos ligados, el cambio de mano y, ya en pie, el de pecho. «¡Viva México!», se oyó mientras se entregaban toro y torero. Tanta hambre de triunfo traía el azteca que, tras una buena tanda a estribor, atacó demasiado en corto a Liriquillo, que pedía más sitio. Por el izquierdo traía un son extraordinario, y fue ese pitón por donde firmó los muletazos más notables, con la listeza de oxigenarlo y buscar el necesario temple. A pies juntos hubo algún natural sobresaliente en una labor que nunca perdió el interés. Sabía Fonseca que ese toro escondía parte de la gloria. Y derecho como una vela se tiró a matar o morir, en la estocada más soberbia de San Isidro. En pie se puso la plaza por esa tizona que ya de por sí sola valía la oreja. Con media Puerta Grande abierta, y pese a la larguísima duración del festejo, nadie se movió de su asiento para ver el último. Tuvo el gesto Isaac Fonseca de dirigirse a los terrenos de la enfermería y dejar allí la montera, en un brindis a Francisco José Espada, herido en el anterior. Y entre olor a cloroformo acabó el valiente azteca tras el percance que, durante unos minutos angustiosos, congeló al Madrid febril por la decimoquinta. Por las manos de García Padrós había pasado ya Espada al ser cogido en el quinto, que desde su salida no presagiaba nada halagüeño, con esa manera de marcar sus querencias. No le perdonó Burraco.MG cuando toreaba con la mano de la cuchara y lo subió por los machos. Hasta izarlo de nuevo en un volteretón terrible, con el torero como un guiñapo de pitón a pitón. Hasta caer en la arena con todo su peso sobre la cabeza. Durísimo el impacto, con el madrileño inerte hasta ser trasladado por el callejón en una camilla humana mientras se tapaba la frente. Preocupaba el traumatismo craneoencefálico y fue derivado a la Jiménez Díaz. Antes se las había visto con un sobrero de Chamaco feo y viejuno, al que aplicó templanza y asiento. Mucho debió de acordarse Francisco José del pedraza titular, un toro de divinas hechuras y el de más humilladora clase en los capotes de esta feria: tres metros por delante venía arrastrando el hocico con superlativa entrega. Tanto capotazo y ese volatín infernal –valió por puyazo y medio– le condenaron al pañuelo verde tras desmoronarse en el peto. Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Domingo, 2 de junio de 2024. Vigésima primera corrida. 15.755 personas. Toros de Pedraza de Yeltes, Torrestrella (6º) y Chamaco (2º bis), de dispares hechuras y juego; destacó el buen 3º. Jual Leal, de rosa y oro: estocada tendida (silencio); estocada descabello (silencio tras aviso). Francisco José Espada, de crema y oro: pinchazo y estocada (silencio tras aviso). Pasa a la enfermería y mata al quinto Leal de media y estocada (silencio). Isaac Fonseca, de verde esperanza y oro: gran estocada (oreja). Mata al sexto Leal de pinchazo y estocada (silencio).En tan sangrienta tarde, Juan Leal –que la había descorchado a portagayola– acabaría despachando cuatro toros. Fue el único matador que abandonó a pie la plaza. Qué duro es el toreo.
![La cornada del horror y el milagro: Isaac Fonseca volvió a nacer La cornada del horror y el milagro: Isaac Fonseca volvió a nacer](https://ayuser.org/wp-content/uploads/2024/06/foneca-R2DSPs9uMEBzH7dtUwAE9BN-758x531@diario_abc-lwosdp.webp)
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