La fiesta eterna de los invictos

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La fiesta eterna de los invictos

Se celebraba la vida más que un triunfo futbolístico. Era muy bello el centro de Madrid, cubierto por un infinito manto blanco, abarrotada la plaza de Cibeles de miles de personas, bailarinas, ebrias, un Woodstock moderno, mucho más civilizado por supuesto, había una cámara de Telemadrid que asomaba desde el ayuntamiento y que grababa cada segundo del festejo . También había muchas familias, educando los padres con la experiencia, y turistas, recién asaltada la tienda oficial del equipo blanco.Era el Madrid el absoluto protagonista, pero los asistentes, unos 150.000, querían pasarlo bien, bendita primavera madrileña. Incluso había gente del Atlético y del Barcelona que solo se habían acercado a ver el ambiente, a tomarse una cerveza fresca, pero de incógnito. «A mi marido no le voy a contar que he venido», contestaba una aficionada rojiblanca, aunque matizaba. «Ser del Real Madrid es muy fácil. Celebrar tanto tiene que saber menos». Afirmación que, por supuesto, no compartían el resto de los presentes.Noticia Relacionada El Madrid, campeón de Europa estandar No El éxtasis nunca acaba en el Bernabéu Pablo Lodeiro FernándezHasta se versionó el solemne himno de la décima, altavoces a todo trapo mientras una camiseta de Cristiano Ronaldo se elevaba por encima de todas las cabezas, colgado el siete de una caña de pescar que provocó una ovación cerrada en el céntrico cortijo.Se avivaban los nervios según descendía el sol, la llegada de los héroes estaba próxima. Mientras, en la sede de la Comunidad de Madrid, Ayuso , enfundada con la camiseta madridista, se deshacía en elogios hacia Florentino Pérez, «un estratega, una máquina». Almeida, con los jugadores ya en el ayuntamiento, se centraba en Kroos, «un alemán madrileño». También tuvo muchas palabras de cariño el gobernante para Joselu, el hombre que fue a la final de París hace dos años como cuñado de Carvajal y que, esta vez, lo hizo como uno de los iconos del equipo campeón. «Una familia», aseguró el alcalde tras ser preguntado por cuál era la clave de este Real Madrid. Se alcanzaba la plenitud tras un rumor. Los corrillos no hablaban de otra cosa. Según el periodista especializado en fichajes Fabrizio Romano, Kylian Mbappé ya había firmado como nuevo jugador del Real Madrid . Psicosis colectiva. La fiesta era completa, también porque se confirmaba que el Leganés ascendía a Primera, habría cinco equipos de la capital en la categoría de oro la próxima campaña. Y, aunque menos sonado, que el Madrid acababa de clasificarse para la final de la ACB tras barrer al Barcelona. Fue una tarde plácida, pero la noche trajo el rock and roll. Los nervios impregnaban el cálido aire y las bufandas eran molinos eólicos. Por enésima vez, sonó el himno y esta vez sí, aparecieron los artífices de semejante jolgorio. La escena parecía de una película con demasiado presupuesto. Dos caballos blancos (uno de sus jinetes era el mismísimo padre de Carvajal ) escoltaban al autobús campeón, paso lento, tocaba deleitarse. Los arcenes de la vía eran un hervidero, la gente enloquecía tras casi un día de celebración. Porque la noche del triunfo fue largo, denso, casi previo al apocalipsis. Los autobuses, llenos de madridistas, parecían que iban a volcar. Las calles eran asaltadas por bárbaros y los taxistas se relamían por la alta tarifa que supondría la victoria en Londres. Pero tu equipo gana, no hay mañanas tristes, los días son radiantes, y eso es precisamente lo que se olía en las inmediaciones del palco de recepción.Todas las imágenes de la celebración del Real Madrid ABCNacho, capitán, ascendió hasta la altura de la diosa Cibeles con la orejona, la decimoquinta Champions de un club que ha superado todas las expectativas, a la propia realidad. Es él la historia y así se lo reconoció su afición, que tras horas de cánticos y risas nerviosas se entregaron en plenitud a sus líderes emocionales. Carvajal, Modric y Kroos fueron los acompañantes del madrileño. El teutón, que jamás volverá a jugar un partido con el Madrid, estuvo en boca de todos. Incluso le dio tiempo a cederle su número ocho a Valverde, por petición popular y por decisión propia. Fue una tarde muy viva, relajación tras una semana de tensión. Desconfiaban mucho la afición blanca de la final ante el Borussia Dortmund, un ente difícil de descifrar el conjunto alemán. Pero el resultado, como casi siempre, fue el mismo. El Madrid ganó.

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