La corresponsal ignorada de la Guerra Civil

Home People La corresponsal ignorada de la Guerra Civil
La corresponsal ignorada de la Guerra Civil

«Estaba oscureciendo y seguía lloviendo. Me apresuré a entrar en el coche. En las sombras del otro lado observé a un chico de unos diez años, tenía el pelo mojado y le caía un rizo en la frente. Me miraba con grandes ojos oscuros y me recordó a mi propio pequeño en casa, en Noruega. En ese momento, la ansiedad se apoderó de mí. Tuve la sensación de que ese chico iba a vivir algo horrible muy pronto. Quise cogerle y alejarnos conduciendo a toda prisa. Justo entonces aparecieron los demás y el chico se desvaneció como una pequeña sombra en la lluvia. Cuatro días después, Alfarnate cayó».Este es solo un extracto de la serie de reportajes que Gerda Grepp escribió para el principal periódico de Noruega en febrero de 1937. Se titulaba ‘Diez días en la Málaga moribunda’, la capital que estaba a punto de ser ocupada por las tropas franquistas mientras ella estaba allí. Casi nadie la conoce hoy, pero esta periodista noruega fue la última corresponsal en abandonar la ciudad. Tan solo se quedó su amigo Arthur Koestler , un miembro destacado de la prensa extranjera y espía de la Internacional Comunista, a quien conocía desde sus años en París.A lo largo de los ochenta años transcurridos, Grepp ha sido largamente ignorada en España. Tampoco los historiadores ingleses y estadounidenses especializados en la Guerra Civil se han ocupado de ella. Ahora, la periodista noruega Elisabeth Vislie ha publicado la versión en español de ‘En el frente’ (Plankton Press), una documentada biografía centrada en el periplo de la corresponsal durante durante el conflicto, que paradójicamente lleva ocho años publicada en su país natal. Solo este libro y el documental ‘Caleta Palace’ , dirigido por José Antonio Hergueta y nominado al Goya en 2023, la han dado algo más a conocer.Noticia Relacionada ‘Operación Filisteos’ estandar Si La matanza imaginada en el Valle de los Caídos que habría acabado con el régimen franquista Israel Viana Antonio Ruibérriz publica ‘Operación Filisteos’, una novela en la que cuenta, basándose en hechos reales, un atentado organizado por comunistas noruegos y la CNT en la inauguración del monumento en 1959«Hay que tener en cuenta que Gerda murió en agosto de 1940, cuatro meses después de que los nazis ocuparan Noruega. La ocupación se prolongó durante cinco años en los que la población sufrió mucho. Los alemanes mataron a unas 10.000 personas en aquel país y, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, había muchísimas historias violentas que contar y muchísimas víctimas a las que honrar. Con esto quiero decir que los méritos de Gerda en España no estaban en la agenda del Gobierno noruego en ese momento, como tampoco lo estaba la Guerra Civil española , así que fue olvidada en su país. Creo que esa es la razón de que tampoco haya sido reivindicada y recordada en España», comenta Vislie a ABC.En el frenteNo parece importar que el periplo de Grepp por España fuera largo y lleno de peligros, cubriendo para los periódicos más importantes de Noruega alguno de los episodios más importantes de la Guerra Civil. Apenas cumplidos los 30 años, una tuberculosis que iba mellando su salud y dos hijos en su país que fueron cuidados por su madre durante su ausencia, la periodista nacida en Oslo en 1907 tuvo la suerte (o desgracia) de estar siempre en los lugares que importaban: en la Barcelona que resistió la sublevación para hacer la revolución, en el Madrid que detuvo el golpe de Estado y resistió a los franquistas, en Valencia, que fue capital del Gobierno republicano, y en la Málaga que se rindió al Ejército del Sur capitaneado por Queipo de Llano. ‘En el frente’ Editorial: Plankton Press Autora: Elisabeth Vislie Páginas: 288 Precio: 19,90 euros«Estar en guerra, vivir de forma irregular, muchas veces sin comida y con mucho estrés no es lo más aconsejable para un paciente con tuberculosis. Los meses en España definitivamente acortaron su vida, pero quizá por eso, porque era consciente de que su enfermedad era muy grave y de que podría morir prematuramente, fue a la guerra. Era una idealista que quería contribuir a la lucha contra el fascismo y tenía una madre amable y disponible, Rachel, que la apoyaba y cuidaba de sus hijos, lo que facilitó que Gerda pudiera dejar Noruega y trabajar como corresponsal. Gerda tenía ganas de vivir la vida intensamente en este período, costara lo que costara», asegura la biógrafa. Y así hizo, a pesar de las advertencias de sus colegas: «La responsabilidad de ir a Málaga es tuya, Gerda, puede ser peligroso». Pero la decisión estaba tomada y fue, junto a Koestler, a aquella ciudad a punto de ser masacrada. Hacían buen equipo, al fin y al cabo, a pesar de los secretos que ocultaba su colega húngaro. La joven corresponsal fue, además, una de las pocas periodistas que recorrió, junto a los civiles, la carretera que unía Málaga con Almería en la que se produjo la famosa ‘Desbandá’.«Una se siente una cobarde»Habitantes desesperados, soldados republicanos exhaustos, desertores de todo tipo, el gobernador de Málaga, parte del Estados Mayor… Todos huían. Decenas de miles de personas aterrorizadas salieron de esta ciudad por la única vía de escape, que pronto sería conocida en todo el mundo como «la carretera de la muerte». Grepp y los refugiados pronto se encontraron en una trampa mortal, puesto que los franquistas no tuvieron ninguna intención de dejar pasar a los civiles sin que pagasen el castigo por haber detenido el alzamiento de julio de 1936. «Una se siente una cobarde dejando atrás una ciudad en la que tantos van a morir», había escrito Gerda Grepp poco antes. Al final, los que huían fueron atacados con bombas desde los aviones y con cañonazos desde los barcos sublevados. Murieron unos 5.000 civiles, mientras el general franquista Queipo de Llano emitía por radio, desde Sevilla, sus soflamas violentas: «Por cada hombre de orden que caiga mataré a diez extremistas. Y a los dirigentes republicanos que huyan, no crean que se librarán: les sacaré de debajo de la tierra y, si están muertos, los volveré matar». No obstante, los cinco reportajes que la corresponsal noruega envió sobre sus experiencias en Málaga estaban todos escritos en un tono optimista. Cuando hablaba de las mujeres o los soldados en el frente, siempre incluía mensajes de esperanza y confianza en la derrota de Franco . «Pintaba el futuro de la República como ella quería verlo, al igual que la mayoría de los periodistas antifascistas e igual que los periodistas del bando enemigo. Gerda vivió la época dorada de la propaganda», explica Vislie.Censura republicanaA pesar de ello, se enfrentó a la censura republicana, que se había vuelto aún más inflexible de lo que ya era durante la guerra y les impuso la prohibición de enviar material sobre la caída de Málaga. Una prohibición con la que estaba en total desacuerdo, tal y como le contó a su madre en una carta que le pudo enviar: «Mamá, debes explicar en el periódico lo importante que es lo que ha ocurrido. No hay ningún periodista extranjero, excepto Koestler, que conozca los últimos días de Málaga como yo. Fui la penúltima en salir, espero que Koestler haya conseguido ser el último, aunque puede que esté muerto. Tengo que coger un poco de distancia antes de poder escribirlo». De entre todos los periodistas y escritores extranjeros que vinieron a España a documentar la Guerra Civil, Gerda Grepp sigue siendo, con toda seguridad, la más desconocida. Esto se debe, en parte, a que Koestler se refirió en su libro ‘Testamento Español’ siempre con sus iniciales, G. G., quizás para protegerla. También podría explicarse por la numerosa lista de escritores y corresponsales reconocidos que pasaron también por España, como Ernst Hemingway, George Orwell, John Dos Passos, Antoine de Saint-Exupery, Robert Capa o Gerda Taro, entre otros. En mayo de 1937, Grepp se trasladó al frente norte donde pasó varias semanas visitando las líneas defensivas del Ejército republicano y fue testigo también de la batalla de Bilbao. Sin embargo, su tuberculosis empeoró tanto que tuvo que abandonar la zona de guerra y regresar a Noruega. «En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial , Gerda estaba demasiado enferma para viajar al extranjero. Le escribió a un colega periodista que tenía un fuerte deseo de ir a Checoslovaquia cuando Alemania la atacó en marzo de 1939, pero no pudo. En ese momento solo tenía un pulmón y muchos problemas para respirar. Tuvo que pasar meses en la montaña, donde el aire era mejor para un enfermo de tuberculosis. El gran objetivo de Gerda era convertirse en una gran periodista, escribir reportajes importantes por todo el mundo y pasar tiempo con sus amigos antifascistas. Al final, no resultó así. Murió de su enfermedad a los 33 años», recuerda Vislie.

Leave a Reply

Your email address will not be published.