Francisco Franco no arrancó el conflicto con dinero de sobra. Se calcula que, cuando estalló el golpe de Estado el 17 de julio de 1936, apenas contaba con doce millones de pesetas en el banco. La cantidad, irrisoria, sorprendió a Adolf Hitler : «Este no es modo de comenzar una guerra». Receloso, el dictador alemán acabó por abrir la cartera y enviarle al Marruecos español nada menos que una veintena de aviones JU-52 para que transportara a sus tropas hasta el corazón de la península. El mismo ‘Führer’ señaló años después que su par español debería haber levantado un monumento en honor de aquellos aparatos. A partir de entonces comenzó una relación entre el uno –Franco– y el otro –Hitler– que el mito ha definido como desinteresada. Legión Cóndor, destrucción a golpe de submarinos alemanes de los mercantes republicanos … La propaganda, siempre presta para dar un giro completo a los argumentos, insistió en que el ‘Führer’ anhelaba utilizar España como un campo de pruebas para el conflicto que se avecinaba en Europa y que no necesitaba ni una moneda. Pero no puede haber un error mayor. Desde hace una década, son muchos los autores que han señalado las prebendas que el dictador español entregó al Tercer Reich ya durante la Guerra Civil . Y no fueron pocas.Empresas fantasmaUno de los expertos que ha cargado contra la línea de flotación de este mito ha sido el historiador y economista Pierpaolo Barbieri. En ‘La sombra de Hitler’ (Taurus, 2015), este experto argentino demuestra que el ‘Führer’ tenía una idea clara en lo que a política exterior económica se refiere. Su idea consistía en transformar España en una colonia que permitiese crecer a Alemania mientras la maquinaria de guerra teutona se mantenía en un segundo plano. Aunque el proyecto no era suyo, sino de Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank y considerado un «genio de las finanzas» por la prensa del momento.Noticia Relacionada estandar No Pódcast | Día D: Un gaitero contra los nazis Manuel P. Villatoro Bill Millin, músico personal de Lord Lovat, recorrió la playa de Sword en mitad del Día D tocando a pleno pulmón para dar ánimos a los soldadosEl mago de la economía ideó una estrategia conocida como el ‘imperio informal’. Esta consistía en que el comercio alemán con los territorios conquistados se sustentara en dos pilares: la producción industrial y las materias primas. De esta forma el país, que pasaba por una depresión absoluta y apenas disponía de tejido fabril para generar munición y armamento, no adolecería de productos básicos necesarios. La segunda pata de este plan era la venta a manos llenas del excedente de armamento que se producía en el Reich; la mayor parte, desfasado. Sobre el papel, Franco encajaba a la perfección en esta idea, pues España disponía de materias primas de sobra y él necesitaba dotar a sus hombres. Dicho y hecho. En el verano de 1936, el bando sublevado se valió de la empresa HISMA , (Compañía Hispano-Marroquí de Transportes) para adquirir el material militar de su homóloga alemana, ROWAK (Sociedad de Compra de Mercancías y Materias Primas Ltda). Así lo suscribe el historiador económico Walther L. Bernecker en ‘La intervención alemana en la Guerra Civil española’ : «En un principio, el objetivo de HISMA, liderada por un germano, consistía en disimular el transporte de tropas con aviones alemanes desde África a España, operación que debía revestir un carácter económico privado. Pero muy pronto esta sociedad asumió un campo de operaciones mucho más amplio, correspondiéndole la organización, en la parte española, del negocio de armas entre Alemania y España». Más y más poderLos informes de la época dejan claros sus objetivos. Las dos compañías tenían la función de «asegurar a Alemania la mayor cantidad posible de materias primas y productos alimenticios procedentes de la España nacional [SIC]». Por si fuera poco, Hermann Goering , al frente de la ‘Luftwaffe’, no tardó en bloquear la actividad del resto de empresas dedicadas a la exportación e importación para alumbrar una suerte de monopolio comercial. «Lo curioso de este sistema consistía en que HISMA y ROWAK representaban los intereses del Reich y lograron configurar el comercio hispano-alemán al servicio de esos intereses, dejando de lado a las autoridades españolas», añade el historiador germano.En todo caso, las represalias españolas no sirvieron de nada. Al final, a Franco le resultaba imposible denegar a HISMA los permisos de exportación porque sus gerifaltes controlaban también los envíos de material de guerra germano. La alternativa, por tanto, era quedarse sin fusiles, munición y carros de combate. Como resultado, la compañía ganó mucho poder a lo largo del conflicto. «En el transcurso del año 1937, HISMA adquirió en España derechos sobre minas de hierro, cobre, plomo, tungsteno, estaño, cinc, cobalto, níquel, etc.», completa. Y así, allá por octubre, este curioso conglomerado amasaba ya derechos sobre 73 minas, cifra que aumentó de forma exponencial en 1938 hasta más del doble.Que Franco aceptara aquel atropello no implica que no le molestara. Así, entre 1937 y 1938, brotaron entre ambos dictadores tensiones considerables alrededor de diversos temas económicos. El mayor conflicto se dio en relación a la cuantía a la que debería ascender la participación del capital del Tercer Reich en los derechos sobre las minas peninsulares. «Sólo a partir de la conferencia de Múnich , cuando Hitler comenzó a asumir un papel cada vez más relevante en la política europea, Franco accedió a plegarse a las exigencias alemanas y aprobó participaciones mayoritarias de capital alemán en compañías mineras españolas. La adquisición de derechos sobre estas representó el aspecto más significativo de los objetivos económicos alemanes en España», añade el experto.PruebasPruebas de esta ‘ayuda desinteresada’, y nótese la ironía, los hay por decenas. Aunque uno de los más destacados es la carta que el empresario alemán Johannes Bernhardt , muy cercano a Hitler, envió a Franco el 5 de julio de 1940. Por entonces la deuda se hallaba bloqueada a pesar de que el dictador español debía al Tercer Reich unos veinte millones de marcos. Desde Berlín presionaban la Caudillo para que pagara, o entregara a cambio una cesión de explotación de varios complejos mineros de wolframio. A cambio, el gallego esquivaba el tema como podía. «Desde comienzos de la gran guerra, en que contra las fuerzas de los Aliados se encuentra empeñada Alemania en la lucha por su existencia, no hemos recibido del Estado Español pago alguno que pudiera ser utilizado para la adquisición de materias primas con destino a Alemania. En mutuos acuerdos se aplazó para fechas posteriores la liquidación de los grandes gastos de guerra, no obstante la enorme escasez de materias primas que sufre Alemania. En contra del espíritu de los convenios estipulados con los distintos Departamentos del Estado Español, sobre todo con el Ejército, los créditos concertados por mediación de Hisma Ltda., y para los que se convinieron condiciones fijas para su amortización, han sido ignorados. […] Como hasta la fecha, y pese a las instrucciones dadas por V. E., no se han efectuado a nosotros pagos de alguna consideración, encuéntrome en la delicada situación de tener que informar a Alemania que no puedo dar término a los problemas que me han sido confiados para su solución».Noticias Relacionadas estandar No El misterio de la legión romana perdida: ¿fue la I Minerva vencida por los visigodos? Manuel P. Villatoro estandar No «El Papa se tuvo que exiliar» El año en que Europa ardió en llamas revolucionarias Manuel P. VillatoroTras una introducción a la cerviz, Bernhardt amenazaba de forma elegante a Franco con acudir a sus superiores si España no pagaba sus deudas: «He de temer que en Alemania no se llegue a comprender el que la Nación Española –a la que tantos lazos de amistad nos unen y con la que durante varios años hemos combatido juntos hombro a hombro– durante la lucha por nuestro destino de por sí no haya realizado pagos que sirvan para la adquisición de materias primas, ni tampoco haya procedido a cubrir aquellos compromisos que emanan del nuevo intercambio de mercancías». En sus palabras, era un hecho innegable que Alemania no había obtenido lo que se le había prometido y, a cambio, necesitaba unos 24 millones de reichmarks para mantener su industria activa.
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