En 2018, la empresa automovilística Ford adquirió el edificio de la Estación Central de Michigan en Detroit . En aquel entonces, la que en el momento de su inauguración en 1913, fue una de las terminales de transporte más arquitectónicamente espectaculares de Estados Unidos, llevaba tres décadas cerrada y estaba sumida en un terrible proceso de deterioro. Seis años de intenso trabajo de restauración y rehabilitación han devuelto a aquella antigua estación ferroviaria su esplendorosa grandeza original para convertirla de nuevo en un referente de la identidad de la ciudad y en un enclave de espíritu plenamente contemporáneo, dentro del que hacer germinar propuestas que conduzcan a un progreso positivo en el ámbito de la movilidad sostenible. The Station, que ha abierto sus puertas a comienzos de este mes , se convertirá en la nueva sede de oficinas para un millar de empleados de diversos equipos de Ford (número que está previsto incrementar a lo largo de los próximos años, con el objetivo de que el edificio acoja a 2.500 trabajadores en 2028). Simultáneamente, funcionará como un eje de innovación poniendo 640.000 m2 a disposición de empresas, universidades, start-ups y empresas en espacios culturales, tecnológicos, comunitarios y de reunión, a fin de alentar la generación de intercambios y colaboraciones. También será un lugar para los ciudadanos: habrá restaurantes y locales comerciales, y también ofrecerá música y otras artes. Una revitalización que aspira, en palabras de Bill Ford, presidente ejecutivo de la compañía, a asegurar que Detroit siga conservando su título de ‘Ciudad del Motor’ entre las generaciones venideras. En el sueño de futuro que hoy encarna este edificio resuena el espíritu de aquello que se llamaba ‘el gran sueño americano’ . La fortaleza y osadía de una ambición que llevó al logro de proezas inéditas, negando los límites de lo imposible, para lograr un progreso radicalmente transformador. La propia restauración del edificio, llevada a cabo por el departamento de Preservación Histórica de la firma constructora Christman-Brinker, parecía imposible para muchos. El sueño americano Uno de los elementos más extraordinarios de la Estación Central de Michigan es el techo abovedado y cubierto de azulejos de su Grand Hall, de casi 17 metros de altura, y que hay que atribuir al mérito del arquitecto español: Rafael Guastavino Jason Keen/Michigan CentralDe estilo Beaux-Arts y construida por Warren & Wetmore and Reed & Stem, el mismo equipo responsable de la estación Grand Central de Nueva York , uno de los elementos más extraordinarios de la Estación Central de Michigan es el techo abovedado y cubierto de azulejos de su Grand Hall, de casi 17 metros de altura, y que hay que atribuir al mérito del arquitecto español: Rafael Guastavino , una figura absolutamente clave en la arquitectura estadounidense de finales del siglo XIX. Guastavino llegó a Nueva York en 1881. Se cuenta que llegó allí aparentemente huyendo de una vida personal inestable, con cuarenta dólares en el bolsillo y apenas balbuceando el inglés; aunque es muy posible que llegase allí no sólo a la búsqueda de un camino profesional, sino también alentado por su propio empuje investigador, a la búsqueda de un cemento de superior calidad.El Grand Hall es una foto de 1916Había nacido en Valencia en 1842 y se formó como arquitecto en Barcelona, donde se especializó en la construcción de bóvedas tabicadas , técnica sobre la que investigó a fondo y que aplicó en edificios como la Fabrica Can Batlló (actual sede de la Escola Industrial), construida en 1870. Su dominio le posibilitaría hacerse un importantísimo lugar en Estados Unidos, donde patentaría el sistema constructivo de tipo de bóvedas, también conocidas como ‘volta catalana’, que permitían una construcción rápida, poco costosa y muy resistente, a la vez que liviana, en un momento en que el revival de la arquitectura neo-medieval imponía una fuerte demanda de este elemento. En 1899 logró crear una empresa, Guastavino Fireproof Construction Company , y construyó la que sería su primera gran obra en aquel país: las bóvedas de la Biblioteca Pública de Boston , que le reportaría un importante reconocimiento y le llevó a comenzar a trabajar con muchos de los arquitectos de mayor relevancia, convirtiéndose esas bóvedas por él patentadas en uno de los rasgos más definitorios y atractivos de la arquitectura de aquel momento. La Grand Central o la estación de metro City Hall de Nueva York, la cúpula del Edificio Hearst Memorial Mining son otros ejemplos del trabajo de este arquitecto valenciano, figura fundamental para entender los inicios del Modernismo en Barcelona y la arquitectura pública de la Costa Este estadounidense, que, sin embargo, debió ser rescatada del olvido por el crítico George Collins, quien recuperó literalmente de la basura los archivos de la firma de Gustavino. Esta recuperación de la Estación Central de Michigan es un paso para poner en valor a quien hay que considerar uno de los grandes arquitectos españoles de la historia.
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