La casa del 27

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La casa del 27

Hay que recordar siempre la casa de Vicente Aleixandre, en la calle Velintonia , en Madrid, porque esa casa es una causa de todos, y hay que recordar al propio Aleixandre, un Nobel a veces traspapelado, que inaugura siempre una lectura soleada, o crepuscular a veces, pero siempre pendiente, siempre cósmica, siempre nutricia. Hablar de Aleixandre es un redescubrimiento a contramoda, y una justicia resucitada , y un domicilio de la eternidad .Ahora toca hablar con énfasis de su casa, porque al fin parece que la Administración he entendido que el sitio es la sede la Generación del 27, entre otras cosas, y es tan importante el contenido cultural que la carcasa de construcción propiamente dicha. Tan importante, o más. La Comunidad de Madrid lo ha entendido, cuando el Ministerio del ramo lleva demasiado rato sin enterarse, o sin querer enterarse . Hay que apoyar y celebrar la gestión tenaz de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, que no se cansa nunca. Noticia Relacionada Las puertas abiertas de Velintonia visual Si Los poetas vuelven a la casa de Aleixandre 40 años después Bruno Pardo Porto ABC Cultural acompaña a la última generación de poetas que visitó la casa del Nobel y recibió allí su magisterioVelintonia cumplió de santuario de los poetas del 27, y de ahí en adelante, que es como decir que ha sido el templo de cita, amistad, tuteo y palabra de los hacedores mejores del verso , desde Federico García Lorca a Jaime Gil de Biedma. Desde Dámaso Alonso a Carlos Bousoño. Aleixandre no fue sólo un Premio Nobel sino un anfitrión de las tertulias de afecto de los poetas consagrados, o primerizos, con lo que el futuro ideal de esa casa es la vocación que cumplió en el pasado: un hogar de la poesía , un domicilio del diálogo. Futuro ideal, y único, yo diría. Parece que la cosa se va poniendo bien.En cuanto al propio Aleixandre, yo diría que injustamente se le traspapela, entre Cernuda y Lorca . Pero prorroga y prestigia el ramo máximo de «los legisladores de lo invisible», con un gusto innato por la sintaxis aérea y la imaginación hacia adentro. En homenaje a Góngora, dejó un poema donde se lee, bajo compás de endecasílabo destiladísimo: «y el acorde total clama perfecto». Pudiera ser el diagnóstico del portento de sí mismo.

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