Toni Hill, en la boca del lobo del thriller ibérico

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Toni Hill, en la boca del lobo del thriller ibérico

Justo un año después de publicar ‘El último verdugo’, novela con la que dio en el clavo (¡y de qué manera!) al alumbrar a un perverso psicópata que ajusticiaba a sus víctimas a golpe de garrote vil , Toni Hill (Barcelona, 1966) regresa puntual a las librerías para confirmar si, tal y como se puede leer en fajas y contraportadas en letras tamaño neón de Times Square, nadie mata como él. Práctica y entreno, la verdad, no le faltan: ahí están, lustrando su historial ‘delictivo’, la exitosa trilogía protagonizada por el inspector Héctor Salgado, y esas novelas independientes con niños asesinos (‘Tigres de cristal’), fantasmas de inmigrantes entre señoras de bien de Sant Cugat (‘El oscuro adiós de Teresa Lanza’) y desvelos góticos (‘Los ángeles de hielo’).Seis títulos ya y, sin embargo, tuvo que llegar el séptimo para que todos los astros se alineasen y la fábrica de superlativos doblase turno. «Sí que hubo una especie de unanimidad y una mayor atención», relativiza Hill, de estreno con ‘La hora del lobo’ (Grijalbo), segunda entrega de lo que nació como novela autoconclusiva y acabará siendo trilogía. «Normalmente, cuando acabas una novela, atraviesas un periodo de duelo, de alejarte de esa historia. Vas hablando de ella y al mismo tiempo se te ocurre otra nueva. Y con esta no me pasaba. Todo lo que se me ocurría venía con ellos incorporado«, explica.Ellos, en este caso, son la criminóloga Lena Mayoral y el psicópata Charles Bodman, pareja de baile de ‘El último verdugo’ que se reencuentra a distancia en ‘La hora del lobo’: él en la cárcel, a la espera del juicio por sus múltiples asesinatos; ella en el idílico y aislado valle pirenaico de Boí, donde investiga una extraña desaparición. «La idea siempre es que si sigues es para escribir algo mejor, no por estirar el chicle o simplemente aprovechar los personajes. Y no es fácil, porque tus capacidades son las mismas», reconoce Hill. Fácil no será, pero el autor de ‘El verano de los juguetes muertos’ expande el universo de ‘El verdugo’ con una novela que echa a andar, a rodar más bien, con un niño desaparecido, una madre estrangulada y unas pesquisas que, siete años después, tropezarán con otro cadáver: el de un adolescente de la misma edad que la del menor desaparecido años antes. ¿El lugar? Uno de los diminutos pueblos del valle de Boí, esos en los que cuando asoma la niebla sólo se distingue el campanario de la iglesia. ¿El momento? Ese lapso que separa la noche de la aurora. Sí, ‘la hora del lobo’, «cuando la mayoría de la gente muere, cuando el sueño es más profundo y las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos», como leemos en las primeras páginas.Soledad y aislamientoA partir de ahí, tensión (narrativa) por las nubes y thriller sobre ruedas. Muerte, aislamiento, un extraño culto religioso, una protagonista magullada que intenta reponerse a las heridas que le dejó la primera novela… «Si me fui de Barcelona a los Pirineos era para que Lena estuviese más aislada, más sola. Está mentalmente enferma en una casa enferma, y su único anclaje en la vida de golpe está a tres horas y media de coche. Es un paraje muy bonito, sí, pero pasa una noche de invierno solo en una casa y verás», resume Hill mientras compone una suerte de tríptico de emociones amorales formado por la justicia, la tradición y el rencor. «Si ‘El último verdugo’ trataba de la justicia, esta segunda novela explora de manera clara la idea de traición. Quizá la palabra tenga algo de melodramático cuando se dice en voz alta, cuando acusamos a alguien de habernos traicionado. Sin embargo, el sentimiento es profundo y visceral, al mismo tiempo que, a lo largo de una vida, se convierte en algo inevitable. Todos sufriremos las consecuencias de ese hecho por uno u otro lado. Y, lo que es peor, en algún momento la mayoría de nosotros se traicionará a sí mismo. Me gustó tomar esta idea y convertir ese acto oscuro en el eje de un culto religioso que lo asume como prueba de nuestra condición humana», reflexiona el barcelonés. Noticia Relacionada estandar Si Matthew Blake, de redactor de discursos políticos a nuevo fenómeno del thriller psicológico David MoránEl rencor, añade Hill, se lo reserva para la tercera entrega de una saga que si empezó con buen pie fue, sospecha, por abrazar el género sin remilgos. Thriller puro y duro y que sea lo que el lector quiera. «No es un subterfugio para hablar de otros temas como la inmigración; esto es un thriller de un asesino en serie que, además, va con un garrote vil, todos los ingredientes de esas novelas a las que la crítica no hace caso», explica. Y aún así, añade, tampoco esto es tan fácil. «Lo del garrote vil, sin duda, llamó la atención, pero si el personaje no tuviese consistencia quizá no hubiese tenido recorrido. Darle un poco la vuelta al psicópata, que es material de derribo, el personaje más trillado del thriller, quizá también ayudó».

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