‘Bienvenido, Mister Chaplin’, de Juan Francisco Fuentes: ese gran pueblo con poderío

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‘Bienvenido, Mister Chaplin’, de Juan Francisco Fuentes: ese gran pueblo con poderío

Unas pocas veces los adelantos de prensa de las editoriales se convierten en una celebración. En general, no: tanto Random House como Planeta o las editoras más pequeñas ofrecen sus novedades y, s orpresa, sólo te interesan aquellos sellos que te interesaban antes. Y luego se anuncian cientos y cientos de libros a los que —por tiempo, por escaparse de tus temáticas favoritas, por desdén o asquete a autor o narrativa— no les prestarás ni un segundo de tu vida. Por eso: qué alegría cuando me topé con el lanzamiento del nuevo ensayo del historiador Juan Francisco Fuentes en el catálogo de Taurus: ‘Bienvenido, Mister Chaplin. La americanización del ocio y la cultura en la España de entreguerras’. Este señor me había noqueado emocionalmente —a uno no suelen noquearlo emocionalmente los ensayos— con su anterior trabajo ‘La generación perdida. Una encuesta sobre la juventud en 1929’ . ENSAYO ‘Bienvenido, Mister Chaplin’ Autor Juan Francisco Fuentes Editorial Taurus Año 2024 Páginas 488 Precio 22,90 euros 5En él, Fuentes armaba un rizoma histo-socio-psicológico a partir de un sondeo del diario ‘El Sol’ a jóvenes. El año era 1929 y Corina, estudiante de derecho y funcionaria, declaraba: «De nuestro tiempo me agrada todo, por eso si me hubieran pedido mi opinión no habría deseado nacer en ninguna época anterior». Ella y su generación, en ese magnífico libro donde el futuro ya estaba escrito, marcaron los pasos de las entreguerras y los sufrieron en sus carnes. No dejas de preguntarte, en todas sus tremendas páginas, dónde acabó Corina y sus compañeros de añada, arrastrados por un momento histórico del que sí conocemos el final.A ese tiempo regresa Fuentes en este ‘Bienvenido, Mister Chaplin’ y demuestra con profusión cómo economías, tecnologías y culturas —aquí, las estadounidenses— modelaron y modelan sociologías y psicologías —aquí, las españolas— desde lo público —comunicación política, arquitectura urbana, titulares de periódicos, hábitos de la masa…— hasta lo íntimo —consumo cultural, deseos y aspiraciones, vestimentas, sexo…—. El desastre del 98 hizo que sus generaciones subsiguientes —la del 98 y la del 14— se instalaran en un lógico antiamericanismo: qué divertidas sus diatribas en contra — «yanquilandia», «tocineros», «mercachifles» —. Poco nos duró. Aunque la máquina estadounidense no se detuvo en España: fascinó al mundo.No se olvida de los intelectuales y artistas y su contribución a la construcción de lo norteamericano Este volumen pone en su título y en su centro al cine. Ahí despliega una de las muchas fortalezas el texto: el impacto que tuvieron los mitos del cine mudo — Chaplin , Lloyd, Keaton— y luego el sonoro en esa España convulsa de principios del XX y cómo diseñaron costumbres e ideologías gracias a la fascinación por aquello que se proyectaba comunalmente en un lienzo. Más: la Coca-Cola, el jazz —«a veces me siento yo músico de una jazz band», escribió Gómez de la Serna—, las cámaras de fotos, el chicle, el atractivo de lo gangsteril… Una influencia que desemboca en nuestros días con esta globalización nuestra, tan norteamericana: hoy no nos extraña ver a adolescentes de Langreo vestidos como negros del Bronx, ni a unos electricistas con un chaleco que ponga «at your service». También ofrece Fuentes múltiples hallazgos que van más allá, al igual que el libro, de la simple enumeración de datos. Escribe sobre la emigración española —6.000 en 1910, 23.594 en 1920 y 27.448 en 1921—: «la exclusión de los analfabetos por parte de las autoridades americanas» consiguió que «pudieran mantener un vínculo epistolar directo». Cita una carta de Sixto Fernández, recién llegado a Nueva York, a su hermana Florentina en Gijón: «Estuve en una de las varias playas que tiene New York, y es cuatro o cinco veces la de San Lorenzo». En la superficie, estas cartas difundieron un imaginario potentísimo —«mujeres ideales», firma Sixto; avenidas; coches; sol; oportunidades; ‘dollars’—. IdeologíaAl fondo, tras rascar lo anterior, se encontraba una ideología protestante y de libre mercado: el Sueño Americano. Reservado a unos pocos pero aspiración religiosa —me remito a Harold Bloom en ‘La religión americana’— de todo estadounidense, el escritor James Truslow Adams (1878-1949) lo definió como «la ilusión de una tierra en la que la vida debería ser mejor, más rica y más justa para cada persona, con oportunidades según su habilidad o mérito».Obviamente, no se le olvidan al autor los intelectuales y artistas y su contribución a la construcción de lo norteamericano en las cabecitas españolas: Lorca, Blasco, Alberti, Buñuel, Jardiel … Y la influencia estadounidense en la República, la Guerra Civil o el incipiente franquismo. Sería injusto revelar en mi crítica de ochocientas palabras el gran número de detalles retadores que contiene ‘Bienvenido, Mister Chaplin’ y lo gozoso de su lectura. Fuentes, además de historiador, nos da el gusto de escribir para que le leamos como si estuviésemos comiendo una andarica: siempre hay un recodo donde puedes encontrar algo delicioso. Y encima nos crea la ilusión, así son los buenos escritores, de pensar que te lo has trabajado tú. Postdata: espero que se note el apasionamiento de esta reseña. Menos, sería una ofensa.

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