Alfonso Aijón: «Las nuevas generaciones no aguantan canciones de más de tres minutos»

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Alfonso Aijón: «Las nuevas generaciones no aguantan canciones de más de tres minutos»

Alfonso Aijón dice que tiene 93 años y habrá que creerle, porque aparentarlos, no los aparenta. Este hombre con estampa de senador romano presenta una lucidez y una agilidad difíciles de encontrar en alguien de su edad. «El secreto es comer poco de todo y caminar; yo hago diez kilómetros diarios», dice el creador del ciclo de conciertos Ibermúsica, que ha traído a España, desde hace más de cincuenta años, a las más grandes orquestas internacionales y a los mejores directores de orquesta. Su labor ha sido reconocida con el primer premio Alberto Anaut de impulso a la cultura, una iniciativa de La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes, donde lo ha recibido este martes.Usted no tiene la palabra jubilación en su diccionario…No, no es una palabra que se me pueda aplicar. Sigo ocupado en Ibermúsica como antes; tengo los contactos, los amigos… Pero, como digo siempre, ahora soy el jarrón chino.¿Y qué le hace seguir? ¿No está cansado?No, no… El cansancio físico lo aguanto bien; camino 10 kilómetros diarios, que es la manera de mantenerse. y el trabajo intelectual que a estas alturas puedo hacer supone un desgaste mínimo.¿Sigue yendo al Himalaya? Antes iba todos los años.Me ha parado el covid. Yo iría encantado, pero a mis guías, a mis sherpas, la inactividad les engorda; beben mucho y se quedan fuera de juego. Y yo sin mis sherpas de siempre no me atrevo; ellos saben cuáles son mis defectos, dónde me puedo caer… Yo iría encantado, pero…Habla del covid. ¿Ha supuesto para la humanidad un punto y aparte verdadero?Sí, sí, lo ha supuesto. Y además no sé si nos recuperaremos; se están gastando millonadas en material bélico para defendernos de Rusia y mantener la libertad de todos, pero nos olvidamos de que la Unión Europea debería tener el mismo presupuesto para defendernos de la invasión americana en lo referente a las costumbres. Nos estamos americanizando demasiado, se ha ido demasiado lejos. Lo que está en peligro no es nuestra libertad, que está protegida, pero la cultura occidental europea está cada vez disminuyendo.¿Y qué papel tiene ahí la música? Es un lenguaje que une, no que separa.Que se lo pregunten a Daniel Barenboim con su orquesta West-Eastern Divan…Una sinfonía de Beethoven la entienden igual un americano, un africano, un chino…Precisamente los chinos y los países orientales van a salvar la música clásica. La Filarmónica de Berlín, por ejemplo, está renunciando a giras europeas o americanas por estar dos semanas en Shanghai, ahora, en verano. En China están el dinero, la preocupación de aprender… La música tiene más esperanzas ahí. Además, las orquestas más importantes del mundo tienen diez o quince chinos o coreanos.«Los chinos y los países orientales van a salvar la música clásica. La Filarmónica de Berlín, por ejemplo, está renunciando a giras europeas o americanas por estar dos semanas en Shanghai»¿Pero Europa sigue siendo el corazón?Los orientales todavía no están dentro de nuestra cultura, pero lo conseguirán. El pueblo chino es de una sensibilidad tremenda. Los japoneses son los alemanes de Oriente y los chinos los italianos. Son gente muy rápida y con unas ganas de aprender tremendas. Yo creo que con el tiempo lo conseguirán. De momento, la cosa va lenta pero, como ejemplo, están construyendo auditorios maravillosos en todo el país. Y yo siempre cuento que la casa Steinway de pianos se había retirado de la Bolsa de Nueva York porque no vendían; y cuando entraron los chinos, empezaron a vender unos cien mil al año. Cada sala en China Cada sala en China tiene tres pianos de cola.¿Y cuáles cree que son los problemas de la música en España?Que hace veinte años que nuestros políticos dejaron de interesarse por la música clásica. Si repasamos la historia reciente, en los años sesenta del siglo pasado Manuel Fraga se inventó y creó la Orquesta de RTVE, un hecho muy importante. Cuando llegaron los socialistas, en los ochenta, Javier Solana y un hombre fantástico, que es José Manuel Garrido, se inventaron el Inaem, los auditorios y las orquestas provinciales. Y crean la Jonde (Joven Orquesta Nacional de España), que es lo mejor que ha hecho el Ministerio de Cultura nunca. Luego viene Joaquín Leguina, cuando era todavía socialista y presidía la Comunidad de Madrid, y hace junto a Pilar de Yzaguirre un Festival de Otoño formidable. Alberto Ruiz Gallardón crea el Auditorio del Escorial, que es el mejor dotado de España, y también se inventa unas temporadas en el Teatro Real irrepetibles, con Barenboim y la Ópera de Berlín. Y poco más; un alcalde socialista de Santiago de Compostela, Xerardo Estévez, hizo unas temporadas con las mejores orquestas del mundo, pero que han desaparecido también. Y ese es es el problema. Básicamente es que no les interesa. Leí hace tiempo un artículo cuyo titular decía: La música de nuestros políticos. Lo leías y se te caían los palos del sombrajo. Impresionante. Ni una sola cita a un compositor clásico. Eso es tremendo.Usted creó Ibermúsica en 1970, hace más de medio siglo……Es la única empresa de las que se dedica a esto que se ha mantenido más de cincuenta años; no digo agencias que llevan artistas, sino empresas que se arriesgan a hacer conciertos.¿Y usted cree que ahora mismo la volvería a crear?Me lo pensaría mucho, intentaría hacer otra cosa. Dentro de la música que he defendido siempre, claro. Promocionaría músicas extraeuropeas muy interesantes; la música clásica de India, la música árabe… Algo así. O haría ópera contemporánea o prebarroca en un pequeño teatrito. Porque lo sinfónico ya se escucha en los ascensores y en los hospitales.«Hace veinte años que nuestros políticos dejaron de interesarse por la música clásica; no les interesa nada, ni esta música ni otras muchas cosas, son bastante incultos»Pero no es lo mismo que escucharla en una sala…No, por supuesto. Pero cada vez hay menos. En Inglaterra, por ejemplo, el Brexit los ha destruido. Es el único país de Europa en el que los músicos no tienen salario; las únicas son las del Covent Garden y la de la BBC. Pero las grandes, las famosas, la Sinfónica o la Filarmónica de Londres, viven de su trabajo, y con el Brexit se les han cerrado las puertas en todas partes; hay músicos de estas grandes orquestas que están vendiendo flores o trabajando como repartidores porque no pueden vivir de su profesión. Y son músicos fabulosos. No hay mecenas, y la Ópera de Gales o la Orquesta de Birmingham, que con Simon Rattle fue una maravilla, tienen problemas para sobrevivir. Pero pasa igual en Estados Unidos con la Sinfónica de San Francisco, que no puede pagar lo que pide Esa Pekka Salonen. LaYouth Orchestra de Estados Unidos desaparece. En todas partes hay problemas: en Alemania la música ha dejado de ser asignatura en las escuelas. La música está disminuyendo. Hay que cambiar muchas cosas, pero el problema es de las nuevas generaciones. Con las facilidades técnicas que hay, les falta concentración, no aguantan una canción de más de tres minutos o una lectura larga. ¿Pero el péndulo puede volver a su sitio? La gente pide espectáculos en vivo cada vez más.Esa es mi esperanza, pero creo que tardará un par de generaciones. Posiblemente los hijos de nuestros nietos lo necesitarán eso. En arte no hace falta insistir, tienes que necesitarlo. Cuando tú has conocido esa música de niño, la echas en falta… Y luego está lo visual. ¿Por qué la ópera triunfa? Porque hasta el más mentecato del mundo canta en la ducha, sabe lo que es cantar. Y hay, además, un espectáculo en el escenario que, por muy muy paleto que sea uno, lo pasa. Pero mételo en una sinfonía de Bruckner… Será incapaz a no ser que lo haya aprendido desde niño.La educación es la clave.Exacto. Yo repito siempre que estoy agradecidísimo a la formación que tuve y lo afortunado que fui al estudiar en el Ramiro de Maeztu. En los años cuarenta al cincuenta, que es cuando yo estuve, teníamos clases de música con José Moreno Gans, un compositor valenciano que no ganaba suficiente con las clases y trabajaba poniendo discos en Radio Madrid; también dábamos clase con Rafael Benedito, que era el fundador de la Masa Coral de Madrid. Y en Ciencias podíamos trabajar con un microscopio; íbamos a cazar ranas al canalillo y en el propio microscopio que tenía yo, de esos de revolver cháez, hacíamos nuestras prácticas. En fútbol teníamos de entrenador a un centrocampista del Real Madrid, Ipiña; de profesor de gimnasia al jefe de bomberos. Teníamos lectura de textos con Carlos Bousoño, Latín con Antonio Magariños, Literatura con Jaime Oliver Asín… Yo le debo todo al bachiller. Yo organizaba conciertos de música sin pensar que iba a ser mi profesión. A los 14 años ya organizaba en el instituto los conciertos cada quince días: la integral de los cuartetos de cámara de Beethoven con el Quinteto Nacional de Cámara y José Cubiles…«Hay que esperar que los nuevos talentos evolucionen más. Les ha pasado también a los grandes; yo confío en unos cuantos: Klaus Mäkelä, el finlandés, que tiene un talento enorme. Espero que no se suba a la parra y no deje de estudiar. La clave es eso»Cuando uno se enamora de la música, de las artes, ya es para toda la vida.Por supuesto. Yo llevaba también la radio en el Ramiro, que estaba lleno de altavoces, durante el recreo, y ahí se escuchaban las sinfonías de Beethoven dirigidas por Richard Strauss, o los conciertos para piano con Artur Schnabel… Era el terreno de la Institución Libre de EnseñanzaHa hablado de grandes nombres. Usted es amigo de los más grandes. ¿Hay hoy en día grandes personalidades como Zubin Mehta, Daniel Barenboim, etcétera ?Hay que esperar que los nuevos talentos, que hay unos cuantos, evolucionen más. Les ha pasado también a los grandes; hay una gran diferencia entre el Barenboim que empezaba a dirigir y trabajaba con la English Chamber Orchestra, al que dirigía la Orquesta de Chicago o la Staatskapelle de Berlín. Yo confío en unos cuantos: Klaus Mäkelä, el finlandés, que tiene un talento enorme. Espero que no se suba a la parra y no deje de estudiar. La clave es eso. Lo que ocurre es que falta la costumbre de trabajar; estos días estuve en Granada y allí me enteré de que Kirill Petrenko, el nuevo director de la Filarmónica de Berlín, dirigía en Granada a Bruckner por primera vez en su vida. ¿Cómo es posible que el director de la Filarmónica de Berlín no haya dirigido nunca a Bruckner? Y Petrenko estaba dirigiendo Bruckner en Granada con la Gustav Mahler Jugendorchester para entrenarse, porque en agosto inaugura la temporada oficial de la Filarmónica Berlín oficial con la Quinta de Bruckner. Eso no ocurría antes: en la época de Karajan, de Celibidache, se habían pasado la vida trabajando con orquestas de otra calidad.¿Ahora hay más prisa por llegar?Hay prisa por todo, sí. Pero hay problemas con la vida sinfónica porque en Europa Occidental todo es subvencionado, y a los políticos que vienen no les interesa nada, ni esta música ni otras muchas cosas, son bastante incultos. Los presupuestos de las orquestas irán bajando y algunas llegarán a la disolución. En España hay orquestas que están en peligro inminente.¿Hay demasiado utilitarismo?Hay consejeros de Cultura de algunas autonomías que, cuando se habla del presupuesto de la orquesta local, le dicen al gerente: ¿por qué hay tres flautas? Con una basta, ¿Para qué tantos violines, por qué no reducimos ahí? Esa es la mentalidad.Usted es ejemplo de lo que puede hacer la sociedad civil.Llevo cincuenta años haciendo unas series de conciertos que no existían en Europa. La única competencia de Ibermúsica hasta hace quince años era Viena. Pero ni en París ni en Italia había una serie como esa. Los ingleses llegaron a hacer una serie copiando nuestro nombre, las orquestas del mundo. Aguantaron dos temporadas, pero es normal, porque tienen cinco orquestas muy buenas.¿Y cómo está el nivel de las orquestas españolas actualmente?Cada vez mejor. Cuando llega nuestra democracia y las grandes orquestas empiezan a hacer giras, no teníamos dónde tocar. Yo hacía contratos por cinco conciertos pero se daban dos; los otros tres los pagaba yo. No había auditorios y los conciertos se celebraban en campos de fútbol o pabellones de deporte. Ya cuando se hicieron los auditorios, con la ayuda de Garrido y Solana de ministro, todos empezaron a ver que la música era algo que se podía utilizar también para hacer propaganda política. La Reina Sofía es la que tendría que recibir una medalla; todos querían hacerle la pelota, sabían que le gustaba la música y la promovían. Se crearon orquestas en cada comunidad y, como no había músicos aquí, se trajeron músicos de Europa… Pero no los buenos, sino los malos. Entonces los malos músicos extranjeros llenaron durante mucho tiempo las orquestas españolas y como eran influyentes y tocaban mejor que los de aquí, estaban en los jurados para la admisión de nuevos músicos y traían a sus amigos, a sus alumnos… Durante un tiempo tuvimos una crisis de este tipo. Pero ahora los españoles, gracias al sistema de becas, han mejorado mucho. Cuando vijo Claudio Abbado hace muchos años con su orquesta de jóvenes, me decía que en España no había buenos músicos jóvenes. Y en el último concierto que hice con él, le dije que me repitiera lo que me había dicho. Porque en su orquesta había veinticinco españoles en los mejores puestos. Los músicos españoles ahora están en las mejores orquestas del mundo en puestos principales. Y además hay directores españoles que hacen vida realmente internacional.

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