Desde que comenzó a viajar por Europa cuando era un adolescente hace más de cincuenta años, Timothy Garton Ash (Londres, 1955) lleva una libreta en el bolsillo en la que anota los episodios que le llaman la atención de los países que visita, los testimonios de las personas con las que habla –sean figuras políticas de primer orden o personas desconocidas– y las reflexiones que le surgen al respecto. Los guarda todos. Durante la pandemia, cuando no podía salir ni coger un avión, quiso apilarlos en la escalera y le ocuparon media casa. No llevamos ni dos minutos de entrevista cuando enseña orgulloso el último, un pequeño cuaderno negro que saca de su bolsillo izquierdo mientras mastica un trozo de pan: «¡Aquí está!». ¿Qué es lo último que ha anotado sobre España? «En noviembre vine a Madrid y Barcelona por la publicación de mi último libro y coincidió con los días en los que Pedro Sánchez cerró el acuerdo para su investidura con los catalanes [con el presidente de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont , fugado en Bruselas por aquel entonces] a cambio de concederles la amnistía. Recuerdo que describí todo aquel drama», responde. Garton Ash presentaba ‘Europa, una historia personal’ (Taurus, 2023), un ensayo escrito con tanta rabia como esperanza que se ha publicado en 21 países. No es exactamente una autobiografía, sino una historia muy particular del viejo continente contada a través de sus viajes y las personas que ha conocido. Un libro impulsado por su propia memoria y la de su padre, un excombatiente del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial , en el que no hay casi ninguna línea que no haya sido vivida por el autor. «En realidad es una carta de amor a Europa», subraya el también catedrático de historia de la Universidad de Oxford y columnista de ‘The Guardian’, mientras en la calle se congrega el público que va a asistir a la conferencia que va a impartir en la Fundación Ramón Areces , en Madrid, titulada ‘Europa al comienzo de una nueva era’.Noticia Relacionada Núremberg estandar Si Alcohol, sexo y mentiras: los trapos sucios del juicio contra el nazismo Israel VianaAunque en la sala hay aforo para más de cuatrocientas personas, se llena rápidamente e, incluso, algunos interesados se quedarán fuera. El tema sobre el que hablará se parece mucho, precisamente, al de su última columna en el prestigioso diario británico, que fue publicada un día después de los recientes comicios europeos, La tituló: ‘¡Despertad! Después de estas elecciones, Europa está otra vez en peligro’ . «La mejor Europa»La afirmación es contradictoria para alguien que cree que «hemos construido la mejor Europa que podíamos tener» si miramos por el retrovisor hacia el siglo XX. « Churchill dijo que ‘la democracia es el peor sistema de gobierno posible, a excepción de todos los demás que se han probado’. Con esto quiero decir que, en realidad, esta es la mejor Europa posible, a excepción de todas las demás que hemos vivido. En otras palabras, es la mejor Europa que hemos tenido nunca, porque jamás hubo un momento en el que tantos países fueran democracias liberales, vivieran en libertad y estuvieran unidas económica y políticamente, además de en cuestiones de seguridad. El punto culminante de ese éxito se produjo hace 10 o 15 años, pero lo cierto es que, desde 2008, hemos vivido una crisis tras otra. ¿Tenemos la mejor Europa? Sí, pero corremos el peligro de perderla», advierte.Garton Ash cree que la «principal amenaza» ahora es el ascenso de la extrema derecha. «En este sentido –añade–, debemos preguntarnos por qué la votan. Fue interesante observar la última campaña electoral de Francia , porque las preocupaciones reales de los franceses eran, realmente, no poder pagar una vivienda, no tener un trabajo o no recibir una buena atención médica. Con esto quiero decir que las razones por las que la gente votó a estos malos partidos son preocupaciones reales… son buenas razones. Eso es consecuencia de que los gobiernos no cumplen con su contrato social, es decir, mejorar la vida de sus ciudadanos. Impacta ver las encuestas de opinión, en las que los jóvenes piensan que su nivel de vida es peor que el de sus padres, justo lo contrario de lo que debería ocurrir».Controlar la inmigraciónEl historiador reconoce, sin embargo, que la cuestión es «muy difícil» de afrontar: «¿Qué podemos hacer con un partido de extrema derecha al que han votado el 34% de los franceses?». Busca la respuesta en este país que encabeza, con Marine Le Pen y Jordan Bardella como líderes, el crecimiento de la derecha radical. Más concretamente, en Agrupación Nacional, la formación que aboga por el control de la inmigración, el alejamiento de la Unión Europa y un amplio abanico de medidas sociales, aunque solo para los franceses nativos. «Lo que ocurrió con el presidente Macron es que fue capaz de atraer a todos los liberales de Francia al centro, tanto los de izquierda como los de derechas. Eso está bien si tienes éxito con tus políticas, es decir, si le das a la gente que te ha votado lo que quiere, pero si fallas… En ese caso los que te han votado se mueven hacia la extrema derecha o la extrema izquierda. Por eso creo que España todavía tiene suerte de tener un gran partido de centroderecha y otro de centroizquierda, porque así hay una alternativa para los votantes que no son extremistas ni antiliberales», justifica. —¿Qué habría pensado su padre de este ascenso de la extrema derecha, después de haber combatido contra el fascismo como soldado en la Segunda Guerra Mundial? —Mi padre era muy conservador, un hombre tradicional de los de toda la vida, pero aún así le habrían horrorizado Nigel Farage [líder del partido británico Reform UK], Marine Le Pen o cualquier otro líder de la extrema derecha. Una de las grandes fuerzas que construyeron aquella Europa posterior a 1945 de mi padre fueron los partidos liberales conservadores. Lo que pasa ahora es que se está rompiendo la frontera que había entre estos partidos conservadores liberales y los populistas nacionalistas. Mira lo que pasa con el gobierno de coalición holandés [encabezado por el ultraderechista Geert Wilders], Giorgia Meloni o los republicanos que se unieron a Agrupación Nacional. Garton Ash habla con la perspectiva que le da el tiempo y todos esos viajes realizados por el continente durante las últimas cinco décadas, en los que fue un espectador directo de algunos de los acontecimientos más importantes de nuestra historia reciente. De hecho, durante el confinamiento, al no poder hacer eso que siempre había hecho, visitar otros países, fue cuando empezó a escribir las quinientas páginas que conforman su «historia personal» de Europa. Una España «pobre»Vivió en Alemania Oriental: «Quizá la peor Europa que he conocido, la más cercana a un estado policial al estilo de la novela ‘1984’ de George Orwell, y sé de lo que hablo porque a mí me espió la Stasi. Eso marcó un punto de inflexión en mis viajes, fue una experiencia formativa». Conoció España en la época de la muerte de Franco y los primeros meses de la Transición: «Recuerdo pensar que teníais una historia increíble, pero, si te soy sincero, también sentí que era un país pobre y atrasado en ese momento. Ten en cuenta que yo venía de Gran Bretaña y celebré que se hubiera acabado vuestra dictadura, pero pensé que a los españoles todavía les quedaba un camino por recorrer. ¡Ahora es todo muy diferente, por supuesto!».También vivió la caída del Muro de Berlín, a la que siguió una época que no fue precisamente de paz. Observó y analizó de primera mano la sangrienta desintegración de la antigua Yugoslavia en los noventa, las atrocidades terroristas en numerosas ciudades europeas, el ataque ruso a Georgia en 2008, la toma de Crimea en 2014, la crisis migratoria en Ceuta –que presenció y a la que le dedica un capítulo de su libro– y el posterior conflicto armado en el este de Ucrania, que hoy vivimos su último y más dramático episodio. «Viajar y estudiar es lo más importante que he hecho en mi vida. Es una combinación de las dos cosas. Por eso es importante para mí llevar estos cuadernos, porque apunto las cosas que veo. Los libros de historia que tenemos en las estanterías, por muy buenos que sean, como esos de ahí no sirven de nada sin los viajes», asegura.
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