Quién nos iba a decir que descorcharía la tarde un cebada con esa bondad monacal y con tanta clase por el izquierdo. Había entrado Andante por la vía de la sustitución tras partirse el titular un pitón por la cepa en el encierro. Se quedó el burraco sin ver Mercaderes ni la Estafeta, sin sentir el ‘bom-bom’ de los mozos, sin un periódico acariciando su testuz, pero exhibió su nobleza en el ruedo. Cierto es que no le sobraba el poder –la calidad no suele emparejarse con la fuerza–, pero regaló embestidas boyantes, aunque ya sólo ver la divisa colorada y verde genere cierta psicosis. Claro que la terna sabía que era un ahora o nunca. Con el material que tenían delante. Y, luego, Dios diría… Del Señor se acordó Isaac Fonseca en el brindis del toro de su reaparición: a la grave cornada de San Isidro se sumó una severa lesión en el brazo en Cutervo. Pero el valiente michoacano sabía que no tenía más certeza por delante que su cita en San Fermín. Y aceleró la recuperación con fisios y mucha fe, que no siempre mueve montañas. Movió la de su coraje para ponerse delante de un pavo de espectacular pelaje, más basto de hechuras que sus finos hermanos anteriores, y al que nada más salir de chiqueros se le vio que nada regalaría. Empujó en la primera vara de Lorente, que agarró un buen puyazo. Pero ahí quedó todo el celo de Compuesto, que parecía reparado de la vista y con un peligro sordo que no se apreciaba entre la algarabía de las peñas. Fonseca cumplió con la muleta, pero cuando se tiró a matar, en el pinchazo, el codo no respondía. Loable su esfuerzo, pero así no debe reaparecer un torero: ni al toro ni al público les importa el parte médico antes del paseíllo. Así de crudo y de real. Con lágrimas en los ojos se marchó el valiente mexicano, que merece otra fortuna. Fue trasladado al hospital mientras a Juan Leal le tocaba dar muerte a este tercero. Hasta cuatro despacharía el francés, tan dispuesto toda la tarde como desatinado con el acero, que le privó del premio. Una oreja tenía cortada al buen primero, el mejor de la astifina corrida, que, con sus notas de obediencia, no rompió hacia delante y resultó deslucida. Faltó bravura, en definitiva. Pero este Andante sí se entregó con fijeza. Como lo hizo, a su manera, el valeroso galo. Era consciente Leal de que este guapo burraco escondía el triunfo y supo descifrar las claves que pide Pamplona para conectar con las peñas desde la apertura de rodillas con un pendular en la mismísima boca de riego. Pronto rugieron los tendidos y pronto enseñó Andante que el izquierdo era el pitón: en un cambio de mano lo deletreó. Y por ese lado sacó unos limpios y templados naturales: a poco supieron. Como la solanera pedía mambo, Leal se lo dio en las cercanías. Todo estaba a punto para que volasen los pañuelos, pero falló a espadas y se eternizó con el descabello. Andante mereció más toreo.Su cruz sería el verduguillo también en el cuarto, con un bisturí coronando su testa. Sólo fachada tuvo Gritón, con el que Leal se pegó un arrimón. Entonado por momentos anduvo en el sexto, un cebada imponente, que se puso a meter la cara cuando le bajó la mano, de mantequilla otra vez en la hora final. San Fermín Monumental de Pamplona. Lunes, 8 de julio de 2024Cuarto festejo. Lleno. Toros de Cebada Gago, cinqueños, serios y astifinos; sin romper y faltos de bravura, pero con notas de noble obediencia; destacó el buen 1º. Juan Leal, de lila y oro: dos pinchazo hondos y seis descabellos (silencio); pinchazo hondo y cuatro descabellos (silencio); pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio). Román, de espuma de mar y plata: estocada (oreja); estocada que hace guardia y seis descabellos (silencio tras aviso). Isaac Fonseca, de gris plomo y plata: pinchazo, se resiente de su lesión en el brazo y lo mata Leal de descabello y estocada atravesada (silencio tras aviso).La tizona –junto a unos molinetes horrendos– entregó a Román una oreja del manso segundo, con buena clasecita, pero tan huido que era muy difícil coser las series. Lo mejor: la fulminante estocada y el prólogo rodilla en tierra. No se confió en el exigente quinto, de informal viaje, a arreones unas veces y otras descolgando. El valenciano puede ofrecer más verdad, pero venía de una durísima cornada y la mente del torero también es humana..

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