Los periodistas dan noticias y los periódicos las publican en sus páginas. Incluso en la sección de Cartas al Director. Exactamente eso es lo que sucedió hace 19 años. En la edición del diario ABC del 11 de julio de 2005 apareció una misiva enviada por el periodista y empresario José María García-Hoz cuyo contenido se convirtió en la bomba informativa del día… y de muchos días posteriores. ¿Por qué? Cualquier explicación sería menos ilustrativa que su lectura:« Laporta, en calzoncillos : Terminal C del aeropuerto del Prat, sábado 9 de julio, 15.15 horas. Europa todavía vive conmocionada por la masacre de Londres. Como en todos los grandes aeropuertos europeos, el barcelonés del Prat funciona con alerta máxima: más sensibilidad en los detectores de metales, más personal de vigilancia, evidente o camuflado, estricto cumplimiento de los protocolos de seguridad.Con todo, como cualquier sábado a primera hora de la tarde, el aeropuerto sestea: menos vuelos que en los días de cada día, menos pasajeros, más tranquilidad. Pasar los controles de seguridad/policía lleva apenas un par de minutos. Joan Laporta, el ‘trionfant’ presidente del F. C. Barcelona , rodeado de media docena de escoltas y colaboradores, pasa el detector de metales con el descuido rutinario de quien ha cumplido el trámite en muchas ocasiones. El arco pita. Laporta, contrariado por el descuido, vuelve atrás y saca de los bolsillos algunas llaves y monedas. El segundo intento acaba también en pitido de alarma. En el tercero, ya sin reloj y sin bolígrafos, vuelve a sonar el timbre impertinente. Joan Laporta pierde definitivamente los nervios. Esas mierdas de aparatos no saben quién es él. Empieza a gritar y a proferir insultos hacia el personal de seguridad: ¡Cabrones, siempre me hacéis lo mismo! ¡Me tenéis hasta los cojones! ¡Si queréis que me quede en pelotas lo vais a conseguir! Entre gritos e imprecaciones, el presidente del F. C. Barcelona se saca los zapatos y los tira por el aire, más allá del arco de seguridad; antes de que los desconcertados escoltas puedan impedirlo, se desabrocha el cinturón, se saca los pantalones y los mete en una cesta para que pasen el detector de metales en los equipajes.«Cutres slip de punto gris»Enfurecido y enrabietado, un personaje público en paños menores —cutres calzoncillos slip de punto gris— arma un lío. La gente que circula por allí no se lo puede creer. El desconcierto del público obliga al guardia civil a pedir el DNI a un personaje al que seguramente admira y en todo caso conoce muy bien. Nuevos gritos e insultos ponen en marcha el principio de autoridad. ‘Señor Laporta, acompáñeme, por favor’, dice un guardia civil que prefiere aguantar las imprecaciones de personaje tan principal que vivir el oprobio de no reaccionar al verse insultado en público. El presidente del F. C. Barcelona y el guardia pasan un par de minutos al resguardo de las miradas de la gente, en el interior de una precaria caseta, habilitada para registros de urgencia. Joan Laporta sale con los pantalones en su sitio y la misma indignación con la que entró . El guardia, con la esperanza de que aquella pantomima de registro sirva para acabar con el incidente. Poco antes del incidente, en la pequeña cola de los que íbamos a pasar el control de seguridad, detrás de Laporta estaba un servidor. También conmocionado por la matanza de Londres y por la fiesta familiar del día anterior, al principio decidí no dar importancia al asunto: estamos todos nerviosos. A medida que aumentaban los decibelios, volaban los zapatos y empezaba el parcial strip tease , sin éxito traté de sumarme a los escoltas del presidente del F. C. Barcelona, que vanamente recomendaban calma a su jefe.Cuando Joan Laporta, adecuadamente vestido y calzado, se dirigía a la sala de espera de Business Clas de Iberia, le reproché: ‘¡Vaya ejemplo! ¡Vaya ejemplo de comportamiento cívico que nos ha brindado al común de la ciudadanía!’. El presidente del F. C. Barcelona no volvió la cabeza; pero cuando, a mi vez, entré en la sala Business, Joan Laporta se dirigió a mí desafiante: ‘¡Qué me miras! ¿Te he hecho algo?’. Articulé una respuesta quizás sin sentido: ‘pues sí, ha faltado usted al buen gusto, a las normas de educación y convivencia más elementales’. Progresivamente alterado me espetó: ‘¿Qué pasa? ¿Te has excitado?’. En aquel momento los acompañantes del presidente del F. C. Barcelona consiguieron que Joan Laporta se callara antes de que continuara explicitando su homofobia».Noticias Relacionadas estandar No Lamine Yamal, el niño que asusta a Europa Javier Ortiz de Lazcano | Enviado especial a Múnich estandar No El francés François Letexier, árbitro de la final Daniel CebreiroLa «masacre de Londres» a la que se refiere el autor de la carta es el terrible atentado terrorista que había sufrido la capital británica apenas 48 antes, el 7 de julio. Asesinos islamistas hicieron explotar tres bombas en el metro londinense y una cuarta en un autobús. Murieron 56 personas, incluidos cuatro terroristas, y más de 700 resultaron heridas. De ahí que las ya de por sí estrictas medidas de seguridad vigentes en los aeropuertos de todo el mundo a raíz del atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York se viesen reforzadas. Joan Laporta acababa de cumplir dos años como máximo dirigente del club catalán y todavía resonaban los ecos de la celebración de la primera Liga (2004-05) ganada bajo su mandato. Sin embargo, el presidente azulgrana no podía saborear plenamente esa alegría. Estaba viviendo una considerable crisis interna. Cuatro directivos, entre ellos Sandro Rossell y Josep María Bartomeu -ambos serían presidentes posteriormente-, habían dimitido. Y argumentaron su espantada asegurando que en la junta directiva «se habían deteriorado valores como la democracia, la transparencia o el trabajo en equipo en favor del autoritarismo, la opacidad y la ambición de poder».Los dimisionarios señalaban directamente a Laporta y, curiosamente, su desaforada actitud en el aeropuerto vino a confirmar algunas de las acusaciones. Aclarado el desagradable incidente, el presidente culé emprendió el viaje que tenía previsto. Voló a Bosnia para visitar a las tropas del Ejército español allí desplazadas. Regresó al día siguiente y aprovechó la escala en Milán para disculparse. Posteriormente, ya en Barcelona, emitió un comunicado : «Referente al incidente del aeropuerto quisiera decir que lo único que hice fue intentar solucionar una situación de bloqueo que se produjo cuando el arco de control de metales no dejaba de sonar, y lamento profundamente que esta situación haya causado un revuelo. Me gustaría dejar bien claro que en ningún caso perdí los nervios, ni insulté a nadie, ni hice ningún tipo de discurso homófobo. Si algún barcelonista se ha sentido ofendido por esta situación pido disculpas».Sin embargo, la noticia siguió creciendo y dio la vuelta al mundo cuando se hicieron eco de la misma las agencias internacionales Reuters y France Press. Y fue munición valiosa para los diferentes grupos de oposición críticos con la gestión de Laporta.Fue, por ejemplo, el caso de Jordi Majó , tercer candidato con más votos en las elecciones ganadas por el entonces presidente. «No me extraña tanto, muchos conocemos ciertas actitudes del señor Laporta, ciertamente agresivas. No es la primera vez que se excita, que grita, que hace escenas, aunque no en sitios tan públicos -declaró-. Me avergüenza porque el señor Laporta ha de entender que es presidente del Barça 24 horas al día ». La vida y el fútbol siguieron, pero la impactante imagen de Laporta en calzoncillos nunca fue olvidada. Su primer mandato siguió acumulando éxitos deportivos y antagonismo interno. En 2008, un grupo de socios promovió una moción de censura contra él . Y, además de los habituales ataques dialécticos, alguien recordó el incidente del Prat e ideó una propuesta diferente: un peculiar divertimento virtual.Titulado ‘El juego de las mentiras’, se accedía al mismo entrando en la página web ‘mociodecensura.cat’ (ya cerrada) y mostraba un dibujo animado del presidente que repetía frases extraídas del polémico discurso que pronunció ante los peñistas en el que les decía que estuvieran «al loro» porque el club no estaba «tan mal» como reflejaban algunos medios de comunicación a los que tildaba de «embaucadores e hipócritas».Los internautas votaban si consideraban verdad o mentira las promesas de no vender patrimonio del club o de levantar alfombras de la gestión de anteriores directivas o el anunciado acuerdo para fichar a Beckham , entre otras cuestiones. A medida que señalan las «mentiras’, Laporta se iba quitando prendas de ropa… hasta quedarse en calzoncillos.MÁS baúl de los deportes noticia Si El Barça-Madrid menos visto de la era moderna: entradas agotadas, un solo canal de pago… y era imposible piratear el fútbol noticia Si «Cataluña no es España, es otra cosa y eso hay que sentirlo» noticia Si «Valdano, te vamos a matar», «Maturana, orangután»… noticia Si La cruel historia del ‘Espetec volador’, el campeón del mundo al que una vagoneta de carne sacó del atletismoEn julio de 2008, justo tres años después de la bochornosa escena aeroportuaria, Laporta superó por los pelos la moción de censura. El 60,6% de los más de 39.000 socios que votaron pidieron la destitución de su junta directiva y la convocatoria de elecciones, pero como los estatutos del club exigen una mayoría de dos tercios para hacer cumplir ese mandato, el presidente siguió en su sillón. Laporta salió escaldado, pero no desnudo.
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