A Las Grecas las descubrió Manolo Caracol, que las subió al escenario mitológico de Los Canasteros, en Madrid, pero Las Grecas no eran Las Grecas, todavía, sino Carmela y Tina , dos bellas hermanas gitanas, de apellido Muñoz Barrull. Lola Flores les pondría un contrato enseguida, para actuar en Caripén, aquel templo del flamenco que manejaba la Faraona. Carmela y Tina eran un trueno de juventud, una delicia hipnótica, un voltaje de venenos. « Era como escuchar a dos negras desnudas », dicen que dijo de ellas José Luis de Carlos, que es quien las ficha para el sello CBS, con la bendición de Felipe Campuzano. Y así nacen Las Grecas, nombre de guerra artístico que aludía a la insistencia halagadora con que muchos celebraban a «unas niñas que cantan en griego», porque ellas llevaban en el repertorio una canción de título exótico, y casi indescifrable, ‘Sagapo’. Así se aúpan Las Grecas, que no eran de Atenas, sino de San Blas. MÁS miembros de la tribu dorada noticia Si Charlene, anatomía de la esposa soltera noticia Si Carmona, el sioux que usa levita noticia Si El último hombre de Lina Morgan noticia Si El caso de los padres pendientes noticia Si Peter Lindbergh, el geómetra de la espontaneidadSu primer single se tituló ‘Te estoy amando locamente’, y vendió medio millón de copias en las cinco semanas consecutivas que fue número uno del momento. Ha pasado de aquello medio siglo, porque fue en el 74, y la canción aún resulta una electricidad indescifrable . El éxito no fue sólo un desmelene comercial. Los flamencos saludan a esas dos gitanas que cruzan el flamenco con la psicodelia. Las Grecas habían inventado de pronto el ‘Gipsy Rock’, que es como se tituló su álbum de debut. Paco de Lucía , y también Camarón, reconocieron el talento rebelde de las cantantes, que abrieron sitio a un género de mestizaje que aún dura.Las Grecas eran dos talentos con el Graduado Escolar desportillado, pero con cátedra en Jimmy Hendrix, George Benson o Caetano Veloso. Los escuchaban ya de niñas, en Argentina, donde vivieron por asuntos de familia. No decían «te estoy amando locamente», en la canción, sino «locamenti», en un desliz que resultó un hallazgo hechizante. Torcían las letras, impredecibelmente, como si de pronto hablaran las dos unas sílabas de menta. Auge y caídaLlegan así las giras millonarias, los abrigos de piel, y hasta el cadillac preceptivo de las estrellas que no descuidan la foto. Es la época de la gloria y el dinero, la mitad apoteósica de una vida que enseguida daría su otra mitad de infierno. Porque graban tres discos más, pero no son el primer disco, ni mucho menos . Decaen. Enfilan una crisis económica que se hará insalvable, y que incluirá también la crisis emocional, y hasta clínica. Ni se salva Carmela, ni se salva después Tina. A partir del año 1978, Las Grecas viven un declive impensable. Impensable y escalofriante, porque llegan a frecuentar a su pesar las páginas de sucesos. El declive es debacle. Da un poco de tristeza recordar que en algún momento sus nombres se ataron al titular de la mala vida, pero así fue. Padecieron el desahucio de sus viviendas, pero sin quitarse el abrigo de pieles. Carmela probó a reconstruirse en México, y Tina llegó a dormir en coches abandonados, bajo la larga noche de inclemencia de las bárbaras musas malditas. Fueron estrellas, para bien, y para mal. Unas modernas de lunares. Unas raciales con pantalón de campana. Unas diosas del flamenco insólito que estalló en la discoteca. Hasta hoy.
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