Culto a Trump en Milwaukee

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Culto a Trump en Milwaukee

Donald Trump ha vivido de poner su nombre -a poder ser, en letras doradas- a cosas. Rascacielos, hoteles, campos de golf, universidades, chuletones, vinos, vodkas, revistas, perfumes. En la última década, ha ido mucho más allá: se lo ha puesto a uno de los dos grandes partidos de la primera potencia mundial. El Partido Republicano , el de Abraham Lincoln, el de Ronald Reagan, todavía conserva de forma oficial su nombre, también conocido como GOP, el ‘Grand Old Party’, el ‘ Viejo gran partido ‘. Pero un paseo por la convención republicana, que se celebra esta semana en Milwaukee (Wisconsin) , deja en evidencia que el nombre más apropiado sería el ‘Partido de Trump’.Nadie debería sorprenderse de que las cuatro letras de su apellido, las cuatro letras de su movimiento populista ( MAGA , ‘Make American Great Again’, ‘Hacer grande a EE.UU.. de nuevo’) y las imágenes con su rostro anaranjado y su tupé imposible estén por todos lados en el estadio de Milwaukee que acoge la convención. Estos cónclaves políticos -en los que se formaliza la nominación del candidato a la presidencia- están diseñados para unir al partido alrededor de su nominado e impulsarlo en la recta final de la carrera hacia la Casa Blanca.Noticia Relacionada estandar Si El Servicio Secreto, en el punto de mira por los fallos en la protección J. Ansorena | ENVIADO ESPECIAL A MILWAUKEE (WISCONSIN) Las aparentes negligencias que permitieron el ataque al candidato republicano han sido foco de críticasLa convención de Milwaukee , sin embargo, es ‘TRUMP’ y ‘MAGA’ atiborrados de esteroides. Las llevan los miles de delegados, voluntarios y altos cargos en camisetas, chapas, pines, bolsos, botas tejanas, sombreros de ‘cowboy’, pendientes, tatuajes o gafas de sol. Por si alguien quiere renovar el vestuario, una tienda en la esquina del estadio -la casa de los Bucks de la NBA- ha cambiado las camisetas de Giannis Antetokounmpo por sudaderas, chaquetas o sombreros de copa con el apellido del líder.Otra tienda vende la célebre gorra con el ‘Make America Great Again’ en una docena de colores, dentro de un mostrador lujoso, entre espejos, como si fueran los últimos modelos de zapatillas de baloncesto.Aquí no hay lugar más que para Trump. En los anillos del estadio, sus fotos están por todas partes. En un mitin, en el Despacho Oval, en su célebre baile con los puños a la altura de los hombros , dando vueltas a unas hamburguesas en una parrilla, bajando del avión presidencial. No hay una sola imagen de Reagan, uno de los tótems contemporáneas del partido. Ni un mural dedicado a las fuerzas armadas, otro elemento central para los republicanos. Todo es su figura. «Es el dueño del partido», reconoce a este periódico Richard Morton, un delegado venido desde Vermont. «Si lo quieren llamar el Partido de Trump, me da igual. A mí me gusta la dirección que ha tomado», dice con una sonrisa desde la pista del estadio, donde se suceden los discursos de altos cargos o personalidades del partido que glosan la figura de Trump y que cierran sus intervenciones de forma inevitable con un ‘ Make America Great Again ‘. Esto no siempre fue así. La convención de 2016, la previa de la llegada de Trump al poder, fue muy disputada. El asalto trágico y bochornoso del Capitolio por parte de una turba de sus seguidores, el colofón de su intento de dar la vuelta a su derrota en las urnas frente a Joe Biden en 2020, pareció enterrar su aventura política. Fue un espejismo: ante la lealtad de su base, los líderes del partido le rindieron pleitesía uno a uno. Volvió a ser muy cuestionado tras los mediocres resultados de las elecciones legislativas de 2022, pero las imputaciones penales alimentaron su discurso de persecución y le impulsaron en las primarias republicanas. Aplastó uno a uno a sus rivales del partido, mostró superioridad ante Biden en el debate del mes pasado y venía reforzado a Milwaukee cuando el sábado pasado sonaron los disparos en un mitin en Pensilvania.En uno de los muchos murales con la cara de Trump que cubren las paredes del estadio se lee ‘No van a por mí, van a por vosotros. Yo solo estoy en medio de su camino’. Tiene una carga especial tras el intento de asesinato, que ha convertido la figura de Trump en algo más que un líder político. Es una figura de culto, casi un santo patrón. Las referencias a él como «milagro», «mártir» o «instrumento de Dios» son habituales entre los delegados. El fervor se desata cuando Trump se aparece entre sus fieles. El lunes por la noche, al candidato se le ve por primera vez en público en las gradas de la convención, en el palco presidencial. Lleva un vendaje aparatoso en la oreja derecha, la afectada por el disparo. Se cae el estadio, la ovación es atronadora. «¡Lucha, lucha, lucha!», le gritan los delegados con el puño en alto.«Es alguien que nos atrae», explica a ABC Bill O’Brian, delegado de New Hampshire, que fue presidente de la Asamblea Legislativa del estado. «Los políticos no se dirigían a nosotros, el sistema político nos dejaba al margen. Es un hombre decente y le llaman nazi. Estamos hartos de esto».El dominio de Trump es abrumador. Durante las primarias, tuvo un enfrentamiento duro con su principal rival, Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur y su exembajadora ante la ONU. Haley aglutinó un voto moderado muy minoritario, pero decisivo en unas elección general ajustada. Y muy crítico con Trump . No hay rastro de esa disensión en Milwaukee. Los 97 delegados que consiguió Haley han entregado su apoyo a Trump. La antigua rival ha hincado la rodilla, como todos los que han tratado de hacer frente a Trump dentro del partido. Este martes por la noche tenía previsto dar un discurso en el que formalizaba su apoyo al expresidente.«El momento del debate son las primarias. Ahora es el momento del apoyo al candidato», sentencia O’Brian. «Por aquí hay republicanos a los que no les gusta Trump, pero están callados», dice otra delegada, Shannon Haynes, de Tennessee.Encontrar una voz crítica con Trump es misión casi imposible en esta convención. Este periódico se encuentra en la última fila del estadio con uno de los pocos que lo dicen sin tapujos. Es Asa Hutchinson, exgobernador de Arkansas y dos veces candidato a la presidencia de EE.UU. Está apartado de los discursos, es un paria del partido. «Dije que no votaría a un candidato condenado por crímenes y no lo haré», dice sobre un posible cambio de parecer sobre Trump, con el que ha sido muy crítico. ¿Echa de menos más debate dentro de su partido?. «Mira, yo disentí, peleé, di argumentos y perdí. Así es la política en EE.UU. Ahora el partido es suyo».

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