En el número 47 de la calle de la Marroquina, ramilletes de flores tapizan el túmulo de Alberto Díaz. Junto a las cintas funerarias, globos de colores. El níveo sepulcro con forma de bicicleta alberga el recuerdo de lo que fue –y será– el madrileño: bombero, rescatista y deportista. Aunque no siempre en ese orden. Así lo evoca Teresa Vallejo, miembro de Los Cuatro de la Empanadilla –un grupo altruista de rescatistas de gatos que lleva en activo desde 2016– en conversación con este periódico. «Ya dos años», suspira. El bombero, que en paz descanse, falleció, con tan sólo 45 años, el 25 de julio de 2022 atropellado por un turismo mientras circulaba en una bicicleta del servicio público Bicimad por un carril bici segregado de la calzada. Ocurrió a las diez de la noche, en Moratalaz. El vehículo circulaba en dirección contraria a cien kilómetros por hora. Aunque el conductor se dio a la fuga, terminó entregándose a la mañana siguiente en una comisaria del mismo distrito. El juicio aún no ha sido celebrado. El pasado jueves, para conmemorar la memoria de Alberto, familiares, amigos y compañeros de profesión se reunieron en el lugar –y a la misma hora– donde tuvo lugar el siniestro. Tras emotivos discursos, un minuto de silencio a la llama de una vela blanca.Noticia Relacionada estandar Si El cóctel del atropello mortal del bombero: un pique con otro coche y un punto ciego en el carril bici Aitor Santos Moya Los testigos señalan que el vehículo iba a gran velocidad cuando chocó con el bombero en el cruce del Camino de los Vinateros con MarroquinaAquella fatídica noche, Alberto, de manera voluntaria y en su día libre de trabajo, se dirigía a rescatar a una gata atrapada en una bajante, en el barrio de la Concepción. Su coche se encontraba en el taller, por lo que decidió trasladarse hasta el lugar en bicicleta: «Estaba prácticamente al lado de su casa. Y a él le encantaba utilizar la bici como medio de transporte . Siempre que podía la usaba para desplazarse hasta su trabajo, en el Parque 2 de Salamanca Centro (Manuel Becerra)». Tras esto, la joven señala que era «muy deportista y viajero».madrid_dia_0703 Cuenta la activista, y arquitecta de interiores de ocupación, que Díaz comenzó a colaborar con el grupo en septiembre de 2019: «Era un amante de los animales». Al principio, el madrileño participaba como bombero en actuaciones conjuntas. «Su sueño era crear un protocolo de actuación de rescate animal realista y dotar de formación al cuerpo de bomberos –para lo que solicitaba un equipo especializado– con el objetivo de agilizar estas intervenciones», señala.El cuarto del equipoDesde 2016, este grupo de rescatistas han salvado a 4.500 gatos , de los que Alberto participó activamente en 180 de ellos. Actualmente, el equipo está formado, además de Teresa, por Javier Martínez y Alfonso Martín. «Alberto era el cuarto del equipo y siempre lo será. Siempre cuatro», expresa. Además de trabajar como bombero del Ayuntamiento de Madrid, Alberto «colaboraba en todo lo que pillara»: «Fue bombero voluntario en Guatemala y durante la pandemia, por ejemplo, se encargaba de dar de comer en las residencias». Noticia Relacionada estandar Si Una ciudad «segura» a dos ruedas, pero con falta de cultura ciclista Enia gómez Asociaciones y sindicatos coinciden en que la situación ha mejorado, pero «aún queda mucho por hacer»Respecto a su afán por los animales, Teresa revela que, a nivel particular, el madrileño ayudaba en la gestión de colonias felinas de Moratalaz, «controlando, esterilizando y alimentando a los animales según el Protocolo de Gestión de Control de Colonias Felinas de Madrid Salud». Teresa rememora un Alberto alegre, optimista, comunicativo y familiar. Además, asegura que era «buen mediador» y que sabía «trabajar en equipo» .MÁS INFORMACIÓN noticia No Mueren un hombre y un niño en un accidente de tractor en Asturias noticia No Una nueva esperanza para Jacobo, el agente en silla de ruedas que lucha por volver a la Guardia Civil Expresa que al ser cabo de bombero, era el que menos perdía los estribos. Su especialidad eran aquellos rescates que requerían auxilio en altura, ya que «era un excelente escalador». De hecho, cuenta Teresa que no dejaba nunca atrás el equipo de seguridad : «Siempre nos reíamos porque se tomaba su tiempo en colocarse el arnés, el casco… Siempre nos contestaba con que su vida valía más. Y no obstante, se la jugaba por llegar donde otros no llegaban».

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