Bruce Willis, la desaparición del héroe canalla

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Bruce Willis, la desaparición del héroe canalla

Recordar puede ser un acto cruel. Mientras millones de aficionados comparten la memoria de un héroe de acción, que sangraba, bromeaba y hasta sudaba en medio de un ejército de tríceps hormonados, Bruce Willis, un tipo que ha salvado el mundo libre al menos una docena de veces en la gran pantalla, apenas recuerda quién es. Una demencia frontotemporal socava aquello que ni los terroristas, ni las balas, ni los asteroides consiguieron doblegar. Su retiro forzado es el de un actor irrepetible, flexible a los géneros, espejo del hombre común y luz de su mejor versión.Bruce Willis dignificó el cine de acción porque en sus películas había más que explosiones, ceño fruncido, gesto adusto y músculos. «Es una estrella de Hollywood simpática, amable. Un hombre con un encanto especial, con una ironía desenfadada, muy natural y con un carisma muy tierno», describe Ramón Langa, su doblador en español, que no lo conoció en persona aunque Willis lo intentó un par de veces pero que tiene un doctorado en su registro, estudioso de sus matices, capaz de leer a través de su voz donde otros solo ven fuego. «Cuando doblo a Bruce Willis no pongo nada de mí, lo que hago es imitar la interpretación que él ha hecho». Y lo que ha hecho siempre es despojar a su héroe del chaleco antibalas, explorar sus esquinas como quien rastrea un caso. Convertirlo en el antihéroe. Un canalla encantador y vulnerable. Claro que sabíamos que era humano porque, tras la pose afectada de tipo duro y la sonrisa sardónica y ladeada hasta el hoyuelo, su pelo delató su condición de mortal. Y aunque antes hubiera sido John McClane, arquetipo del género tras ‘La jungla de cristal’, a Bruce Willis no le gustaban las películas de acción. Y en cierto sentido parecía haber caído ahí por casualidad, un tipo que toca la armónica y al que obligaron a correr para escapar de las balas y lluvias de plomo. Con la camisa hecha jirones y la camiseta interior de tirantes manchada. Siempre agitado, doliente. A veces irónico. Con una profundidad que nunca han tenido otros héroes de acción. Ni Stallone ni Steven Seagal. Ni Schwarzenegger ni Jason Statham, con su traje impoluto a pesar de volar por los aires. «Entiendo que el público las ve y le gustan, pero a mí, la verdad, me aburren», llegó a decir. Noticia Relacionada estandar No Bruce Willis celebra su 68 cumpleaños tras conocerse su demencia Laura G. Calleja El actor aprovechaba la ocasión para dedicarle unas bonitas palabras a su familiaBruce Willis, que debutó en el cine como extra en una película de Frank Sinatra y se bajó el sueldo para trabajar con Paul Newman, es afable para el público pero tiene fama de tipo difícil en los rodajes. De actor con carácter. Dejó durante la grabación ‘Café Society’, de Woody Allen, y Kevin Smith, que le dirigió en ‘Cop Out’, dijo que había sido una «pesadilla» porque era un «capullo desobediente». Pero es que se enfrentó al sociópata de Samuel L. Jackson en ‘El protegido’ y aún tuvo que volver a encontrárselo en ‘Pulp fiction’. Es que descubrió la verdad, siempre tan escurridiza y dolorosa, en ‘El sexto sentido’. Es que su taxista de ‘El quinto elemento’ tuvo que ayudar a Milla Jovovich a salvar el mundo en lugar de fijarse en que estaba semidesnuda. Pudo con todo pero nunca mató a John McClane, cuya sombra persiguió hasta que una enfermedad le ha obligado a no recordarlo. Ya retirado del cine a causa de la afasia provocada por una enfermedad degenerativa sin cura que le impide comunicarse, Bruce Willis sigue teniendo la sonrisa de aquel detective desastre de ‘Luz de luna’ que volvió a encontrarse en el último tramo de su vida con los mismos miedos que al principio, cuando era adolescente y le llamaban Buck-Buck porque tartamudeaba. «Casi no podía hablar. Me llevaba tres minutos completar una sola oración. Era algo abrumador para alguien que quería expresarse ante los demás y que quería ser escuchado pero que simplemente no podía. Era espantoso», le dijo a John Parker en ‘Bruce Willis: The Unauthorized Biography’. Bruce Willis es un hombre de otro tiempo. De los que alternaban taquillazos sin estar en Marvel, de esa extraña especie de estrella a la que conocen todos, nuevas y viejas generaciones. «Tiene la apariencia de un actor de la década de 1950. Ningún otro actor tiene ese look», dijo Tarantino. Y ahí está ahora, entre un tiempo y otro, en ese lugar indeterminado de permanecer en el recuerdo del resto pero no en el propio, vencido por la peor enfermedad que pueden sufrir quienes viven de memorizar diálogos y fingir que son otras personas.

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