Antía Jácome (Pontevedra, 24 años) fue una de las grandes revelaciones en Tokio, donde rozó la medalla pese a su juventud. Allí ya sabía que sus Juegos serían los de París, cita a la que llega con la posibilidad de lograr dos medallas. Compite en solitario en el C1 200 y junto a María Corbera en el C2 500. De lograrlo, se uniría a una exclusiva lista, a la que también aspira la marchadora María Pérez, y en la que solo están Arantxa Sánchez Vicario, Andrea Fuentes y Mireia Belmonte.Noticia Relacionada Bronce en Piragüismo Aguas Bravas estandar Si Pau Echaniz: «Maialen me ha ayudado mucho, es el mejor ejemplo que se puede tener» Igor Barcia | Enviado especial a París¿Qué palabra define su estado de ánimo antes de los Juegos?Ilusión.Dos medallas. Tiene un objetivo muy ambicioso, pero asegura que es posible.Sí. Hemos conseguido tres platas en el Mundial, dos de ellas en el barco doble y una en el individual. Y dos de esas tres medallas fueron en distancias olímpicas, en las que vamos a competir ahora. Nos sirve de precedente para saber que podemos luchar por ellas. Es un objetivo ambicioso, pero acorde con lo que ya hemos conseguido.Le pongo en un compromiso. Oro en individual o bronce con María. ¿Qué elige?A ver, entre oro y bronce, me quedo con el oro. Pero es verdad que siempre me preguntan por mi distancia favorita, o por si barco individual o doble. No podría decantarme por ninguna, pero me tira un poquito más el barco doble. Lo hemos montado hace poco y me genera más intriga. Tengo mucha ilusión por él, mucha motivación.¿Cuál es la clave del éxito de una pareja exitosa?Tiene que haber mucho compañerismo, no puedes llevarte mal con ella. En este caso, María también es mi rival en la prueba individual, pero tenemos muy buena relación. Es un diez como persona y eso hace más fácil montar el barco, movernos entre Aranjuez, donde vive ella, a Mallorca, que es donde estoy yo. Estamos las dos muy contentas.Pero tienen caracteres muy opuestos.Sí, somos totalmente diferentes. Muchísimo. Pero hay cosas en las que sí coincidimos y nos lo pasamos superbien juntas. A las dos nos gusta disfrutar, hacer tonterías, y gracias a eso conseguimos muchas veces quitar la tensión de las competiciones. Nos aportamos cosas distintas la una a la otra.¿Siente mucha presión ante lo que se le viene encima?Presión externa, ninguna. Es solo la que yo misma me meto, que en realidad es más grande que cualquiera otra. Pero estoy trabajando tranquila, no pensando tanto en las medallas sino en disfrutar cada entrenamiento, en sacar mi mejor versión. En pedirme un poquito más cada día. ¿Cuál es su primer recuerdo con una canoa?Fue en Pontevedra. Un cristo. Venía mi madre al ladito, por la orilla del río y yo le iba diciendo que odiaba la canoa, que no quería volver a ver otra en la vida, que era horrible… Y nada más llegar al hangar del club me preguntó mi entrenador que si quería seguir o lo quería dejar. Y decidí seguir. ¡Dos segundos después de haberle dicho todo eso a mi madre! Ese es mi primer recuerdo, y lo tengo fijado porque lo vivo diariamente. Se sufre muchísimo en los entrenamientos y empiezas a odiar la canoa, pero en cuanto sales y pasas ese momento tan malo valoras lo que has hecho. Sientes que te va a hacer mucho más fuerte.¿Qué edad tenía?Creo que trece o catorce años. ¿Y ya era consciente de lo que habían logrado referentes del piragüismo gallego como David Cal o Teresa Portela?Sí, sí. Obviamente era en quienes nos fijábamos, pero a mí me parecían algo inalcanzable. Lo que estaban consiguiendo era una locura y yo pensaba: ¿cómo hacen para estar ahí, para ser así de buenos? En ese momento para mí era impensable llegar a unos Juegos.¿Y cuándo es consciente de que sí podrá?Cuando me llamaron para el equipo nacional en Sevilla. Ahí me di cuenta de que esto empezaba a ser algo real. Pero incluso entonces era más disfrutar que otra cosa. Era una experiencia nueva, pero tuve el cambio de mentalidad. Dos años después, estando ya en Sevilla, me quise centrar más en los entrenamientos, en conseguir resultados internacionales. Fue el salto a la élite.¿Y se ha arrepentido muchas veces de tomar ese camino?Arrepentirme como tal… Muchas veces me enfado, me frustro porque siempre quiero hacer el entrenamiento de mi vida, que vaya genial cada día. Y eso es imposible. No puedes sacar entrenamientos de diez siempre. Es algo que entiendes con el tiempo. No es una sensación de querer dejarlo, pero sí te deja mal. Luego te lo llevas a casa, intentas desconectar pero eso siempre está ahí.Si la cabeza no quiere, el cuerpo no responde. Es una frase suya.Trabajo mucho con el psicólogo. Es superimportante para nosotros, porque realmente no puedes entrenar bien. Si el día de la competición te falla la cabeza no vas a dar el cien por cien. Es más de la mitad del trabajo. Hay que entrenarlo tanto como el físico.Fue quinta en Tokio con 21 años. ¿Cuál fue su mayor aprendizaje allí?Fui sin ninguna expectativa. Solo a disfrutar, a vivir la experiencia olímpica. No había tenido tan buenos resultados como para poder luchar por las medallas. Me quedo con el momento de colocarme en la línea de salida pensando que era igual que el resto y que iba a ganar. Tuve la sensación de salir a por todas, y eso se me quedó muy grabado, porque en realidad no estaba para luchar con las mejores.En un país volcado con el fútbol, ¿cómo lleva esto de convertirse ahora en el centro de atención?El piragüismo ha crecido muchísimo en los últimos años. Estamos dando pasitos, puede que no sean gigantes, pero cada vez se nos reconoce mucho más. Tenemos más visibilidad y eso es con lo que me medio. No quiero mirar lo que hace el resto, el impacto de otros deportes. Me centro en el mío. Claro que me gustaría destacar, que se me valore todo el trabajo que hago, y sé que llegará si sigo consiguiendo resultados.¿Cómo desconecta de la canoa?En Mallorca, yendo a la playa. Me gusta mucho ir sola, sentarme en mi toalla y leer libros de esos que llaman de autoayuda. Y en Galicia hago surf. Desconecto haciendo otros deportes.
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