«Desde los 9 a los 13 años abusaron de mí en un centro de menores». La frase sólo ocupa una línea de este periódico pero ha costado 40 años y mucho sufrimiento escribirla. Ocurrió en los años ochenta cuando el padre de Antonio empezó a sufrir hemorragias y su madre, ama de casa y sin ingresos, pidió la ayuda a los servicios sociales para que se hicieran cargo de los cuatro hijos. Damián (6) y Miguel Ángel (5) se fueron al Centro de Protección de la Fundación Nazaret de Palma. La pequeña Margarita (3), al Temple. Y al primogénito Antonio (8) le enviaron solo al centro de Belén en La Vileta, donde la pena se lo comía y pedía cada día que lo llevaran a Nazaret con sus hermanos hasta que lo cambiaron. Y maldita la hora.Noticia Relacionada estandar No La Justicia abre la puerta a juzgar un caso de abusos sexuales de los años 80 Mayte AmorósDesde el primer día, el hombre lo miraba a través del cristal en clase, le regalaba chuches, lo llevaba a una sala de juegos con otros niños inocentes para ganarse su confianza. A los dos meses se despertó un día en los brazos de su educador en mitad de la noche y éste le tapó la boca para que no hablara. Se lo llevó a su habitación. «Me dijo que iba a lavarse y perfumarse». Parece que todavía huele esa fragancia repugnante. Cierra los ojos como si quisiera borrarlo de su memoria y al fin Antonio verbaliza lo que pasaba a escondidas de todos: «Me hacía besarle todo el cuerpo, su miembro (…) cuando acababa me limpiaba la boca».De aquello han pasado 40 años y el niño abusado tiene ahora 52. Desde entonces arrastra ansiedad, depresión y un trauma de por vida . ¿Por qué lo cuenta ahora? «Porque mi dolor no ha prescrito», responde con ojos inertes y con la esperanza de poder sentarlo en el banquillo para reparar su dignidad. Despojado de la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad, expone que de pequeño no sabía lo que ocurría; sólo sabía que no le gustaba lo que le hacía ese adulto que le cuadruplicaba la edad.Estremece Antonio con su relato: «La primera vez me quedé parado. Me desnudó, se desnudó y dijo que no hacíamos nada malo»Hace dos años que aquello le explotó en su cabeza. ¿Recuerdan el escándalo de las menores tuteladas que se escapaban de los centros de menores y se escondían en pisos patera y eran explotadas sexualmente a cambio de unas zapatillas caras o un móvil? Fue Antonio Estela quien denunció varios de estos casos sin que nadie le creyera al principio. Hasta que una violación grupal a una niña tutelada de 13 años en el barrio de Corea de Palma hizo saltar todas las alarmas.A ALBERTO VERALos medios de comunicación dieron voz a la desprotección y la desidia de las instituciones. Hubo prisas de los dirigentes por dar carpetazo al asunto y culpar a la sociedad. Vino una misión europea y se reunió con todas las partes. Antonio Estela y dos madres contaron las barbaridades que ocurrían en los centros tutelados. Los eurodiputados denunciaron la falta de protocolos y alertaron del riesgo de encubrimiento político en su informe. Tras volcarse en esta causa, el niño Antonio convertido en un activista decidió que ya era hora de contar lo suyo.«La primera vez me quedé parado. Me desnudó, se desnudó, me tumbó en el suelo y me dijo que no estábamos haciendo nada malo. Empezó a lamerme el cuerpo, mi miembro, me decía cómo tenía que masturbarle… Al día siguiente no era capaz de levantarme y me quedé dormido; me castigaron por ello. Aquello [el abuso sexual] empezó a ser habitual. Llegamos a estar ocho niños en su habitación», relata.Los fines de semana su madre iba a recogerlo para llevarlo al pueblo, entonces el monitor le mentía diciéndole que Toniet prefería quedarse para salir de excursión. Antonio lo supo mucho tiempo después cuando le preguntó a su madre por qué hubo tantos viernes sin retorno a casa. «Nunca le perdonaré que me quitara el tiempo con ella, que era lo que más quería. Yo tenía unos padres cariñosos y una familia humilde pero con valores».El «pedófilo» – se refiere así a su exeducador- metía a Antonio en una furgoneta con otros niños ‘escogidos’ y se los llevaba a un chalet en construcción situado en el barrio palmesano de Son Sardina. Les hacía cavar, poner suelo, lucir paredes. «Por la noche, abusaba de nosotros».Niños prostituidosLo hacía en el centro de menores, en su casa, durante las excursiones los fines de semana, y más tarde en un pub donde los empezó a ofrecer a otros hombres.«Nos llevaba allí y nos tenía un rato jugando para que nos miraran. Se iban llevando a los niños hasta que venía un hombre y me llevaba a mí también. Lo mío no eran abusos eran…». Se hace el silencio para tragar saliva. «Me ponía una crema… Yo manchaba de sangre el calzoncillo, me dolía todo el cuerpo».No hace mucho, un día recordó ese chalet y se plantó allí. No sabe aún cómo, pero volvió a casa del «pedófilo» cuarenta años después y se lo encontró tomando el sol en la terraza. Le increpó mientras grababa: ¿Por qué me violaste? En un momento del vídeo, el hombre lo reconoce veladamente: «aquello ya pasó hace mucho», «hay que olvidar esas cosas», «si tuve algún fallo, han pasado muchos años y pido perdón».Con este vídeo inédito, Antonio quiere sentarlo en el banquillo. «Mi madre murió sin saberlo, fui incapaz de contárselo», se lamenta. Sólo una vez confesó al director del centro que Paco le «buscaba» (…) pero antes de que acabara la frase le mandó callar. Según los expertos, una parte de estas víctimas no se atreven a denunciarlo hasta los 50 años. Entonces, ¿por qué la justicia no debería escuchar a Antonio ahora?Nosotros sí queremos escucharlo. «Además de en excursiones y en el centro, nos llevaba a un pub para ofrecernos a otros hombres»«Éramos ovejas al cuidado de un lobo, un pedófilo sin escrúpulos que nos utilizaba para satisfacer sus perversos y depravados impulsos y que además nos exponía ante otros pedófilos que se aprovechaban de nosotros».«Nos llevaba de excursión a cuatro o cinco niños en una furgoneta marrón claro tipo Volkswagen antigua que tenía varias literas de madera muy bien preparadas y abajo un colchón porque él tenía que dormir a gusto».«He vivido un infierno desde entonces. Tengo serios problemas de salud y problemas emocionales a consecuencia del trauma que estos abusos y explotación sexual me produjeron viviéndolos en silencio hasta ahora. He tenido tentaciones de quitarme la vida porque era insoportable convivir con esta tortura que me ha acompañado siempre».«Romped el silencio»Antonio es un hombre humilde que se expresa con palabras parcas pero honestas. Su activismo le ha llevado a enfrentarse a diversas instituciones. «Tengo una discapacidad reconocida del 33% pero me la quitaron como represalia por decir la verdad», sostiene sin la menor pizca de arrepentimiento.«Romper este silencio me ha permitido liberarme de los fantasmas que siempre me han perseguido. No hay intención alguna en mí de venganza, mi pretensión es únicamente que se haga justicia y se me permita reparar y restituir mi dignidad». A sus compañeros de Nazaret abusados les pide que «rompan el silencio» como ha hecho él.Carta a la Conferencia Episcopal Antonio Estela ha dirigido una carta al presidente de la Conferencia Episcopal explicando los presuntos abusos y explotación sexual que sufrió cuando era niño mientras estaba interno en la Institución de Protección de la Fundación Nazaret. El activista expone que este centro estaba gestionado por un Patronato presidido por el Obispo de Mallorca, por lo que reclama a la Conferencia Episcopal Española que asuma su responsabilidad también en este caso. «Una reparación moral, psicoterapéutica y materialmente», como ha asumido recientemente en los casos de abusos sexuales en la Iglesia católica. «Durante estos años [1981 hasta 1986], el educador no sólo abusó sexualmente de mí sino también de otros niños cuando él se quedaba de guardia, cuando nos llevaba en su furgoneta de acampada los fines de semana o en su propia casa. También nos llevaba a un local de la calle Joan Miró de Palma donde había hombres esperándonos, luego se ausentaban durante un tiempo con algunos niños y regresaban después». Estela aporta un informe pericial donde se recogen con detalle estos hechos, así como las graves secuelas que aún arrastra, además de «las grabaciones que se hicieron en la puerta de la casa de este señor, en las que él viene a reconocer estos hechos, aunque intente relativizar o banalizarlo diciendo que ‘hay que olvidar estas cosas’, pero al fin y al cabo lo acaba reconociendo».Ahora viene una noticia para la esperanza: un juzgado de Palma acaba de abrir la puerta a poder enjuiciar al exeducador de Nazaret. Considera que los hechos denunciados por Antonio pueden constituir un delito continuado de agresión sexual por parte del denunciado y ha rechazado el argumento de la defensa, que pedía archivarlo por la prescripción de los hechos.«Antonio ha abierto el camino para que otras personas puedan tener una referencia, una oportunidad como la que él va a tener ahora mismo», apunta Francisco Ochoa, abogado de Antonio Estela. El letrado cree que la decisión del juzgado supone «un avance» para conseguir que se celebre un juicio y acreditar los hechos, aunque sea mediante una sentencia declarativa sin que se llegue a ejecutar una pena de prisión. MÁS INFORMACIÓN noticia No Al menos 8 muertos y 19 desaparecidos en corrimiento de tierra en China noticia Si «El mar es un oficio duro, muy físico, pero al aire libre y dinámico. A mí me da mucha paz»Antonio pide justicia y cambiar la justicia: «Una reforma del Código Penal para que no prescriban los delitos sexuales contra la infancia mientras viva la víctima y una condena ejemplar para este pedófilo». Rompe a llorar cuando le preguntamos cómo salió del centro de menores. «Desaparecí un día con mis hermanos y no volví». Le dejó un dibujo y una nota: «Gracias por todo el daño que me has hecho, nunca lo olvidaré». Y así fue.
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