Diez años del éxodo de cristianos por el ISIS: «Se preguntaban por qué ningún país les ayudaba»

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Diez años del éxodo de cristianos por el ISIS: «Se preguntaban por qué ningún país les ayudaba»

El 6 de agosto de 2014 fue una jornada negra para los cristianos de Irak. Unos cien mil tuvieron que abandonar sus casas en la llanura del Nínive y escapar del Isis sólo con lo puesto. Tres días antes, miles de yazidíes habían corrido la misma suerte. Tardaron años en regresar. La española María Jesús Lozano fue la primera española que se plantó allí para documentar lo que estaba ocurriendo.Como portavoz internacional de la Fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada que socorre a cristianos perseguidos, fue enviada a Erbil para poner rostro y palabras a este drama.¿Cuándo llegó al Kurdistán?La noticia nos llegó el 6, pero no pudimos salir inmediatamente porque el Isis estaba avanzando y EE.UU. se estaba planteando bombardear la zona para que no entrara en Erbil. Pero el 9 conseguimos llegar. El avión iba casi vacío. Volamos de día porque estaba cerrado el espacio aéreo.Se dice que era la única española en ErbilCreo que en ese momento tanto allí como en Duhok, los únicos extranjeros éramos los tres de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Al menos, no vi ninguno aparte de nosotros. El Isis estaba a solo 40 kilómetros.¿Qué recuerda de esas primeras horas?No tenían nada. Cada uno se había llevado lo que podía. Todo el barrio de Ankawa, una zona cristiana, era como cuando vas a una sala de espera de un hospital y ves a gente en pijama por los pasillos, tirados por el suelo, sentados, esperando de pie. Pero en este caso, condenados a esta situación por ser cristianos.¿Y los niños?Había muchos, y me llamó la atención que no tenían juguetes. Solo una niñita tenía una tetera rosa y a su alrededor había diez niños que jugaban con ella. Era lo único que tenían, el símbolo de su pobreza.¿Dónde se estaban refugiando?Tanto en Erbil como en Duhok había campamentos improvisados por todos los sitios. La mayoría en instalaciones de la Iglesia. La catedral caldea, los jardines del obispado, el monasterio sirocatólico, los colegios de la Iglesia, edificios en construcción… todo se había transformado en un campamento con colchones y mantas por el suelo. Hacía un calor tremendo, más de 42 grados, y había unas ocho familias en cada habitación. Cien mil personas en condiciones infrahumanas.¿Cómo vivían lo que les estaba pasando?Me lo explicó uno de ellos: «Hemos salvado la vida, el honor de nuestras mujeres e hijas y nuestra fe». Son los tres pilares de su fuga. Estaban sorprendidos de que el mundo no hiciera nada, «se ha olvidado de nosotros. A otros países les ayudan en seguida, pero a nosotros, no», decían. Me pedían que los llevara a mi casa, o a donde fuera. «Sácanos de aquí, sácanos de aquí», repetían. Era terrible.¿Qué ayuda les prestaron ustedes?Lo que pensaban que iba a ser unos días o semanas, se convirtió en una tragedia que duró años. Después de la ayuda de emergencia, comida para miles de familias, ayudas médicas y la construcción de campamentos con contenedores para que las familias tuvieran algo de privacidad, nos decían, «yo aguanto lo que sea, pero no tolero que mis hijos se queden sin recibir educación». Enseguida lanzamos una gran campaña y abrimos ocho escuelas de campaña, donde daban clase unas monjas dominicas con mucha experiencia de colegios.¿Qué le contaron de la fuga del 6 de agosto?Muchos habían huido a pie, otros en coches. Yo llevaba un mapa y ponían cruces en las ciudades: «Aquí está mi pueblo, lo han tomado». Ese día se retiró la milicia kurda que estaba defendiendo la zona cristiana y el ISIS les atacó. La primera bomba cayó en casa de la familia Alyias en Qaraqosh. Ellos mismos me lo contaron, pues los conocí allí.¿Qué les ocurrió?El misil mató a dos niños, que eran primos y estaban jugando en el jardín, e hirió a un tercero que yo vi. Su padre me decía que ya no podían seguir allí porque el país está lleno de sangre. Su mujer, muy joven, de negro, sujetaba una foto del hijo fallecido. Estaba destrozada. Tenían también una hija minusválida. Sé que ahora viven en Francia. Pero la muerte de esos niños salvó la vida a los demás.¿En qué sentido les salvó?Se dieron cuenta de que el Isis estaba muy cerca y pudieron lanzar la alarma y escapar. Los curas avisaron a todos, puerta por puerta, y los 50.000 habitantes cristianos de Qaraqosh salieron con lo puesto, y de allí la alarma pasó a otras localidades: Bartella, Teleskuf, Batnaya… Tres días antes el Isis había masacrado a 5.000 yazidíes en el desierto de Sinjar. Si no hubieran escapado, habría sido terrorífico. Recuerdo que me decían el 6 de agosto es un día de luto, pero también el día en que Dios les salvó.Sin tiempo para hacer maletasOtras veces habían tenido que escapar, pero pensando en volver: se iban un par de horas al pueblo de al lado y les avisaban cuando podían regresar. Por eso salieron con lo puesto. No se podían imaginar que pasarían años sin ver sus casas. No se llevaron ni documentos, ni pasaportes, ni nada.Muchos iban en pijamaEntonces no era la primera vez que huían. Para bastantes era la tercera vez: de Bagdad a Mosul, porque vivían amenazados y pensaban que iba a ser mejor; unos meses antes se habían ido por lo mismo a Qaraqosh; y ahora de Qaraqosh habían huido a Erbil o Duhok. Estaban agotados, se sentían acechados.¿Y ahora han regresado a sus casas?En 2003 había 1,5 millones de cristianos en todo Irak y se calculan que hoy no llegan a 250.000. De los 100.000 o 120.000, que ese día huyeron de Nínive, han vuelto la mitad. En Nínive, de las 13.200 familias que había registradas en 2014, 9.000 han vuelto, pero no siempre todos los miembros de la familia, a lo mejor de tres hermanos casados, dos han emigrado del país, uno se ha quedado con los padres ya mayores. En Qaraqosh donde se calcula que antes de la invasión había unos 50.000 cristianos, han regresado la mitad.¿Por qué no han vuelto, si el Isis ha sido derrotado?De los que huyeron fuera del país solo han vuelto los que tienen permiso de residencia en otros países y pueden marcharse fácilmente. No saben si la situación en Irak será estable, no tienen derechos estables, nadie les garantiza que no vaya a volver a pasar.¿Qué se encontraron los que volvieron?Solo ruinas. Contabilizamos 12.970 casas por reconstruir o renovar y 363 edificios de la Iglesia entre monasterios, iglesias, capillas, colegios, cementerios…Tuvieron que reconstruirlos ellos mismos. Nosotros les ayudamos, y así dimos trabajo a quienes decidieron volver.Ahora que ha pasado todo, ¿qué balance hace de lo ocurrido?Una de las primeras reuniones en Erbil fue con cuatro obispos que habían tenido que escapar. Hablando, se preguntaban, «¿estamos viviendo el final de los cristianos en Irak?» Todos temíamos que lo fuera, pero entre todos hemos conseguido escribir un capítulo nuevo. Y no parece que sea el último.¿Cómo vivió la experiencia tu familia?Ellos confían en que estoy haciendo lo necesario y que soy prudente. Pero para que no se preocuparan mucho, les mandaba fotos en las que me esforzaba en sonreír.

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