Un rabo para Emilio de Justo por una faena ducal en Herrera

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Un rabo para Emilio de Justo por una faena ducal en Herrera

Mientras en la siberiana Esparragosa de Lares, la única con parque taurino, desfilaba la carroza del Orgullo por sus calles, en Herrera del Duque, capital de la mancomunidad del Cijara, Emilio de Justo se entretenía en firmar una faena ducal, sentida y profunda, al mejor toro del desigual conjunto ganadero de Luis Algarra. No hay quinto malo. Y en el quinto fue la obra de rabo, acogida con entusiasmo por los tendidos en la anochecida de la Siberia. Treinta y ocho grados en el tendido de sombra, lleno total, y más de cuarenta en el sol, con un tercio. Abrumador el calor, pero los aficionados no quisieron faltar al gran cartel de verano extremeño, en el que los dos toreros de la tierra, Alejandro Talavante y Emilio de Justo, se marcharon a hombros, mientras que Juan Ortega, con un lote de mermado poder, abandonaba a pie el escenario después de enamorar con el capote en el sexto. Quitó las moscas el más veterano de la terna con el colorado que abrió plaza, un toro de Algarra huesudo y altote que quiso meter la cara en los inicios, pero que tras el tercio de varas apuntó su baja casta, con feo estilo en la muleta.El hocico por delante y cuello traía el segundo, con el que Emilio de Justo movió toreramente los brazos a la verónicas, con una media para esculpir. Manseó tela el negrito, que pasó de largo del caballo, aunque acabaría derribándolo. Ante la sorpresa de la afición, la presidencia devolvió al animal por manso (otros decían que estaba reparado de la vista). Hecho cuesta arriba el sobrero, encampanado y silleto, que puso en apuros al de Torrejoncillo en el saludo. Le bajó el capote Morenito de Arlés en la lidia, aunque la tendencia del toro era despedirse siempre con la cara arriba. Qué torero y qué bien anduvo De Justo en una faena en la que aprovechó la obediencia del toro, que sin ser un dechado de clase le permitió dibujar series por ambos pitones. Empaque y sentido de la medida hubo en su pieza. Resbaló y se quedó sin rival en el primer encuentro y enterró después una estocada. Suya fue la primera oreja.Noticia Relacionada Feria de Huesca estandar Si Ponce, la entrega de Ginés y la televisión Ángel González Abad El extremeño cortó dos orejas al sexto y salió a hombros, mientras Ponce y Galván cortaron unaDe categoría los lances genuflexos de Juan Ortega al guapo tercero, mermado tras el volatín a la salida del peto. Sin gota de fuerza, se derrumbaba cada dos por tres. Con temple, a media altura y perdiéndole pasitos, logró sostenerlo. Se adornó con gráciles molinetes. Con qué sabor lo anduvo, pero tuvo la mala suerte de que el toro se desplomara antes de entrar a matar y todo se enfriaría más. Si es que se podía hablar de algo frío en medio de aquel bochorno. Herrera del Duque Plaza de toros de Herrera del Duque. Domingo, 11 de agosto de 2024. Lleno en la sombra y un tercio en el sol. Toros de Luis Algarra, desiguales de presencia, correctos en general para esta plaza, aunque los hubo con cabezas muy agradables; de justa casta y poder en general, destacó el quinto. Alejandro Talavante, de corinto y oro: pinchazo y estocada baja (saludos); estocada (dos orejas). Emilio de Justo, de azul pavo y oro: fallido el primer intento y estocada (oreja); estocada (dos orejas y rabo). Juan Ortega, de verde oliva y azabache: estocada (saludos); pinchazo y media (saludos).Con tres jaleados faroles recibió Talavante al acochinado cuarto, de cómoda cabeza. Puso en apuros a la cuadrilla y hasta a un hombre de plata tan curtido con Álvaro Montes le hizo pasar un mal rato. Brindó Alejandro a sus paisanos y se plantó de hinojos en un vibrante comienzo. Se gustó el de Badajoz en una inspirada y variada faena: afarolados, arrucina, ayudados rodilla en tierra… Entre los pitones acabó. Hasta exprimir a un toro con la virtud de la obediencia y el defecto de puntear. Las manoletinas y el espadazo le entregaron la puerta grande.Hasta dos vueltas de campana se pegó el quinto, el mejor a la postre. De rodillas el prólogo de Emilio de Justo, que concedió distancia al toro. Relajado y con asiento, con un pase de pecho de su cosecha. Y otra más, luciendo la buena condición del ejemplar. Asentado y con aplomo. Por ambos lados. Porque si se abandonó a derechas, tambien majó un tanda de naturales a pies juntos. Y naturalmente siguió, ahora sin ayuda con la derecha, animándole con el toque y con la voz. Sabor tuvieron hasta las manoletinas, tan despacito, tan torero siempre. Creyéndoselo y sintiéndolo. De verdad se tiró a matar, tanto que cayó ligeramente contraria -y también con cierta travesía-. Se tragó la muerte el bravo, aplaudido en el arrastre sin las dos orejas.Un recital con el capote dio Juan Ortega, maravilloso a la verónica. El toro, de justísimo poder, era claro candidato al pañuelo verde -este sí, señor presidente-, pero el de Triana le ofreció su calma y desgranó un puñado de naturales para paladear. Ahí acabaría todo antes de la puerta grande de sus compañeros de cartel.

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