Es viernes por la noche y sobre las placas de las tumbas de la impresionante cripta de St Martin in the Fields la multitud baila al ritmo de la música que se escucha sólo en sus oídos. La fiesta es una ‘Silent disco’, un evento en el que las personas bailan y escuchan música a través de auriculares inalámbricos en lugar de altavoces tradicionales, mientras varios DJ pinchan diferentes canciones simultáneamente. Sin los cascos, la escena es silenciosa. Para Julio Bruno , empresario español afincado en Londres, «esto es algo que ya existía hace años. Me acuerdo de que en Nueva York estaba la discoteca Limelight, que era una iglesia, y te hablo de los años 80». Pero la controversia sobre el uso de iglesias y catedrales como espacios para eventos de entretenimiento, como discotecas, o como lugares de ocio, ha generado un intenso debate, ya que plantea cuestiones sobre la preservación del patrimonio religioso y cultural, los valores sociales contemporáneos y la relación entre lo sagrado y lo secular. Mientras algunos defienden la idea de utilizar estos venerables edificios como lugares multifuncionales para generar ingresos y fomentar la participación comunitaria, otros argumentan que tal práctica socava el significado espiritual y la sacralidad de estos lugares de culto. Esta tensión entre tradición y modernidad, entre lo sagrado y lo profano, ha llevado a un intenso escrutinio público y a polémicas crecientes en el Reino Unido, donde están celebrándose fiestas de este tipo en varias catedrales.Noticia Relacionada estandar No Diez catedrales, iglesias y monasterios esenciales en el Camino de Santiago Pablo Muñoz Un recorrido por algunos templos que merecen una visita en las diferentes rutas hacia la catedral de SantiagoPero en opinión de Bruno, la forma en la que miran el patrimonio desde el catolicismo es diferente a la de la Iglesia de Inglaterra. «Desconsagran iglesias continuamente, y una iglesia a nivel legal, cuando está desconsagrada, es un edificio». Lo dice con conocimiento de causa, ya que es presidente e inversor del Mercato Metropolitano Mayfair, un centro cultural con una propuesta gastronómica de comida «auténtica y sostenible» con ingredientes frescos y artesanales, ubicado en la Iglesia de San Marcos, desconsagrada en 1974, en el lujoso barrio de Mayfair, aunque este es «un sitio donde comer para el bolsillo normal». Es un edificio imponente, que aparece en la lista de los que tienen especial interés arquitectónico o histórico del Reino Unido, catalogado como Grado 1, es decir, el más alto, de «interés excepcional». «Una parte muy positiva de todo esto es la conservación. Gracias a tener un negocio, conservas el edificio», dice el empresario asturiano, que explica que «este en concreto estaba cerrado» y se abría de vez en cuando para algún evento, pero «es muy difícil mantener un edificio sin calefacción, sin que nadie lo habite, y es como una casa, que no la usas y entonces se te cae a pedazos», pero el costo de mantenerlo vacío es muy elevado, y «nadie se quiere gastar ese dinero». En este caso, Grosvenor Estates invirtió casi seis millones de euros en 2019 en su remodelación. «El edificio está protegido, así que toda la construcción es portátil, no hay nada pegado a las paredes», para no dañar la estructura y por «respeto al arte» que sigue en el lugar como la pila bautismal o los retablos. Que esto exista, es para él «algo muy especial y muy particular».Fiesta en iglesias Las iglesias desacralizadas, reformadas por los nuevos emprendedores, tienen todo tipo de negocios, con música en directo y zonas de restauración, como el Mercato Metropolitano Myfair o la antigua iglesia St Martin in the Fields I. SalazarSobre la polémica, asegura que no ha recibido ninguna crítica. Pero es que su argumento es además muy claro: «No es una iglesia, es un edificio que fue una iglesia». Lo que le han dicho, por el contrario, es que es un «espacio increíble, divertido, que qué bien está hecho». En el Mercato hay una veintena de negocios y Bruno está detrás de algunos de ellos porque además, es un ‘trading partner’: «O sea, soy uno de los socios que pagan por estar ahí», con propuestas como el bar BebeMe, o Jazz Me, que ofrece jazz en la cripta todos los miércoles. «Es maravilloso, con bandas en directo. Estás comiendo, bebiendo una copa y a la vez viendo un espectáculo». Para él, es un privilegio formar parte del «’happiness business’, el negocio de la felicidad, porque le estás dando a la gente de comer delicioso, a muy buen precio, con toda experiencia, la música…». En el bar de arriba, al lado de lo que fue el altar, «hay un neón que reza Church of Wine, la iglesia del vino» y «todo eso está hecho con mucho gusto, con mucha clase y, sobre todo, con un afán de proteger el legado histórico», asegura. Y en el contexto del mundo digital, todo esto también es contenido para que los visitantes publiquen en sus redes sociales. «Es contenido visual que, por supuesto, funciona en Instagram, pero que funciona también en tu cabeza y en tu corazón, con los cinco sentidos». «Hoy en día, no hay una persona joven que antes de comer no haya hecho la foto. Pues más aún en un sitio que es tan agradable a la vista, ¿no? Y único. Porque al final todos queremos cosas únicas». Noticia Relacionada Lujo en Baleares reportaje Si Una noche en Lío Mallorca: ¿Quién tiene la bengala más grande? Mayte Amorós La fiesta incluye un ‘dress code’ sexy, comida Michelin y un espectáculo delicatessen hasta que llega la hora de la discotecaLlaman la atención la arquitectura, los vitrales… y, como dice Dorothea, una comensal que habló con ABC en la que fue su primera visita al lugar, «todo es bonito, la atmósfera es fabulosa, la comida es rica… y además tienes esta sensación de estar en un lugar diferente. Nunca imaginé tomarme una copa de vino donde estaba el altar de una iglesia». Tampoco imaginaban bailar sobre las placas de una cripta Daisy, dominicana, y su pareja, Vanesa, británica, que movieron el esqueleto toda la noche en la Silent Disco de St Martins, que tiene un fideicomiso especialmente dedicado a «recaudar fondos para ayudar a mantener los edificios históricos, desarrollar el programa musical, para la misión y el ministerio de la iglesia y para ayudar a financiar el trabajo con personas sin hogar y vulnerables», a través de una organización no gubernamental con el mismo nombre. «Ellos hacen un trabajo importantísimo con las personas sin hogar. Y eso hay que pagarlo. Y lo que están haciendo es usar sus activos para poder hacer un trabajo social increíble», dice Bruno. Las dos mujeres, por su parte, enfatizaron el carácter «divertido y relajado» del evento, que no consideran ofensivo, y el que había gente «respetuosa y de todas las edades disfrutando de la música en un entorno increíble y original». Pero no todo el mundo lo ve con buenos ojos, y menos aún cuando los recintos no están desacralizados, es decir, cuando no se ha llevado a cabo el rito religioso y el trámite legal para quitarle el carácter sagrado que le fue conferido con la consagración. En la plataforma change.org hay una petición llamada «Decanos anglicanos, dejen de convertir nuestras grandes catedrales en discotecas», que ya han firmado casi tres mil personas, y que empezó por la controversia de dos eventos celebrados en febrero. En un mensaje al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, el organizador de la petición, Cajetan Skowronski, advirtió que esto «no acercará a los jóvenes a Cristo, sino que enviará el mensaje de que Cristo y su iglesia, y toda la verdad, belleza y bondad que tiene para ofrecer, son irrelevantes. Que el entretenimiento merece más nuestra atención que Dios. Que los cristianos no toman en serio su fe ni sus lugares sagrados». «Hagan que la catedral sea nuevamente una casa de oración», exigió, y añadió que «la profanación no cesará a menos que resistamos, con peticiones y oraciones, para mostrar al clero sus errores y despertar en los corazones de las personas un renovado respeto por nuestros lugares sagrados», defendió. Pero desde los templos alegan que «generando ingresos de esta manera, podemos mantener la catedral abierta. No podríamos proporcionar un espacio sagrado sin nuestras actividades comerciales, incluyendo mercados y eventos musicales en la catedral», considera Matt O’Grady, director de operaciones de la catedral de Guildford; mientras que David Monteith, decano de la de Canterbury, asevera que «las catedrales siempre han sido parte de la vida comunitaria de una manera que va más allá de su función como centros de adoración y misión cristiana».La importante función económica de las actividades la defiende también la reverenda Sarah Brown, decana de la catedral Hereford, que considera que es, ante todo, «un lugar de oración, adoración y ministerio». «Pero al enfrentarnos a costos crecientes sin financiamiento público, debemos buscar diferentes formas de complementar nuestros ingresos para ayudar a mantener este lugar sagrado disponible para todos», apuntó en declaraciones a ‘The Guardian’.También desde la organización de las discotecas silenciosas aseguran que «respetamos las creencias y opiniones de aquellos que podrían considerar esto inapropiado», pero argumentan que es un evento «inocente y lleno de alegría, centrado en reunir a las personas para que disfruten las canciones que les gustan en un entorno espectacular».
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