Nadie sabe cómo Miguel Ángel Perera durmió ayer entero. Si es que pegó ojo. Nadie sabe cómo aquel toro de Fuente Ymbro, tan noble que se antojaba, no lo reventó por la mitad. Nadie sabe cómo, tras una cogida terrorífica, regresó al campo de batalla para torear con una bárbara ambición. Con raza de figura. Desmadejado, con la piel tatuada, una costilla rota, una cornada en el escroto, un dolor insoportable y la respiración cortada. Le faltaba el aire al de Puebla del Prior, pero en el ruedo permanecía. Toreando, templando, emocionando. Qué manera de empezar la corrida de Gallardo, tan variada e interesante, con una notable primera mitad y más deslucida la otra. Había abierto la senda Perera en unas verónicas a favor del toro, que no se empleó en el caballo. Tampoco quiso picarlo mucho el torero, que se recreó en las serenas chicuelinas del quite. Hubo brindis: venía a dar todo. Y entonces se dirigió al platillo para atornillarse, en la más fiel acepción del diccionario, con tres pases cambiados imponentes. Y un temple superlativo, aprovechando las virtudes del fuenteymbro. Pero guardaba dentro Veneno -que así se llamaba- y, cuando toreaba con la derecha, se le coló. Se libró, pero segundos después se fue directo a él y le levantó los pies en una durísima voltereta. Crujió su cuerpo en la caída, en una escena de acongojante angustia. Porque Veneno lo izó de nuevo. Por la barriga ahora. «Le va a sacar las tripas», decía una espectadora mientras se tapaba los ojos. Y Perera, con los suyos abiertos, se agarraba al pitón mientras era zarandeado. Temíamos lo peor… Junto a las tablas, apenas podía mantenerse en pie. Completamente noqueado, con la paliza en lo alto y el vestido para remendar. Mientras tapaban lo descosido, su apoderado, Diego Robles, le echó agua por la cabeza para reanimarlo. Lo normal era irse presto a Urgencias, pero, contra todo pronóstico del común de los mortales, pidió la muleta y, pese al ostensible dolor, se fue al territorio de Veneno. Por el lado del percance plantó cara. ¡Qué mérito! Más templado aún. Heroico, con el sufrimiento en el rictus y unas yemas que acariciaban por naturales, al compás de la lenta embestida. No contento con eso, se asentó en el mismísimo terreno de la cogida y engarzó tres derechazos a un invertido. Con aplomo y firmeza. Hasta rematar por luquecinas en las distancias cortas mientras Veneno se sentía absolutamente podido. No era fácil entrar a matar, pero con habilidad lo cazó el pacense, que estaba ya entonces para el ‘arrastre’ por su esfuerzo sobrehumano. Aunque se cayó la espada, a sangre y fuego se ganó el trofeo. Con creces. Sin chaquetilla ni chaleco, pero con la oreja en la mano y rebosante de vergüenza torera, abandonó el escenario de la verdad por su propio pie para ser trasladado al hospital y conocer el alcance del traumatismo costal -fractura de una costilla-, además de la cornada en el escroto, con evisceración de testículo, «y una manchita en el hígado, que no sabemos si es de la cogida», según contaba al cierre de esta edición su mentor.Por el severo percance, el festejo quedó en mano a mano entre Emilio de Justo y David Galván. Lo anunciaron por megafonía antes de salir el cuarto, en el que comenzó a subir la seriedad y a decaer el comportamientos ganadero. De amplia badana, escarbador y mansote, apretó en banderillas. Había que sujetarlo y eso hizo De Justo, aprovechando su obediencia y su duración en una faena premiada con una oreja.Otra se llevaría del Jarrero segundo, un fuenteymbro con mucha importancia. A cámara lenta prologó el cacereño con el humillador ejemplar, aunque costoso. Hacía surcos por el izquierdo, y por ese lugar nacieron los muletazos más sobresalientes, tan sabrosos y toreros. Sobrenaturales los del epílogo, barriendo la arena. No pudo redondear más su triunfo con el sexto, un animal al borde de los seis años al que se trajinó en su medio recorrido. El premio gordo cayó en el bravo tercero, de más anovillada expresión y con los cuatro años recién cumplidos. David Galván lo lució concediendo distancia en su estética obra. Más rotos unos muletazos y más abandonados otros. Diferente, con garra, conexión y varias pinturas, como ese cambio de mano o aquel pase de pecho a la hombrera contraria. Menos gustó la clase de pilates final, pero qué torera fue la doblada antes de enterrar el espadazo, que desencadenó una doble pañolada algo gentil. Como generosa fue la vuelta para el notable Jaranero en un capítulo en el que la gente se lo pasó bomba. Seria la dimensión, siempre firme, que ofreció en el quinto, aplaudido de salida y que fue el peor del sexteto, un manso a arreones. Difícil en banderillas, a Juan Carlos Rey se le apareció la Virgen para que a estas horas no ocupe una camilla junto a Miguel Ángel Perera. Inolvidable tarde de toros y toreros, con la cara y la cruz de la Fiesta brava.San Sebastián Plaza de toros de Illumbe. Viernes, 16 de agosto de 2024. Segunda corrida. Cuatro mil espectadores. Toros de Fuente Ymbro, bien presentados en general dentro de la desigualdad; de variado comportamiento: de buen juego los primeros (el 3º premiado con la vuelta), mansos y más deslucidos los otros (el peor, el 5º). Miguel Ángel Perera, de caldero y oro: estocada caída (oreja). Trasladado al hospital. Emilio de Justo, de verde botella y oro: estocada caída (oreja); estocada rinconera (oreja); media (ovación). David Galván, de azul y oro: estocada trasera (dos orejas): pinchazo hondo y descabello (silencio).
![Duro percance de Perera en una inolvidable tarde de toros y toreros en Illumbe Duro percance de Perera en una inolvidable tarde de toros y toreros en Illumbe](https://ayuser.org/wp-content/uploads/2024/08/perera-RqaVlmppqrCYT3VYWjrI3PP-758x531@diario_abc-A9LeMV.webp)
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