La cara de sangre habían pintado al Mesías del toreo en Bilbao. De rojo color la embadurnaron en los carteles de promoción de la feria colgados en la calle Autonomía, en la que sólo se pronunciaba su nombre al filo de las nueve de la noche. Presentaba la plaza un ambiente excepcional, de época de campanillas, al reclamo de Roca Rey, que después de no andar a su máximo nivel con el complejo tercero de Victoriano del Río, se ofreció por entero al sexto. Una llamarada capaz de incendiar las aguas se prendió cuando se plantó de rodillas en los medios, con dos pendulares para visitar la unidad de coronarias. De un valor invencible. Anunciaba su mirada que la fiera había vuelto. Y lo hizo con toda su furia, con una inteligencia de superdotado para medir tiempos, distancias y alturas; cuándo exigir más y cuándo menos.Cochabamba, nombre del toro, no había enamorado ni por su belleza ni por su comportamiento de salida. Pero ya en la lidia se vio que había fondo para tocar sus teclas en una corrida ‘piano-piano’. Qué teclosa fue la de Victoriano del Río, variada de presencia y juego, pero con ese fondo de bravura que desarrollaron tres animales. Uno fue el tal Cochabamba, de fértil embestida, potenciada por el Cóndor del Perú. Se enlotó con el más armónico tercero, que nada se empleó en el peto y apretó en banderillas, con pies. Agarrado a las tablas del 3 principió Andrés, como el número 1 Luis Miguel, engarzado a un soberbio desdén. Transmitía el toro, con una doble velocidad reponedora que incomodaba una barbaridad, y con la que a Roca no se vio a gusto. Solerares, que era su nombre, viajaba más por la ruta del bakalao. Tremendo el arreón final que pegó a Antonio Manuel Punta hasta descoserle la banda de la taleguilla de arriba abajo. Faltaba un cartucho. Y King Roca lo volvió a hacer: a ‘revientahornos’ puso Bilbao desde la mencionada apertura de hinojos. En pie, el gentío; en pie, el torero, con su lado todopoderoso. Con el compás muy abierto, con mando y mucho temple, administrando a la perfección el fondo del victoriano. Se hizo de rogar la música, con tanto afán de protagonismo como el palco. El toro con bautismo de ciudad de Bolivia respondió agradecido al trato del limeño, que giró como un Faber-Castell a derechas, con un cambio de mano excelso. Largos brotaron los de pecho, sempiterno aquel en el que barría el lomo. Echó los vuelos a izquierdas y se descaró con Cochabamba en una aplomada faena, en la que imprimió largura y suave tacto. Con unidad de terrenos y exprimiendo el pozo de este sexto. La explosión, el fuego que quemaba, llegó en el epílogo por cercanías, aguantando parones, con el toro completamente rendido y el torero sonriendo. Locos los tendidos, que se desgañitaron en los invertidos. Todo con una quietud deslumbrante, con ese derroche de valor que atrapaba. Buscaba la gente los moqueros antes incluso de que se perfilara para matar: una estocada enterró y la pañolada se agitó como un oleaje. Pedían las dos orejas, pero Matías se mantuvo firme en su propio criterio y no atendió los deseos de la masa. Uno contra miles. «Con la falta que hace un triunfo», decían los de mayor sensibilidad y los que conocen la realidad del toreo bilbaíno. Cuánta razón: una puerta grande de Roca Rey hubiese sido la mejor promoción de la Fiesta en Vista Alegre, a la que alguno parece que prefiere ver triste y sola. Casi todo a la contra, por un animalismo político que no permite ni que el toro ‘viaje’ en tranvía. El veto a la tauromaquia recorre la ciudad, incluso contra los bares que cuelgan la cartelería. Hablan del maltrato animal, pero los animales son ellos, los de la pintura y el chantaje. Sin embargo, no pudieron con el fenómeno peruano y su fuerza taquillera. Era su reencuentro con los toros de Victoriano del Río, la misma ganadería con la que cuajó la faena de más bárbara heroicidad de los últimos tiempos. En este mismo escenario, donde este viernes volverá, en el día grande en que Enrique Ponce se despide de uno de sus feudos. ¿De qué esencias?El presidente, al que jalearán cuatro palmeros y los llamados guardianes de las esencias –¿de qué esencias si no se recupera la plaza?–, logró que empatasen a una oreja la ambición sin freno del peruano y el más conformista Manzanares. Al alicantino se le atisbaron esos brotes verdes de los que hablaba en Gijón mi compañero Arruego y protagonizó una primera parte de listeza y mucha enjundia, pero pronto desistió y decayó aquello, remontado con la espada. De noble fondo el cuarto, más serio por delante que por detrás, con el que tiró de empaque y arrebato en el capote. Por abajo, y sin tirones, lo pedía Lastimado en una labor que no pasó de entonada.Corridas Generales de Bilbao Plaza de toros de Vista Alegre. Jueves, 22 de agosto de 2024. uinta de las Corridas Generales. 13.400 espectadores. Toros de Victoriano del Río, variados de hechuras y comportamiento, teclo José María Manzanares, de de nazareno y oro: estocada (oreja); pinchazo y esetocada contraria tendida (saludos). Alejandro Talavante, de negro y plata: tres pinchazos y estocada (silencio tras aviso); pinchazo, otro hondo y cuatro descabellos (silencio). Roca Rey, de grana y oro: pinchazo hondo (silencio); estocada (oreja con fuerte petición de otra).Desaborío y descastado el lote de Talavante, tanto el altote segundo como el acarnerado quinto. Desde su atalaya observaba la ‘baraka’ de Manzanares en el sorteo y la raza de figurón de Roca Rey, frenada en trofeos sólo por el palco.
![Y Roca Rey, el mesías de Bilbao, se topó con el presidente, guardián ¿de qué esencias? Y Roca Rey, el mesías de Bilbao, se topó con el presidente, guardián ¿de qué esencias?](https://ayuser.org/wp-content/uploads/2024/08/roca8-RRs9NIRoGv1uKxDY0ensE8M-758x531@diario_abc-vsfQNw.webp)
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