El cuarto de la limpieza de Ferraz

Todo verano tiene su anticlímax, su destino imaginario y su pesadilla en la cocina. El cuarto de las escobas de las organizaciones centenarias encierra un viaje a lo desconocido con la ‘Potras savaje’ sonando como música de fondo. A ese habitáculo nos asomamos en esta entrega imaginaria de destinos estivales : el depósito de la limpieza del número 70 de la calle Ferraz. Es uno de los espacios mejor ventilados de la sede nacional del Partido Socialista Obrero Español . Por eso, en verano, gustan algunos de sus líderes dormir la siesta entre botes de desinfectante y refrescarse a gustito bajo el grifo donde se enjuagan las fregonas. Porque los del PSOE los trapos sucios los lavan en casa, incluidos los bañadores lanzaroteños de Pedro Sánchez y los títulos universitarios que Begoña Gómez se sacó en una rifa de verbena de la Complu. Este lugar, ¡el cuarto de la limpieza!, es el reverso de la España estival, aunque está dotado de una pequeña nevera con avituallamiento para quienes deban pasar unos días en su interior, ya sea porque asi se los han indicado porque parta de un deseo personal de refundación. Es el lugar de la maceración del espíritu, el rincón de pensar de los liderazgos arruinados y el depósito de reciclaje de papel membretado, incluidos los experimentos corporativos en los que la rosa era sustituido por un puño en alto podemita o la sustitución de las iniciales Partido Socialista Obrero Español por Pedro Sánchez Organizadores de Eventos. Esta habitación es el hangar de los años juveniles y refrescantes de un partido ahora transilvano. Quedan por ahí algunos vinilos de Eduardo Madina cuando pinchaba discos y las corbatas que solía vestir Patxi López en sus últimos años con sentido del humor. Hay quienes han conseguido el tocado de novia de Meritxell Batet con José María Lassalle y el pico de la curva de Fernando Simón. En este habitáculo de cinco metros de largo por cinco de ancho, un centenar de productos de desinfección se amontonan a razón de cinco por cada cuarta. También algunas imágenes votivas a las que les falta un dedo o la mano izquierda, a saber un Felipe González de escayola desnarizado y un Alfonso Guerra de utilería al que le falta un pie. Es el lugar neurálgico del edificio, la estancia de los descartes. Aquel espacio al que han sido confinados, durante años, los aspirantes a delfines, los dirigentes de los socialistas madrileños caídos durante las últimas cinco regionales y las americanas de pana de Tomás Gómez en sus años de alcalde de Parla. Precintadas en una bolsa de rafia del Mercadona aguardan una segunda vida las cazadoras vaqueras de Adriana Lastra y los castellanos con los que Oscar Puente se iba de cañas por el pasaje Gutiérrez de Valladolid. Junto a la lejía, reposan las obras completas de Maquiavelo ilustradas y una versión escolar de ‘El conde de Montecristo’ con anotaciones manuscritas de Pedro Sánchez durante sus años de parvulario. Hay quienes asegura que, por accidente, han ido a parar al cuarto de la limpieza las alfombras del Peugot con el que Pedro Sánchez recorrió España y un cubo de rubick que usó Rubalcaba durante los días previos a la abdicación de Juan Carlos I.El cuarto de la limpieza de Ferraz es la prueba forense de la colección primavera-verano de fantasmas ministeriales y también posible lugar de paso de las mascarillas duplicadas de José Luis Ávalos, aunque de este asunto se habla poco en el edificio, por considerar que no conviene mentar difuntos, no sea que revivan. Del Tito Berni hay dos agendas telefónicas y un cupón de descuento del Dinosol. Queda, a manera de desecho, la maceta de un antiguo bonsái felipista que fue devuelto desde El jardín botánico por considerarlo demasiado liberal para la antigua flora socialdemócrata, así como una colección de éxitos bailables recopilada por Miquel Iceta para los fastos electorales y una caja herrumbrosa de pines electorales de Susana Díaz y Manuel Chaves.