¿Una clase en el Partenón gracias a la realidad virtual o una profesora de Historia que logra trasladar a sus alumnos al siglo V antes de Cristo? Más allá del debate sobre las pantallas en las aulas, viajamos a dos centros que representan modelos opuestos.PRIMER MODELO Waldorf, la pedagogía prohibida por los nazis y libre de tecnología con tirón en Silicon ValleySobre la mesa del profesor hay un racimo de uvas, un busto de Alejandro Magno y dos dibujos en la pizarra que ya los querrían para su colección muchas galerías de arte. Parece el set de rodaje de una película de otro tiempo, pero la única cámara que va a grabar en el colegio Waldorf de Aravaca , en Madrid, es la de ABC. Es posible incluso que el nuestro sea el primer dispositivo electrónico que entre en años a este centro educativo donde la tecnología está totalmente prohibida.Lo que parecía un decorado es en realidad un aula de sexto de Primaria donde los alumnos acaban de recibir su clase de Historia. «Ahora nos toca talla, ¿verdad?», dice uno de los estudiantes rezagados. La madera que van a trabajar en el taller es el material del que están hechos los pupitres y las cabañas que van apareciendo entre los pinos del recinto. Salta a la vista que el plástico, como los móviles, tampoco es bien recibido allí. Marta Sierra es la directora del centro Waldorf y, además imparte la asignatura de Historia TANIA SIEIRAPero en el Waldorf también hay canchas, porterías, huertos, y hasta gallinas. En el centro, una gran casa, con pasarelas exteriores y niños correteando, demuestra que el colegio es, ante todo, fotogénico. Su directora, Marta Sierra, asegura que lo que vemos es sólo el envoltorio de un modelo educativo con más de cien años de historia y que funciona. La primera escuela se abrió en Alemania en 1919, justo después de la Primera Guerra Mundial y estaba pensada para los hijos de los trabajadores de la fábrica de cigarrillos Waldorf Astoria , de donde recibe el nombre. Años después, el nazismo cerró todos los centros que existían en el país, aunque con la caída de Hitler el método Waldorf resurgió con fuerza y hoy hay en el mundo más de mil escuelas con este sello. Todas son privadas. Alguna de ellas es conocida por ser el lugar donde no pocos gurús de Silicon Valley matriculan a sus retoños para, precisamente, mantenerles alejados de los algoritmos que ellos mismos diseñan. Quizá la proeza es que en cien años apenas se haya modificado el método de enseñanza original, que fue ideado por Rudolf Steiner , su controvertido creador. «Nosotros no somos ningunos hippies; somos serios, porque la educación es una cosa muy seria», afirma la directora, que se siente orgullosa de haberlo abierto hace más de dos décadas, cuando la incorporación de la tecnología en las aulas estaba a la orden del día. «Ahora parece que la ciencia nos está dando la razón», refiere sobre los estudios que apuntan al efecto pernicioso que los móviles podrían tener en el desarrollo cognitivo de los menores. «Lo que nunca seremos es extremistas. Nuestro método es radical, pero puede ser igualmente válido que otro», apostilla Sierra.’Euritmia’En Waldorf lo artístico lo impregna todo , aunque los estudiantes de estas escuelas se formen en las mismas materias que en cualquier centro ‘normal’. Sin embargo, existen algunas asignaturas exclusivas de este modelo, como todas las relacionadas con lo manual y lo artesano: en el Waldorf de Aravaca los estudiantes acuden a talleres de cerámica, talla o acuarela y se gradúan habiendo aprendido a tejer y a coser. La materia menos convencional es lo que denominan ‘Euritmia’, una clase en la que se toca música en directo a niños de Primaria y se les enseña a moverse de modo armonioso. Aunque la teoría resulta más compleja, lo que se intenta es que el movimiento sirva como un medio de comunicación para expresar estados de ánimo. Para «trascender». Un alumno trabaja la madera en el taller de talla TANIA SIEIRA—¿Sois un colegio laico o religioso?—Ni una cosa ni la otra. Seguimos el calendario cristiano y somos muy respetuosos con nuestras tradiciones. España es un país católico, pero nosotros no le imponemos la fe a nadie . Lo que buscamos es que los niños lleguen al Museo del Prado y la iconografía cristiana o la mitología clásica que han estudiado les ayude a comprender lo que están viendo. Lo que aquí no verás en Navidad es ningún Papá Noel. Marta Sierra prefiere que estén más familiarizados con una ‘madonna’ de Rafael, pero insiste en algo que para ella es esencial: no hay superávit de artistas entre sus exalumnos. «De aquí salen médicos, ingenieros o estudiantes de Derecho. Lo que comparten nuestros alumnos es el criterio y la curiosidad por saber, que les inculcan nuestros maestros». Hay 45 profesores en un colegio de 250 alumnos que van desde los dos a los dieciséis años. Una ratio que ya querrían para sí la mayoría de los colegios públicos en España y que es el síntoma de otra de las piedras angulares de Waldorf: unos maestros que prestan un seguimiento individualizado del alumno, tienen cierta autonomía en sus aulas y no dependen en exceso del manual. «Creemos que lo ideal es que el alumno elabore su propio libro de texto a partir de lo explicado en clase», resume la directora mientras muestra el manuscrito impoluto de Martín, que se sienta en primera fila. En este centro los alumnos pueden jugar libremente en un amplio recinto lleno de naturaleza ANIA SIEIRA«Todavía hay muchas personas que no nos conocen y otras a las que les gustamos, pero nunca terminan de arriesgarse con un modelo más radical que los demás. Si hablamos de educación, los padres tienen que ser valientes ». Los de Silicon Valley, está claro, lo son.SEGUNDO MODELO Agora Portals, el colegio que usa robots e IA desde los 5 añosA las nuevas tecnologías se las teme o se las abraza. En Ágora Portal International School han decidido dominarlas. Los niños programan mini-robots desde los cinco años. Visitan la Antigua Roma o el Louvre con unas gafas de realidad virtual en la clase de Historia. Usan r obots, impresoras 3D y cortadoras láser. Aquí ChatGPT no está prohibido en los trabajos. «Todo lo contrario, hay que enseñar a usar la inteligencia artificial, a citarla en los trabajos y a cuestionarla», propone Rafael Barea, el director de este colegio privado mallorquín que se atreve a introducir la robótica y la codificación dentro del currículum escolar. «’Robotics, tecnology and coding’ es una nueva materia obligatoria en Infantil, Primaria y Secundaria con la que queremos desarrollar el pensamiento computacional , que es la habilidad de resolver problemas en tu vida real aprovechando las capacidades de los ordenadores», detalla el director. Se inicia con una sesión desde los cinco años hasta 4º de Primaria, y dos a partir de 5º de Primaria hasta 4º de la ESO.Los alumnos, con un pequeño bot programado por ellos mismos MIQUEL BORRÁS¿Cómo se mete una asignatura nueva en un apretado horario? «Sin renunciar a nada». El horario de Agora llega a las 35 sesiones semanales y permite dar asignaturas que no tienen otros colegios como ‘Robotics, tecnology and coding’, natación, drama (hay teatro en toda secundaria) o ‘international sports’. Con alumnos de 45 nacionalidades distintas, Agora Portals es uno de los 100 mejores centros educativos de España según la revista Forbes. Hace unos años, Barea logró elevar este centro al nivel de Finlandia en las pruebas PISA, y ahora vuelve a revolucionar su proyecto educativo con las nuevas tecnologías «pero sin dejar de lado lo tradicional». De hecho, los niños de Primaria usan el ábaco para hacer operaciones mentalmente, y la lectura es fundamental. ‘Devoran’ libros y después los tienen que explicar. Hacen arte, drama, oratoria y debate, «habilidades de todos los tiempos también muy necesarias hoy en día», reivindica el director. El año pasado derribaron las paredes, juntaron tres aulas y construyeron un espacio de 180 metros cuadrados para «despertar la creatividad y la reflexión». «Queríamos tener un espacio innovador que fomentase la creatividad de los alumnos », presume el docente señalando una enorme cristalera dividida en tres espacios interconectados en la primera planta del edificio.Parecen aulas del futuro. En el ‘Inspiration Talks’ los alumnos de 5 años están sentados en el suelo experimentando con mini-robots que se programan con movimientos: avanzar una, dos y tres hacia adelante o atrás, dar una pequeña vuelta… «Ellos sin darse cuenta están haciendo un pequeño algoritmo y codificando », apunta Barea sobre esta forma divertida de introducir la programación en niños de infantil. La maestra guía a los pupilos para que lleguen a la solución. «¡Eureka!», grita Ainara al ser capaz de mover su ‘minibot’. Al fondo de la cristalera, el aula ‘Maker lab’ parece una oficina de Google. Aquí los alumnos más mayores están sentados en mesas altas y taburetes trabajando el lenguaje de la programación con robots más avanzados. Hay un cartel que reza ‘STEAM’, uno de los pilares de Agora. «La ciencia, la tecnología, la ingeniería, las artes y las matemáticas». En la sala central está el ‘Creativity hallway’, donde los estudiantes hacen podcasts en la radio, hablan en público, exponen sus trabajos e interactúan con Maryam, una autómata de metro y medio de altura con forma humana construido por los propios alumnos y que integra IA. Rafael Barea es el director de este vanguardista cendro educativo MIQUEL BORRÁSLa cabeza de mujer responde a cualquier pregunta con la obligación de que el alumno mejore la respuesta y dude. «Queremos que sean críticos», apunta el director sobre este robot que toma el nombre de la escritora y profesora de matemáticas iraní Mirzajani de la universidad de Stanford. «La inteligencia artificial es una herramienta que tiene mucho poder, con ventajas y desventajas, que genera temor y desconfianza pero que es una herramienta potente para alumnos y profesores y cualquier profesión», defiende Barea, que con esta premisa inculca a los niños la probidad académica. «Esto significa hacer un trabajo y no aprovecharte sin más de la IA . Citar las fuentes a las que has ido, saber utilizarla y saber que posiblemente todo lo que te va a generar no va a ser cierto», incide sobre la importancia de ser críticos. «Porque si lo somos podremos ser mejores, si no seguiremos al rebaño y no progresaremos como sociedad».Los alumnos, con unas gafas de realidad virtual MIQUEL BORRÁSEn la clase de Geografía e Historia o de Ciencias Sociales se utilizan las gafas de realidad virtual, desde 5º de Primaria hasta 3º de ESO. «Imagínate que están en Historia viendo las pirámides de Egipto… Aquí crearían un espacio virtual –solos o por equipos de dos–, programarían ese espacio virtual, lo codificarían, al mismo tiempo que ven los elementos que han aprendido en la clase de Historia y añaden explicaciones». Una vez creado, navegan dentro de este espacio. «La clave es que la mente de los alumnos se desarrolle un poco más de lo meramente académico gracias al uso de la tecnología», sostiene el director saliendo del ‘Agora Innovation Centre’ tras preguntar a Maryame qué opina sobre la IA en el currículum escolar. El robot lo aplaude. Ya en el jardín nos topamos con el «corazón solidario» lleno de tapones de plástico que se recogen para donarlos a la asociación Arka destinada a niños con parálisis cerebral. ‘Bonus track’: en Agora la solidaridad es otra habilidad que también se inculca y trabaja.

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