En una temporada de vaivenes , el Real Madrid encontró un oasis de paz ante el Berlín, colista de la Euroliga. Los teutones dieron mucha guerra en la primera parte, actuación que obligó a los blancos a sacar lo mejor se sí mismos en la segunda. La dirección de Campazzo , la energía de Rathan-Mayes y las punzadas de Abalde desde la línea de tres acabaron convirtiendo un partido trampa en un escenario para la diversión, para que los pupilos de Chus Mateo puedan creerse que tiene mucha más materia gris de lo que demuestra su puesto en la clasificación. Aprovechó su titularidad el jóven Hugo González para dotar de mucha energía al juego del Madrid, tanto que, en un intento de mate, rompió la red visitante del WiZink. El canterano no paraba de corretear pero sus compañeros no acompañaban a la hora de frenar las acometidas berlinesas, bien dirigidas por el exmadridista Spagnolo . En ataque sí estaban más entonados, recibidas con los brazos abiertos las canastas de Hezonja y la vuelta de Musa tras 20 días de lesión. Con el bosnio todo es más fácil, pero dos triples consecutivos del alemán Mattisseck hicieron que la ventaja local fuese, al final del primer cuarto, de solo un punto. La defensa madridista no mejoraba, incluso iba a peor, y los teutones hasta se divertían con sus simples circulaciones y tiros liberados. Cuando ganaban por ocho, fue Abalde una vez más un héroe inesperado, autor de dos triples el gallego que espabilaron a sus compañeros. Campazzo voló, Ibaka destrozó el aro y un nuevo lanzamiento del alero devolvió la ventaja al Madrid. Pero el acierto desde la lejanía del Alba (anotó nueve tiros de tres en la primera parte) resurgió en los minutos finales y, al descanso y tras una gran canasta de Deck, el electrónico reflejaba un empate a 55. Rathan-Mayes se erigió como líder en la segunda parte, tanto en la anotación como en la distribución. La valentía del canadiense fue contagiosa y el Madrid, ahora sí, parecía desperezarse, incluso en defensa. Los visitantes acumularon muchas pérdidas y, a campo abierto, los de Chus Mateo son letales. En solo cuatro minutos sumaron 15 puntos, Campazzo firmó su décima asistencia de la noche y el partido entró en un punto de no retorno para el Berlín. El Madrid se divertía, compartía el balón de maravilla, disfrutaba tras varias semanas de difícil digestión. Mateo utilizó los últimos minutos para dar minutaje a Feliz y a Musa. No había peligro, el duelo era un remanso de paz en clave blanca.
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