«En Ceuta se dio ayer un tristísimo y repugnante espectáculo que ha impresionado hondamente a la población», podía leerse en ‘La Prensa’ el 27 de agosto de 1909. Ese mismo día, el diario ‘El Mundo’ añadía: «En el presidio y en todo Ceuta no se habla hoy de otra cosa. Dentro de poco en todas las plazas públicas cantarán los ciegos las hazañas de este criminal, que durante mucho tiempo relatarán con admiración los presidiarios que han presenciado el último acto de la tragedia de José Cano Vicente». La mayoría de los periódicos españoles de aquellos días se hicieron eco del rocambolesco final de José Cano Vicente , alias ‘Tomate’, cuyas crímenes habrían merecido una película de haberse producido varias décadas después.La capilla ardiente se había instalado en el castillo del Hacho, en Ceuta, que pertenecía entonces a la Hermandad de la Paz y la Caridad. La fortaleza en la que pasó sus últimas horas este hoy desconocido criminal tenía su origen, hasta donde sabemos, en el siglo VI. En el año 534 ya existía allí una guarnición de Bizancio. Sus mayores dimensiones las alcanzó, sin embargo, durante el período Omeya, aunque en esa época no se había asentado aún población junto a su muralla. Algunos historiadores creen que la ciudadela fue utilizada como refugio contra una posible ocupación musulmana, justo lo que no fue para el Tomate. «José Cano entrará en la capilla hoy a las dos de la tarde , antes de ser fusilado mañana por la mañana a las ocho. La hermandad ha acordado hacerse cargo del reo desde la entrada en la capilla hasta depositarlo en el cementerio, tras la ejecución que se hará dentro del recinto del castillo. El último reo que se fusiló en este sitio fue el anarquista Tuan Sans Escuder, que había asesinado al director del penal, don Julián Ibarchea, hace dos años», informaba ABC .Noticia Relacionada Historia estandar No Acribillado en la Puerta del Sol: el enigma sin resolver del asesinato de Canalejas Israel VianaLa «horrible historia criminal» del condenado había comenzado mucho antes, según detallaba este periódico. Cano Vicente había nacido en Quintanar de la Orden, Toledo, en el seno de una familia gitana. Su primer asesinato lo cometío nada más cumplir la mayoría de edad, en Alcalá de Henares. Fue condenado a cadena perpetua, que empezó a cumplir en Melilla en 1902. Aquello, sin embargo, no aplacó su sed de violencia y sangre, puesto que en el mismo penal, poco después de ingresar, hirió a su compañero de celda. De cárcel en cárcelFue entonces trasladado al Peñón de la Gomera, donde en 1904 hirió a otro preso. De ahí fue enviado por un año al peligroso penal de Chafarinas, situado en el pequeño archipiélago del mismo nombre en la parte suroccidental del mar de Alborán. En las décadas anteriores había sido utilizado como prisión de políticos y militares desterrados, entre los cuales había varios independentistas cubanos, por ser un lugar del que era imposible escapar. Aún así, el Tomate lo intentó en septiembre de aquel año junto a otros cinco condenados, pero fue capturado por la Policía el mismo día de la fuga.Aquel intentó le valió tres años de trabajos forzados, pero aquello no mitigó su lado más salvaje. El encierro a perpetuidad parecía un simple juego para él, no había conocido otra vida. Un día robó dos capotes a los soldados del hospital militar de Chafarinas, por lo que fue condenado a otros dos meses de arresto encadenado a la pared. Su mala conducta, sin embargo, continuó y fue enviado a Alhucemas en noviembre de 1905 y, un año después, a Ceuta. En este su último destino, sus ganas de hacer el mar se incrementaron. Nada más llegar al castillo de Hacho hirió a dos presos más y asesinó a otro. A este último le quitó la vida el 22 de diciembre de 1907, asestándole una puñalada por la espalda sin mediar palabra y «sin que se hubiera producido reyerta alguna», aseguraba ABC. Por este último crimen se le aplicó la pena de muerte, pero en enero del año siguiente provocó otro gran altercado y el penal convino en que debía estar encerrado en un calabozo las 24 horas del día. ¿Fue eso suficiente para calmar a la fiera? No. De fuga en fuga«Al mes siguiente se fugó y permaneció en libertad hasta el mes de noviembre, en que se le capturó. El tenaz criminal todavía volvió a fugarse una vez más, pero se le encontró pocas horas después de su evasión en la enfermería de la colonia penitenciaria. Hallándose recluido en ese local, se fugó nuevamente en febrero de 1909, cuando le quedaba poco tiempo para ser ejecutado. Finalmente, la Guardia civil le capturó en Linares por suponerle cómplice en el asesinato frustrado de un cura de aquella población de Jaen», informaba este diario. «Todo este tiempo ha vivido cambiándose de nombre, haciendo raterías unas veces y trabajando otras en el campo», añadía ‘La Correspondencia de España’ .Fue aquel su último verano , no sin antes protagonizar la que sería su espectacular escena final. Hablamos de un verano crucial en la historia de España, precedido de una tensa primavera repleta de ataques contra el Gobierno de Antonio Maura y de agitación social anarquista en Barcelona. Tal fue la tensión acumulada que la muerte del pianista Isaac Albéniz pasó prácticamente desapercibida. Aquel estío no hubo un solo mes que transcurriera con tranquilidad, entre avances sociales como la enseñanza elemental obligatoria y el derecho a la huelga y las revueltas callejeras con sus decenas de muertos. Efectivamente, aquel verano será recordado, sobre todo, por la Semana Trágica de Barcelona , entre el 26 de julio y el 2 de agosto, menos de un mes antes de la fecha de ejecución de Cano Vicente. La violencia se desató por la decisión del Gobierno de enviar reservistas a la Guerra de Marruecos, que dejó en la Ciudad Condal un saldo de más de 80 muertos, medio millar de heridos y más de 100 edificios incendiados. A esta le siguió después una dura represión que acabó con cientos de detenidos, la ejecución del dirigente catalanista Francisco Ferrer i Guardia y más de 2.000 exiliados.La ejecuciónLas correrías de nuestro protagonista llegaron a nuestros ojos por una fotografía encontrada por casualidad en el Archivo de ABC , en la que se le veía rodeado de militares, bajo el epígrafe: ‘Dramática ejecución en Ceuta’. En la crónica del diario ‘El Mundo’ se daban más detalles de lo ocurrido. «La vida del desgraciado ha tenido un final trágico y folletinesco. Durante su estancia en la capilla, salvo algunos momentos de abatimiento que venció vencido, Cano hizo gala de extraordinaria serenidad. Terminada la entrevista con su hermano, mucho más emocionado que el reo, pidió este que le acompañaran en la capilla sus amigos presos. Su hermano fue trasladado a la enfermería presa de un síncope».A media tarde, Cano Vicente pidió de comer y le sirvieron sopa, gallina, pasteles, café y un vino de Jerez que se tomó con sus amigos. Mientras, encargó a uno de estos que le escribiese una carta a su novia y a su hermano, que viven en Villacañas, Toledo. A continuación, los sacerdotes le invitaron a confesarse. Uno de ellos le entregó un escapulario de la Virgen del Carmen que se colgó en el cuello. Aunque al principio se negó, se confesó a la una de la madrugada. A las tres volvió a pedir comida y le ofrecieron chocolate. Intentó dormir, pero no pudo, así que le permitieron que sus compañeros vinieran a pasar sus últimas horas con él. «Cuando llegó la hora, salió de la capilla sereno y tranquilo –continúa la crónica de sus últimos minutos–. Le quitaron las esposas y le dejaron los grilletes de los pies. Fue conducido por el pelotón a la muralla sur del recinto. Allí estaba formada toda la población del penal. Ante ella quiso José Cano dar una última muestra de gallardía y valor. Apenas dio el jefe del pelotón la voz de alto. Cano dió un salto atrevido, inconcebible, y se colgó al pretil de la muralla con ánimo de escalarla. El peso de los grilletes se lo impidió y se quedó colgado de una mano. Se ayudó luego a subir con los pies y se dejó caer al otro lado desde una altura de ocho metros. Todo ocurrió en brevísimos instantes y sin que la estupefacción que se apoderó de todos pudiese impedirlo. Al dejarse caer, los soldados se acercaron y dispararon al azar sus fusiles. El reo cayó pesadamente al foso. Una bala le había herido en la cabeza y otra en el hombro derecho. Además, el golpe le produjo una violenta conmoción y un vómito de sangre, así que expiró a los pocos momentos. El cadáver fue conducido en una camilla al lugar donde debió de ser ejecutado y ante él desfilaron todos los presidiarios».En ‘La Prensa’ se contó así: «Cuando era conducido desde la capilla al lugar de la ejecución con los pies atados con grilletes, al pasar junto a la muralla sur, para librarse del suplicio, el reo recurrió a un recurso verdaderamente extraordinario. Apoyando la mano izquierda sobre el pretil del muro y cogiendo con la derecha las trabas del grillete, dio un salto enorme y se lanzó al abismo. La estupefacción de todos los presentes fue tremenda. El piquete que custodiaba al reo hizo fuego contra él e, inmediatamente, se destacaron en persecución del fugitivo algunos números. Cuando llegaron a darle alcance ya había muerto».
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