Mbappé sigue siendo una sombra. Me duele escribirlo, me parte el corazón en mil pedazos, pero es así. Y tengo mala conciencia: ¿Seré poco madridista por decir estas cosas? Quizás debiera devanarme los sesos buscando una explicación lógica a ese cansino deambular suyo por los terrenos de juego. Es que no juega por la izquierda. Es que Vinicius no se la pasa. No está físicamente bien. Tiene tantas ganas de agradar que pretende hacerlo todo de golpe. Le siguen presionando desde Qatar. No es fácil la adaptación a un equipo como el Real Madrid. Es la nariz, que no está recuperada del todo. El portero del Liverpool las para todas. En el PSG jugaban para él. Escucho todas estas excusas y me viene a la cabeza Xavi con lo del césped, la luz, el viento, la temperatura media del aire… Y a él lo matábamos. El ex entrenador culé acabó convertido en un meme precisamente por tratar de buscar justificaciones cada vez más alocadas a sus problemas.¿Debería unirme al lánguido coro de voces que, como en las tragedias griegas, susurran al oído del protagonista? Puede, pero eso no es el Real Madrid, al menos no el que yo me aprendí de carrerilla cuando era un crío. Con Kylian se ha tenido una paciencia especial y un tacto increíble. El Bernabéu no se le ha tirado aún a la yugular. A lo largo de los últimos cuatro meses no me viene a la cabeza ni un solo amago de crítica por parte de su entrenador ni tampoco de ninguno de sus compañeros. No quiero ni pensar qué habría sucedido si las cámaras de televisión hubieran captado una conversación entre Rudiger y Bellingham poniéndole a parir. Eso le pasó a Vinicius con Benzema y Mendy y el tipo dijo «aquí estoy yo». Y ahí está él. ¿Y Kylian? ¿Dónde está Kylian Mbappé?Yo no quiero tener la razón. Ya no. Recuerdo una entrevista que Joaquín Soler Serrano le hizo a Jorge Luis Borges en la que el escritor argentino insistía en eso mismo con su habitual dulzura, tener razón es una mezquindad. Ni quiero tampoco que vendan a Mbappé, eso sería una majadería. Ni, como decía el otro día Cristóbal Soria, me alegré de que fallara el penalti en Anfield. Y entiendo que el club se empeñe en recuperarlo, pero no a costa del interés general porque, como decía don Alfredo di Stéfano, que devolvió a Didí a Brasil con un lacito, nadie es tan bueno como todos juntos. Lo que yo quiero es que me respondan a esta pregunta: ¿Hasta cuándo deberemos jugar con diez?
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