El Barça se presentó en Montjuic, en el partido de su 125 aniversario, en pantalones blancos rememorando la primera equipación del equipo, y con un estrambótico gato como nueva mascota llamado Cat que hacía pensar en la falta de presupuesto del club. Sin el regreso prometido al nuevo Camp Nou, sin el nuevo himno -lamentable-, encargado para la señalada fecha, y con Lamine Yamal en el banquillo con una botas modelo Messi, ausente en los festejos por no cruzarse con Laporta.Sandro tuvo una primera jugada personal muy bien trenzada pero mal acabada, tardó demasiado en resolverla. Pese a la intrascendencia del lance, la vacilada a Íñigo Martínez fue mítica, como la que acabó en el famoso gol de Vini en el Etihad. Líneas defensivas muy altas de los dos equipos, muy arriesgadas. En menos de 10 minutos Flick habló tres veces con Lewandowski. Al Barça le faltaba jugar contra la espalda de la defensa visitante. Todo les costaba a los de Flick, que no pensaban con rapidez ni actuaban sincronizados. Parecían más despiertos los canarios, que tenían las mejores oportunidades pero sin contundencia para transformarlas.Los jugadores del Barcelona parecían haber olvidado la charla de su entrenador tras el empate en Balaídos, en la que les advirtió sobre la atención necesaria para materializar las buenas intenciones. Gavi se precipitaba y el árbitro le advertía pero sin acabar de amonestarle. Gritos de Barça sí, Laporta no; hay que decir que leves. La grada de animación, otra vez vacía. Balde recibió un muy desagradable, aunque fortuito, golpe en la garganta por el que se mareó y vomitó: no pareció grave pero debió pasarlo mal el muchacho. Angustiosas escenas. No se pudo ni levantar, fue retirado en camilla. Gerard Martín le sustituyó. El equipo quería despertar pero fallaba en los detalles, en el rigor, en la concentración; de un lado era cierto que a los jugadores no les salía lo que intentaban, pero del otro también lo era que no ponían los cinco sentidos en su cometido. La Unión Deportiva llegaba pero sin mordiente, sin gracia, muy menor en el último pase. Partido abierto para los canarios y encallado para los catalanes, más cerca del empate contra el Celta que de la mejoría contra el Brest. Aparecía poco Pedri.Javi Muñoz casi marcó el primero y Diego Martínez, muy valiente en su apuesta, se desesperaba al ver que su equipo no aprovechaba los momentos de superioridad para adelantarse en el marcador, y se lamentaba con razón. Laporta se quejaba el lunes, desayunando cerca de su casa con el directivo Xavi Puig y su socio empresarial Xavier Arbós, de lo mal que estaba jugado el equipo y echaba pestes de Flick. Muy populista cebarse, por dos partidos, con un técnico que ha puesto orden por primera vez en muchos años, pero lo cierto es que la primera mitad de ayer fueron los peores minutos del Barça este año en Montjuic. Al filo del descanso, Raphinha chutó al larguero. Buen arañazo del brasileño. Lamine Yamal volvió al equipo sustituyendo a Pablo Torre pero Sandro encontró primero la red. El exjugador del Barça tuvo el merecido premio tras muchos intentos por lograr su propósito. Flick miraba al suelo y hacía que no con la cabeza. Cambió a Koundé, Gavi y Fermín por Héctor Fort, De Jong y Ferran. Nervios en los canarios por defender su ventaja, impaciencia en los locales por ir perdiendo. Absurdas quejas de Lewandowski al árbitro. Pese a que todo salía mal, y a que se puede decir que el Barcelona tiene una crisis oficial con el balón, Raphinha desde fuera del área encontró el camino para que algo bien le saliera a su equipo. Sin embargo el empate no fue el principio de nada nuevo y Fabio Silva volvió a adelantar a los suyos. Parecía que a Laporta se le volvería a atragantar el desayuno del lunes. Un Barça muy mediocre, desastroso con el balón y al que parecen haberle descubierto todos los trucos, perdió algo más que tres puntos contra la Unión Deportiva. Perdió parte de su credibilidad, el derecho a la tranquilidad que le daba su buena trayectoria desde el inicio de la Liga y a partir de ahora cada partido será un examen en condiciones mucho menos relajadas. Flick tendrá que demostrar que es de verdad un gran entrenador sacando a este equipo de lo que ya se puede considerar su primer bache. De momento, el gato Cat como mascota es lo que le queda para desayunar a Laporta.
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