Entre el jet lag y los ritmos del mundo del libro el tiempo transcurre de otra forma en la FIL de Guadalajara . A Irene Vallejo , que es la gran rockstar de la feria, le dio la medianoche firmando ejemplares de ‘El infinito en un junco’ («fueron seis horas, pero es que había gente que se hizo doce horas de autobús para venir aquí»). Otro escritor, también español, contaba cómo sus admiradores lo habían salvado de un desayuno con un capo de la industria que le apetecía poco y un tercero confesó su remedio para todos los males: «El Orfidal hace milagros».En estas, Fernando Aramburu presume de haber sesesteado todo el día para espantar el sueño. El escritor, uno de los protagonistas de la segunda jornada de la feria, acaba de abandonar su columna en ‘El País’ para disfrutar de un lujo que es, también, una conquista: el silencio, la serenidad. «A partir de cierta edad uno va entrando en terrenos de escepticismo. Yo he dejado de creer en muchas cosas, así que también decidí retirarme de esta actualidad bulliciosa que tenemos y dedicarme con mayor intensidad a mi obra literaria . La circunstancia de vislumbrar el nihilismo no me gustaba. No creer en nada, pero opinar, no me parecía bien . Además, confieso que llegaba un poco por obligación y no me daba la impresión de estar aportando nada especialmente valioso», dice el autor de ‘Patria’, que viste una de sus ya míticas camisas en las que siempre es primavera (viva el buen tiempo).Noticia Relacionada estandar No España celebra en la FIL de Guadalajara los puentes que nos unen con México B. Pardo—¿En qué ha dejado de creer?—Bueno, principalmente en la política. Y por una razón que creo que es evidente hoy día y es la sustitución de la moral por la ideología . Para mí lo principal sigue siendo la moral. Si yo tengo que estar con alguien o juzgar a alguien me fijaré siempre en su comportamiento. Procuraré convivir con personas bondadosas, generosas, buenas. Y no personas que tengan razón. Me da igual si alguien tiene razón o no. Pero ahora la tendencia general en muchos países es la ideología: si estás dentro de una corriente entonces eres aceptado o no eres aceptado. Y a mí eso me parece muy superficial, muy pobre, particularmente para escritores, que se suponen que tienen que aportar una visión un poco más compleja y menos precipitada y que no dependa de que después a uno le den apoyo electoral o no. Hay personas que precisamente porque consideran que lo ideológico está por delante de cualquier otro criterio son capaces de un cinismo enorme.—…—Pero bueno, yo sigo creyendo en la amistad. Y sigo creyendo en la literatura. Y sigo creyendo en la buena comida. Sigo creyendo en la vida . Y creo que lo más valioso de la vida de cada uno está en el plano privado, y no en ese bullicio que hay ahora y que está ampliado de una manera quizá en parte artificial por las redes sociales , de las que también me salí en su debido momento.—¿Necesitamos más calma en la conversación pública?—No, no, el que necesita más calma soy yo: los demás me dan igual. Además, la conquista de la serenidad también tiene que ver con la edad. A mis dieciocho años todo esto que estoy diciendo no me interesaba gran cosa. Me interesaba comerme la vida, me interesaba conocerlo todo, viajar, abrazarme al primer cuerpo femenino que apareciera, beber, disfrutar de la vida tal como yo creía que era. Yo no me pongo de modelo. Lo único que digo es que dejar de escribir columnas tiene que ver con eso, con que no quiero tanto ruido a mi alrededor . Y no quiero estar con una actitud de opinante constante ante una realidad que noto que no me atrae y ni yo la traigo allá. Gracias a los libros, a la conversación con otros, a los viajes, y en definitiva al conocimiento, he conseguido reunir como una ardilla un puñado de avellanas de serenidad, de equilibrio: estoy a buenas conmigo mismo y eso yo no lo quiero perder. Sensibilidad poéticaEn dos días de feria ya se han pronunciado tantos halagos al libro como objeto salvífico y mesiánico que parece increíble que el mal siga existiendo sobre la tierra. Y dice Aramburu: «Yo no creo que se pueda hablar del libro de una manera abstracta. Como si todos los libros fueran iguales o fueran escritos por el mismo tipo de personas o cumplieran la misma función social. Hay libros propagandísticos, libros que pueden incitar a la violencia … y hay algunos buenos libros que sí pueden cumplir una función muy importante en las personas que leen, no así en la sociedad. Yo no creo que haya masas que leen libros. No hay, yo qué sé, ochocientas mil personas reunidas en una plaza leyendo el mismo libro al mismo tiempo. Eso es una ilusión. Ahora bien, si uno lee un buen libro de poemas y accede directamente a una sensibilidad poética sin mediadores y sin que al final del libro le pidan el voto, entonces ahí se establece una comunicación muy intensa que ni la política, ni la ideología, ni la filosofía, ni nadie puede sustituir. Y eso me parece muy grande».Así que el hombre vive ahora más en el presente que en la actualidad, y ahí, cuenta, se ha pegado la gozada de releer ‘Campos de Castilla’ . «Desde el colegio no pasaba yo los ojos por esos versos de Don Antonio. Y así como hay poetas que me deslumbraron de joven y ahora ya no me suscitan la fascinación o la intensidad emocional de entonces, Don Antonio Machado sí. Y creo que la razón es porque en esos versos aparentemente sencillos hay verdad humana. Y además a mí me parece actual. Incluso a veces quizá más actual que a otros que creen que dicen muchas cosas y no dicen nada». Ahí va un ejemplo: «De diez cabezas, nueve / embisten y una piensa. / Nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea».Y ese podría ser el mejor broche para esta crónica, pero no es tan fácil escapar de las noticias: «Días atrás el gobierno alemán [él vive en Hamburgo] nos sugirió que almacenáramos alimentos y que habilitáramos los sótanos como refugios . Esto ha creado una incertidumbre muy grande en Alemania, porque Ucrania está muy cerca . Yo noto una especie de melancolía en el país, una especie de decaimiento, de desesperanza, de pesimismo que recorre el centro de Europa. Y mientras tanto veo a España como siempre, muy ocupada en lo suyo: España no es un país, España es un vecindario». Ay.
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