Se llamaba Kehlsteinhaus, aunque ha pasado a la historia por su sobrenombre: el Nido del Águila . Esta pequeña casa ubicada a 1.834 metros de altura fue una suerte de perla para el Tercer Reich ; la muestra de que la ingeniería nazi podía superar escollos como el presupuesto –costó el equivalente a 140 millones de dólares actuales– y el escaso tiempo que había para darle forma. Sobre plano, y en el día a día, este proyecto ubicado en la localidad de Berchtesgaden (a 25 kilómetros de Salzburgo) supuso un verdadero reto para los ingenieros germanos. Fue una prueba que superaron, aunque, para su desgracia, no fue del agrado del gran dictador nazi.La Kehlsteinhaus, eso sí, no fue un proyecto ideado por la calenturienta mente del Führer. Quien barruntó su construcción fue el mismo hombre que, a la postre, sería su mano derecha durante la Segunda Guerra Mundial: Martin Bormann . El entonces Reichsleiter (‘líder nacional’) usó todo el dinero a su disposición para que este mirador fuese entregado a Hitler en su quincuagésimo cumpleaños con el único objetivo de ganarse su favor. El plan no le fue bien del todo. Aunque el dictador supo apreciar el proyecto, apenas visitó el Nido del Águila en una decena de ocasiones, debido a que sentía vértigo, a que –según decía– no podía respirar bien a tanta altura y, finalmente, a que estaba convencido de que el cabrestante instalado para llegar hasta la vivienda atraería los rayos.Construir el colosoYa sea por el escaso uso que los nazis hicieron de ella, ya sea por mera casualidad, la Kehlsteinhaus es el único edificio del gigantesco complejo nazi creado en la región montañosa de Obersalzberg que no fue derrumbado tras la Segunda Guerra Mundial . En la actualidad, más de siete décadas después de la contienda, ha sido reconvertido en restaurante y puede ser visitado por los turistas. Aquel que decida tomarse un café mirando el mismo valle del que disfrutaron líderes nazis como Hermann Göring , Joseph Goebbels o Albert Speer puede estar además tranquilo, pues el Estado Libre de Baviera dedica los beneficios que obtiene con este establecimiento a su mantenimiento y a diferentes obras benéficas.Noticia Relacionada Salió a la luz después de su suicidio estandar No El testamento secreto de Hitler: estas fueron sus últimas confesiones Manuel P. Villatoro En diciembre de 1945, meses después del suicidio del ‘Führer’, los principales diarios europeos confirmaron que había sido hallado este documentoEl proyecto fue el resultado del amor del líder nazi por las montañas de Obersalzberg. En 1923, cuando el desconocido Adolf empezaba a transformarse en el popular Hitler , visitó la región por primera vez y quedó prendado de su paisaje alpino. «Cuando voy me siento lejos de las pequeñeces y con la imaginación más despierta. Todas mis grandes decisiones las he tomado allí», llegó a afirmar. En 1928 alquiló una vivienda local que, apenas cinco años después, adquirió a golpe de talonario: el Berghof. Bormann, ávido de ganarse su favor, quiso aprovechar el cariño que su superior sentía por la zona y se propuso edificar una casa con funciones de estudio en lo alto de la montaña Kehlstein. El Reichsleiter se tomó su construcción como algo personal y se comprometió a que estuviera finalizada el 20 de abril de 1939.No sabía lo que prometía. La Kehlsteinhaus puso contra las cuerdas al arquitecto jefe, Roderich Fick . El primer escollo consistió en construir una carretera de 6 kilómetros sobre una pared de roca casi vertical y, en determinados tramos, demasiado endeble. Tras la aprobación del proyecto, que incluía un túnel colosal bajo la montaña, los obreros empezaron a picar la primera piedra en la primavera de 1937. Y no es una metáfora, sino algo literal. Parecía imposible que pudiera terminarse en el plazo requerido, pero el desquiciado temperamento de Bormann y las jornadas de 24 horas, en las que incluso se trabajó a la luz de los focos, lo hicieron posible.Diferentes fasesEl mayor desafío llegó en el último tramo, el que llevaba a la cima. A pesar de que el Reichsleiter se negó en principio a ello, el escaso espacio que había en la cúspide obligó a los ingenieros a excavar un segundo corredor que se adentraba 90 metros en Kehlstein y que, a su vez, daba acceso a un lujoso ascensor que transportaba a los visitantes hasta la residencia alpina. Para contentar a Bormann fue revestido de cobre y rematado con elegantes asientos de cuero.La segunda parte de este colosal proyecto no fue menos problemática. Para conseguir terminar en el plazo previsto, la vivienda se edificó como si fuera una casa prefabricada. Tal y como afirma el historiador James Wilson en ‘Hitler’s Alpine Headquarters’ (Pen & Sword Military, 2013), una primera estructura de hormigón fue revestida con bloques de granito cortados de forma previa. Estos tenían ya una posición asignada en el mismo momento en el que salían de la cantera.También se emplazó un teleférico para transportar el material desde la base de la ladera y se contrató a grupos de montañeros que se encargaron de llevar, sobre sus hombros, las piezas más livianas. Todo era poco para que Bormann se ganara el cariño de Hitler. Su corazón debió partirse cuando, tras hacer una primera visita a las obras en septiembre de 1938, el Führer mostró su desagrado con el emplazamiento. Pero era tarde. Aquel capricho había costado ya la friolera de 34 millones de reichsmarks en material y en el salario de los 3.500 obreros contratados.Noticias relacionadas estandar No Ruta de la Reconquista El ‘castigo divino’ contra los ejércitos musulmanes derrotados en Covadonga Manuel P. Villatoro estandar Si La reforma de Tiberio Graco Contra el mito: ¿era la República romana más justa que el Imperio? Manuel P. VillatoroLa Kehlsteinhaus, una de las mayores obras de la ingeniería nazi, fue terminada en la fecha prevista; el resultado asombró a todos, menos a Hitler. En 1938, el embajador francés en Alemania André François-Poncet quedó tan sorprendido con este proyecto que, al referirse a él, lo denominó por primera vez el Nido del Águila. Y así es como ha pasado a la posteridad. Quien más disfrutó de sus vistas a la Kehlsteinhaus fue la futura esposa del Führer, Eva Braun. Directora de cine aficionada, grabó multitud de escenas entre sus muros acompañada de familiares y amigos. El emplazamiento también acogió la boda de su hermana, Greti, con el general de las SS Hans Georg Otto Hermann Fegelein en 1944. Al final de la contienda, este lugar fue tomado por los Aliados, los cuales se dieron un buen festín con las botellas de alcohol que hallaron en su interior.
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