Han pasado algo más de seis siglos desde que se pronunciara la frase «hagamos una Iglesia tal y tan grande que los que la vieren labrada nos tomen por locos», en boca de los canónigos que allá por 1401 decidieron construir una nueva Catedral en Sevilla. Algo parecido se podría decir este domingo, 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, sobre lo acontecido en la ciudad: hagamos una procesión que nos tomen por locos. Nadie en Sevilla, ni fuera de ella, podía imaginar lo que supondría ver al Señor del Gran Poder , el Cachorro , la Esperanza Macarena y la Esperanza de Triana en una misma procesión, presidida por la Virgen de los Reyes , y con la orgullosa autenticidad de tres devociones medievales que custodian en Dos Hermanas, Utrera y Lora del Río , como son Valme, Consolación y Setefilla, respectivamente. Ni el último Santo Entierro Grande de 2023, ni la proclamación en 1946 de la Virgen de los Reyes como patrona, ni lo que se vivió en 1929 por el Congreso Mariano Hispano o la coronación canónica de la Virgen de la Antigua de la Catedral ese mismo año de la Exposición Iberoamericana. Nada igual a lo contemplado hoy. En un domingo marcado por el frío, que hizo mella en el público, se han vivido estampas únicas e históricas para el álbum de Sevilla y que, como predijo monseñor Saiz Meneses, ha servido de broche de oro para el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que ha puesto a la ciudad en el epicentro mundial de religiosidad popular. Precisamente, el arzobispo de Sevilla y el nuncio apostólico en España, Bernardito Auza , han protagonizado una simpática anécdota por las bajas temperaturas durante la carrera oficial de la procesión, a los que han tenido que traerles dos abrigos para combatir el frío. Esta larga jornada de domingo comenzó en su medianoche. Entonces salía la Macarena camino de la Catedral . Se han vivido tantas cosas que pareciera que ha pasado una semana. En la retina queda el Señor de Sevilla con la túnica persa; el encuentro de las dos Esperanzas , casi tres décadas después, en el trascoro; la foto icónica de las cuatro grandes devociones de la ciudad; el fervor de la provincia conquistando la parroquia del Sagrario; el Cristo de la Expiración bajo las luces de Navidad; el hermano mayor de la Macarena viviendo las maneras de Triana y su homólogo en la calle Feria; los vivas del corazón a Setefilla, Valme o Consolación; la conquista de Valme por segunda en dos años… Y todo partió con la entrega de la Rosa de Oro en la basílica. Aún con la resaca de una madrugada entre San Gil y San Lorenzo, en torno a las cuatro de la tarde se iniciaba una jornada para la historia, una procesión de horas para toda la vida. Los niños carráncanos, sin campana, anunciaban lo que venía y se interpretaba el Ave María en el órgano. El 8 de diciembre olía a 15 de agosto . Cuando la patrona llegó a la Puerta del Príncipe de una Maestranza engalanada para la ocasión inundó el Guadalquivir de nardo. Presidía un altar efímero en la plaza de toros, con la representación eclesiástica e institucional encabezada por Saiz Meneses y Bernardito Auza, el presidente de la Junta, Juanma Moreno , el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, y el presidente del Consejo de Hermandades, Francisco Vélez. Tampoco quisieron perderse la procesión magna los consejeros Carolina España, Arturo Bernal, Patricia del Pozo o Jorge Paradela, así como el presidente de la Diputación, Javier Fernández. Sorprendió con su presencia el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García- Page , que se le vio muy interesado por todo lo que acontecía en el Paseo de Colón.Los nervios por llegar a las sillas Cuando la Virgen de los Reyes ya estaba saliendo por la puerta de San Miguel y el Señor de Sevilla ya caminaba por las naves de la Catedral, los nervios aumentaban entre quienes veían cómo no era nada fácil acceder a sus sillas. En la esquina de los jardines del Cristina se escuchaban gritos de «tongo». La Policía Local tenía que intervenir para calmar los ánimos. Como en la Avenida de la Constitución, donde los agentes decidieron cortar el paso para entrar a la calle Habana, lo que motivó otra protesta. Mientras esto sucedía en la zona ‘oficial’ de la procesión, en las áreas abiertas, como la propia Avenida no presentaba la imagen que se esperaba. Había huecos en ambos lados de esta arteria. Algo parecido sucedía en la acera del Paseo de Colón junto al río, abierta a cualquier ciudadano. Eso sí, poco a poco también se fue llenando. Una vez la patrona presidía el altar de la procesión bajo un cielo azul sin atisbos de nubes tras cruzar el Paseo de Colón como en 1929 y sin un momento para respirar hacía acto de presencia el Gran Poder y el silencio. El Señor vestía la túnica persa por primera vez desde 1939. La túnica de la Epifanía . La túnica que realza la majestad de la imagen de Juan de Mesa. Y para hablar de reyes, nada mejor que la patrona, con su majestuosa corona. ‘Per me, reges regnant’. Retumbó el Padrenuestro y lloraron las mujeres que notaron su presencia. Mientras la Virgen de los Reyes conquistaba el Paseo de Colón con Corpus Christi y ante sí se plantaba la cruz de guía del Gran Poder, la Esperanza de Triana comenzaba a ‘ronear’ en la plaza que lleva el nombre de la patrona. La noche había caído y oscurecía en demasía la presencia de los pasos. Pero el viento se apaciguó y los cirios resistieron. Eran varías las pistas que dejó este domingo para conocer que muchos llegaban a Sevilla con una sonrisa a medio camino entre los nervios y el orgullo. En el tranvía viajaban con su medalla colgada al cuello con la cinta celeste y blanca. De Lora a Sevilla para gritar a los cuatro vientos su amor por la Virgen de Setefilla, la ‘Serranita Hermosa’. Han cantado salves a la Virgen, han gritado sus vivas a María Santístima, han proclamado su himno. Aquí no había imposturas . Todo era auténtico. Todo el pueblo, como dijo su alcalde, estaba en Sevilla. La esperaban en el puente de Triana para hacerla suya y vivir la primera vez que la Virgen conquistaba la capital. No importaba la edad ni los males para demostrar la devoción a María Santísima, ya fuera en el cortejo o portando las andas pesadas del paso entre dos docenas de hombres. Tras Lora era el turno de Dos Hermanas . Llegó con la marcha Virgen de los Reyes. Lo que unió Fernando III lo rubrica Sevilla y Dos Hermanas. Váleme, señora, flor de las flores . El calor de los pueblos ayudaba a combatir el frío, que también se notaba en los rostros de los canónigos y los curas también en un lugar privilegiado. Y quedaba la Virgen del barquito. De Utrera a Sevilla. Y de la Maestranza a los Terceros, pasando por las hermanas de la Cruz, vinculadas desde hace años a Utrera. « Viva Consolación, Viva Utrera, Viva Sevilla y viva la Cristiandad » se escuchó el cielo de la Torre del Oro. Viva. Y en la Torre del Oro se confirmó. Escuchar ‘ Virgen del Valle’ para el Cachorro corrobora que ese altar barroco con el Cristo de Ruiz Gijón con potencias y corona de espina y la sinfonía de la Oliva o de La Puebla del Río es Patrimonio de la Humanidad. Allí, entre Almirante Lobo y Paseo de Colón, ‘Pasa la Virgen Macarena’ para la Esperanza de Triana, que d esbordó de alegría la orilla del río de Sevilla . Otra muestra más de que la Magna ha sido el contexto de confraternidad de las dos Esperanzas. Eran las nueve de la noche y unos minutos cuando llegó el ‘roneo’ de Triana. Con la Salve Marinera, una mujer sentenciaba una gracia de esta procesión: «Nunca jamás en la vida creía yo que la iba a ver» . Rompieron las palmas, tímidas en el día de ayer. Que brotaron de nuevo con la Macarena, «la rosa más universal» que levantó al cielo ante la patrona por «Su Santidad». Y la marcha más icónica, ‘Pasa la Virgen de la Macarena’, para marcharse hacia Reyes Católicos. Nunca antes estuvo tan cerca de Triana . El Carmen de Salteras interpretó ‘Estrella Sublime’ y ‘Triana, tu Esperanza’. Dos marchas, dos homenajes. En la otra orilla, los cohetes recibían a la suya. Mientras la Esperanza ganaba Castilla, el Cachorro profundizaba por San Jacinto. Visitas a La O, otra Esperanza, y a la Estrella, en su fiesta de coronación, respectivamente. A uno le tocarían Margot, a Ella le cantarían el coro de Julio Pardo y los Cantores de Hispalis . La noche se fue cerrando con la llegada de Setefilla a San Andrés, de Valme al Salvador, del Cachorro al Patrocinio y de Consolación, entre cantes y proclamaciones de amor, a los Terceros. Sólo quedaban las Esperanzas.
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