Si hay un rasgo que llama poderosamente la atención en la Luna ese es, sin duda, un monstruoso y enorme cráter de 2.500 km de diámetro, uno de los mayores de todo el Sistema Solar. Ubicado en el Polo Sur lunar, la cuenca Aitken es también el cráter más antiguo de la Luna, una enorme y vieja cicatriz geológica formada hace 4.000 millones de años y que, por sí misma, ocupa un cuarto del total de la superficie de nuestro satélite. Como una gigantesca cápsula del tiempo, este gigantesco cráter, parcialmente borrado por miles de impactos posteriores, preserva oscuros secretos de los lejanos tiempos en que la Luna se formó.Hasta ahora, y basándose en algunas características de la cuenca, los científicos habían pensado que el cráter tenía forma ovalada, y que se formó cuando un enorme objeto rozó, más que impactar frontalmente, su superficie de un modo parecido a como lo hace una piedra rebotando en el agua. Por lo tanto, muy pocos restos del impactor, seguramente un planeta en plena formación, se habrían esparcido por el Polo Sur lunar, que por cierto será la región en la que aterricen las próximas misiones Artemis, marcando así el regreso del hombre a la Luna.Una realidad muy distintaPero un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Maryland y recién publicado en ‘Earth and Planetary Science Letters’ sugiere algo muy distinto: aquél impacto pudo ser mucho más directo de lo que se creía, dando lugar a un cráter aún mayor de lo que pensábamos y, desde luego, mucho más redondo, algo que desafía nuestra comprensión actual de la historia de nuestro satélite y que además tiene importantes Implicaciones para las futuras misiones de la NASA a la Luna.«Debido a su enormidad -explica Hannes Bernhardt, autor principal del artículo-, estudiar la cuenca Aitken de manera integral supone todo un desafío, razón por la cual los científicos todavía están tratando de conocer su forma y tamaño. Además, han pasado cuatro mil millones de años desde que se formó la cuenca, y muchos otros impactos han ocultado su apariencia original. Nuestro trabajo contradice muchas de las ideas existentes sobre cómo se produjo este impacto masivo y cómo se distribuyeron los materiales, pero ahora estamos un paso más cerca de comprender mejor la historia temprana de la Luna y su evolución a lo largo del tiempo».Un modelo topográfico de la Luna que utiliza una escala de colores del púrpura (bajo) al rojo (alto) basado en datos recopilados por el Lunar Reconnaissance Orbiter de la NASA y Kaguya de la Agencia Espacial Japonesa. La vista muestra la cuenca Aitken. Los triángulos marcan características montañosas que se pueden encontrar alrededor de ella Hannes Bernhardt et alGracias a los datos de alta resolución del Lunar Reconnaissance Orbiter de la NASA, Bernhardt y su equipo elaboraron un nuevo modelo para comprender e interpretar la compleja estructura de la cuenca Aitken. Con ese fin, identificaron y analizaron más de 200 formaciones montañosas esparcidas por la cuenca, características geológicas que el equipo sospechaba que eran restos antiguos del impacto original. A partir de la distribución y las formas de esas montañas, los investigadores se dieron cuenta de que, en realidad, el impacto debió crear un cráter más redondeado, desde el que se dispersaron importantes fragmentos por una buena parte de la superficie de la Luna, incluida la región del Polo Sur.Impacto directo«Una forma más redonda y circular -asegura Bernhardt- indica que un objeto golpeó la superficie de la Luna en un ángulo más vertical, posiblemente similar a dejar caer una roca directamente al suelo. Lo cual implica que los escombros de la colisión se distribuyeron de manera más equitativa a su alrededor de lo que se pensaba hasta ahora. Y eso significa que los astronautas o robots de Artemis en la región del Polo Sur tendrán la oportunidad de estudiar de cerca rocas de las profundidades del manto o la corteza de la Luna: materiales a los que normalmente nos resulta imposible acceder».Según los investigadores, estas rocas lunares podrían proporcionar información crucial sobre la composición química de la Luna y ayudar por tanto a validar teorías sobre cómo pudo haberse formado a partir de una colisión masiva entre la Tierra y otro objeto del tamaño de Marte. Recientemente, el rover Chandrayaan 3 de la India detectó minerales de restos de impacto procedentes del manto cerca del Polo Sur, lo que respalda la teoría de Bernhardt y sus colegas de una colisión más vertical que habría formando una cuenca circular, por otra parte necesaria para ‘rociar’ todo ese material en esa zona.Misiones lunaresBernhardt cree que la investigación proporciona información extremadamente valiosa para futuras misiones lunares, ya que ayuda a los planificadores de esas misiones y a los astronautas a identificar las mejores áreas a explorar. Una capa gruesa rica en materiales de la corteza inferior y el manto superior, por ejemplo, podría ofrecer un acceso sin precedentes a la compleja historia geológica de la Luna, arrojando luz no sólo sobre su formación, sino también sobre los violentos acontecimientos que dieron forma a nuestro Sistema Solar.MÁS INFORMACIÓN noticia Si El olvido en un laboratorio que salvó millones de vidas noticia Si Un nuevo método permite detectar con tiempo los asteroides más peligrosos para la Tierra«Una de las implicaciones más interesantes de nuestra investigación -concluye Bernhardt- es su aplicación a las futuras misiones a la Luna y más allá. Los astronautas que exploren el Polo Sur lunar podrían tener un fácil acceso a materiales lunares antiguos que podrían ayudarnos a comprender cómo se formaron tanto la Luna como nuestro propio Sistema Solar».
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