Cómo la víctima de la mayor atrocidad ha cambiado la vergüenza por el valor

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Cómo la víctima de la mayor atrocidad ha cambiado la vergüenza por el valor

Sin agachar la mirada ni esconder su rostro, con voz firme y directa. En su breve comparecencia ante la prensa tras conocerse el veredicto que condena a su marido y a cincuenta de los hombres que la violaron mientras estaba sedada, Gisèle Pelicot se ha mostrado este jueves con el mismo pundonor con el que ha vivido unos meses de juicio en el que decidió no sólo «dar la cara» desde un primer momento, sino que fuera público para que la prensa y la sociedad pudieran llegar a entender parte del horror de lo que se estaba juzgando.«Nunca me he arrepentido [de hacer público el juicio]», explicaba Gisèle a los medios, para añadir que lo hacía pensando en las «víctimas no reconocidas cuyas historias a menudo permanecen en las sombras». Una decisión que para el psicólogo clínico y profesor de la facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU, Amable Cima, ha sido «clave» en esta historia. «En el fondo, dar la cara ha sido terapéutico, le ha ayudado psicológicamente que un problema que era totalmente personal pase a ser social y pueda llegar a recibir mucho apoyo público», explica Cima a ABC.«Su primera situación traumática la sufrió cuando tomó conciencia de que su vida, que aparentemente era estándar y normal, era en realidad una mentira», explica el profesor. Conviene recordar que Gisèle comenzó a ser consciente de lo que ocurría cuando la Policía le mostró los vídeos de cómo era violada por una cincuentena de hombres mientras estaba sedada. Los agentes habían encontrado parte de ese material en el móvil de su marido, después de investigarle tras ser sorprendido en un supermercado cuando grababa por debajo de la falda de una mujer.Noticia Relacionada estandar No Gisèle Pelicot asegura que «nunca se arrepintió» de abrir el juicio al público y respeta el veredicto Su exmarido ha sido condenado a la pena máxima de 20 años de prisiónNo es habitual que las víctimas de violencia sexual se atrevan a dar la cara. «Ante un hecho traumático como este es muy normal esconderlo, porque genera vergüenza. Incluso la víctima acaba pensando que el problema es suyo», explica Amable Cima. «Entiendo que en el caso de Gisèle lo que cambia es su fuerte carácter, y entender que no puede callar algo que le puede estar pasando a otras mujeres», añade.Una idea en la que también incide Agustina Vinagre, coinvestigadora principal del grupo de Violencia, Género y Psicopatía de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). «El perfil de las víctimas de agresiones sexuales es diferente al resto. Si te roban el bolso no sueles sentir vergüenza ni tienes dudas en denunciar, pero cuando es una violación se llega a sentir culpa y vergüenza desde un sentido irracional», explica. «Por eso tiene tanto valor lo que ha hecho Gisèle, el querer expresar su dolor, el mirar a la cara a quienes le han violado», añade.«El apoyo que ha tenido de su familia, de su entorno y de la sociedad ha sido un factor fundamental», explica Vinagre, que lamenta que en otros casos como el de «la manada» en España no ocurriera así con la víctima desde un primer momento. «Supongo que la propia rabia, la frustración de saber todo lo que le ha sucedido durante tanto tiempo sin estar consciente, unido a que se veía acompañada por una red social, le ha dado mucha más fuerza», expone.Bajón emocionalSin embargo, esa misma fuerza puede volverse ahora en su contra, cuando tras la sentencia, todo tenga que volver a la normalidad. «En momentos de estrés nos mantenemos fuertes, hay unos marcadores que nos están ayudando, como el cortisol , pero no sería extraño que pasada la situación se viniera abajo, siguiendo el patrón de lo que suceder a la mayoría de las personas», explica la profesora de la UNIR. «El bajón puede ser importante, porque al cansancio emocional se suma el ser más consciente de lo que le ha pasado», concreta.Una idea en la que también incide Amable Cima, quien explica que ahora «va a haber un momento en que se caiga toda la protección que las hormonas le han dado para aguantar el estrés, para focalizar todas sus fuerzas en que se haga justicia con ella, y puede pasar un momento de crisis psicológica importante». «Una vez que tiene la sentencia, debe rehacer su vida, volver a vivir», especifica. Un periodo en el que debería apoyarse «en sus hijos y sus nietos, en la familia que le apoyó», explica Cima, pero también en «ayudar a las personas que estén pasando situaciones similares a la que ha vivido». «Poner su granito de arena en las causas de abusos, aportar toda su experiencia en esas iniciativas también es muy terapéutico, porque le ayuda a asumir que el sufrimiento que ha sufrido no es absurdo -aunque en la práctica sí lo es- pero supone una especie de justificación positiva, sacar algo bueno de lo malo».«Centrarse ahora en sí misma, en su mundo, iría en contra de lo que ha hecho. Seguirá en esa lucha para que lo que ha sufrido en este tiempo le permita ayudar a los demás, a todas esas personas que no tienen un carácter tan fuerte como ella». Una lucha para hacer realidad una de las frases que la ha hecho célebre y la principal motivación para dar la cara en este juicio: «Que la vergüenza cambie de bando».

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