Que no les engañen: la relación de Adolf Hitler con España no se limitó a una guerra civil y a un gracias de Francisco Franco en forma de División Azul. Ambas dictaduras se repartieron caricias durante y después del conflicto peninsular. El ‘Führer’, de hecho, admitió sentir cierta devoción por algunos de los jerarcas hispanos y recibió a dos de ellos en la Cancillería del Tercer Reich. El primero, José Moscardó, al que consideraba la primera línea de defensa contra el comunismo al haber resistido el envite republicano en el Alcázar de Toledo. Y el segundo, Gonzalo Queipo de Llano, un cruel genio de las ondas en el que vio a un adelantado de la propaganda. Hoy, contamos sus historias.Barrera contra el comunismoCorría el 20 de abril de 1939 en la capital del Tercer Reich. Un día señalado para el nazismo: el cumpleaños de Adolf Hitler. Sin embargo, según afirma el periodista e investigador Francisco José Rodríguez de Gaspar, autor de ‘Otto Skorzeny. El nazi más peligroso en la España de Franco’, en la fiesta del ‘Führer’ había una estrella que brillaba con luz propia; y no tenía esvástica. Era José Moscardó Ituarte. «Todos querían intercambiar unas palabras con él», desvela el autor a ABC. ¿La razón? Sencilla: los jerarcas teutones guardaban gran admiración por lo que consideraban la primera victoria seria del fascismo contra el comunismo en pleno campo de batalla.La realidad es que el mismo personaje que defendió durante 70 días el Alcázar de Toledo se ganó la estima tanto de Hitler como de la Alemania nazi. Y esa devoción no nació de la nada, sino que se forjó mientras los defensores resistían y esperaban la llegada de las tropas de Franco. «Llama la atención cómo seguían las noticias y que, cuando se sucedió la batalla del Alcázar , no dudaron en narrar los hechos. La razón es que, para los alemanes, Toledo tenía una simbología especial. Era un lugar sacrosanto. Hacían hincapié en su pasado visigodo (pueblo de origen germano) y en todas las leyendas que había a su alrededor», añade el experto.Noticia Relacionada estandar Si Un cuadro perdido reescribe la batalla más épica del Imperio español Manuel P. Villatoro El lienzo, que recrea la reconquista de Salvador de Bahía a los holandeses, es casi un cómic que redime la figura de don Fadrique de ToledoLas crónicas sobre el asedio abundaron en los diarios de la Alemania nazi. Aunque las de mayor extensión se escribieron a finales de septiembre de 1936, después de que el general Varela –otro que podría perder sus títulos nobiliarios en las próximas semanas– rompiera el cerco que se cernía sobre el Alcázar. «El anillo rojo rodeando a Toledo se ha roto. El general Varela ha liberado del fuego y de la muerte a los hombres del Alcázar con sobrehumano y valiente heroísmo. El Alcázar está libre y, todavía para nosotros, hoy tienen crédito la muerte y el pensamiento del día de la victoria que un camarada español nos mandó y que nosotros recibimos de forma indirecta del frente», se podía leer en las páginas de ‘División Negra’, una revista cuyos extractos ha traducido Gaspar para su libro.A partir de entonces, Moscardó, un oficial que antes de la Guerra Civil entrenaba al equipo de atletismo de la Academia de Infantería para participar en las Olimpiadas, fue equiparado a un héroe. «En la prensa germana siempre aparece como ‘la leyenda’, ‘el hombre hecho mito’, ‘el defensor’… Buscaban crear un halo de misticismo a su alrededor y le tenían mucho cariño», añade. Por si fuera poco, sabía hablar alemán y podía charlar con las grandes autoridades nazis en España que visitaron la península tras el conflicto. «Todo esto hizo que se convirtiera en una de las figuras más cercanas de Franco, en su consejero personal y en una suerte de héroe al que mostrar en los desfiles y las reuniones», completa.De hecho, fueron esas mismas características, ese halo de deidad mezclado con don de gentes y capacidad para los idiomas, lo que hizo que Franco le mandara a Alemania. «Se le envió porque Hitler quería conocer al ‘glorioso héroe del Alcázar’. Apareció una fotografía de ambos en un periódico alemán, que incluyo en el libro. Durante la fiesta se lo presentaron y conversaron de forma amigable. Pero, además, el ‘Führer’ dio un discurso en el que hizo referencia a la gesta del Alcázar y la comparó con la cobardía de los polacos defendiendo Varsovia . Afirmó que ‘un ejército de muchos hombres rindió Varsovia dándola por perdida mientras unos cuantos valientes dieron su vida por defender el Alcázar’», añade el experto.Acólito de la propagandaA finales de los años 30, un fotógrafo inmortalizó a Gonzalo Queipo de Llano durante su visita a Berlín. La instantánea recogía a un oficial alto, espigado y de mirada seria que, solemne, ofrecía la mano a Adolf Hitler. Al ‘Führer’, sin embargo, se le apreciaba mucho más ufano, casi alegre por el encuentro. Había una muy buena relación entre sendos gobiernos. La instantánea se enmarca dentro de una serie de encuentros que una extensa lista de generales italianos y españoles hicieron al Tercer Reich con motivo del regreso de la Legión Cóndor a su país de origen.Lejos de los cargos políticos y militares, Hitler y Queipo de Llano escondían una afición común: su obsesión por ofrecer discursos que encendieran los ánimos de sus seguidores. Aunque lo cierto es que el germano prefería los grandes estrados, mientras que el español –en su momento uno de los que proclamó la Segunda República tricolor en mano– se sentía muy cómodo frente a los micrófonos. No en vano, durante su etapa al frente del Ejército Sur, después de declararse partidario de la sublevación, fue apodado el ‘General de la radio’ por las más de 600 intervenciones que hizo a través de las ondas de Sevilla.Otras de las características que ambos compartían eran la vehemencia y la convicción de que sus palabras levantaban la moral de las tropas y apuñalaban el ánimo del contrario. Algo que admitió el mismo Queipo de Llano, con muy poca modestia, durante su posterior exilio en Italia tras la Guerra Civil: «Tuve noticias muy pronto del buen efecto que habían producido [las primeras intervenciones], y por ello me impuse el deber de convertirme en ‘speaker’, el primero, quizá, que empleó la radio como arma de guerra con resultados sorprendentes». En parte llevaba razón, pues los republicanos que defendieron ciudades como Málaga confirmaron después que escuchar su tono de voz era estremecedor.En lo que no se parecían en absoluto era en el tipo de discurso. Mientras Hitler contaba con un estilo incisivo, pero que evitaba las palabras soeces y los insultos gratuitos a pesar del odio visceral que exhumaban sus alocuciones, el oficial franquista siempre se destacó por perpetrar unas peroratas hirientes, cuasi burdas, plagadas de términos malsonantes y provocadoras en extremo. Esas fueron sus armas para intentar amedrentar al enemigo y convencerle, entre otras tantas cosas, de que resistirse a las tropas del bando sublevado era sinónimo de morir. Todo ello le valió ser calificado como « el más grande combatiente por la radio de todos los tiempos » por el embajador de Estados Unidos en España, Claude G. Bowers.Los historiadores coinciden en que el oficial, inspector general de carabineros en 1936, fue clave para que la sublevación no se diluyera en parte de Andalucía. Y no solo por sus dotes militares. Según afirman Inmaculada Gómez y Francisco García en el dossier ‘El efecto de la propaganda de guerra en prensa y radio sobre la población malagueña’, su gran aportación al golpe fueron las más de 600 charlas que dio en Unión Radio Sevilla con su «facilidad de palabra, agilidad mental y un rico vocabulario unidos a una gran capacidad de comunicación». No contaba con un guion, y tampoco lo necesitaba. Se limitaba a ponerse frente al micrófono y hablar durante muchos minutos.Durante las primeras semanas de la contienda, el militar compareció todos los días en tres ocasiones. Después redujo esta cifra a una charla nocturna. No tardó en ganarse el apodo de ‘ El borracho de Sevilla ‘ por su característica voz, pero la verdad es que aquella fama poco tenía de realidad. Lo que sí es palpable es la brutalidad de sus discursos. «Yo os autorizo, bajo mi responsabilidad, a matar como un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción sobre vosotros», insistió el 23 de julio de 1936 dirigiéndose a los sublevados. Fue la menor de sus barbaridades. Jornada tras jornada tildó a Dolores Ibárruri de furcia y a Prieto de cacique con sobrepeso.Noticias relacionadas estandar Si Guerra de Independencia La venganza de Napoleón contra dos pueblos de España que le humillaron Manuel P. Villatoro estandar No Brigadistas semitas El colosal ejército secreto de judíos que quiso aplastar a Franco Manuel P. VillatoroLa misma CNT confirmó en una obra editada durante la contienda, ‘La historia de la guerra española’, que «las tonterías que hablaba por la radio» les habían hecho «mucho más daño que el desembarco de las tropas Regulares». Aquello fue como un masaje para Queipo, que respondió con unas sencillas palabras: «Soy el primero que ha empleado la radio como arma de guerra, y lo acepto lleno de satisfacción». Y lo cierto es que, todavía hoy, los supervivientes recuerdan que, a través de las ondas, llamaba a «perseguir a los rojos como a fieras hasta hacerlos desaparecer a todos» o pronosticaba «el fin vergonzoso de los rojos». Aunque esa locura fue la que atrajo al mismo Hitler.
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