Teresa Sapey: «El color es como la sal: si la sabes usar, te sale todo mejor; si abusas, te lo cargas»

Home People Teresa Sapey: «El color es como la sal: si la sabes usar, te sale todo mejor; si abusas, te lo cargas»
Teresa Sapey: «El color es como la sal: si la sabes usar, te sale todo mejor; si abusas, te lo cargas»

Arquitectura, diseño, interiorismo. Teresa Sapey (Cuneo, Italia, 1962) es una de las figuras de referencia en estos campos en toda Europa, aunque reside y tiene su estudio en Madrid desde hace 35 años, donde lidera junto con su hija y colega, Francesca Heathcote Sapey, un equipo multidisciplinar que firma desde aparcamientos ya emblemáticos -los del hotel Silken y Chueca la hicieron famosa- hasta hoteles, viviendas, tiendas, muebles y todo tipo de objetos decorativos. Enérgica, vital, autoexigente, con un avizor ojo artístico y una mirada atenta a los vaivenes del mundo y las personas, Sapey es una gran colorista, que juega con la luz, la materia y la estética sin despegar los pies de cuestiones como la funcionalidad de sus creaciones. Ahora que todo se lleva, ¿tiene sentido seguir hablando de tendencias o de modas? ¿O todo vale?Yo creo que siempre hay unas tendencias dominantes, en todo. En la moda puede ser un color o un material, luego vale todo, y sucede lo mismo en la arquitectura y en la decoración. Tiene sentido porque siempre es algo innovador, y nosotros tenemos que mirar al futuro, nunca al pasado. Entonces me parece muy importante que haya siempre una tendencia, porque es una puerta abierta al mañana.Trabajas en hoteles, viviendas, empresas, ¿por dónde empiezas un nuevo proyecto? Empiezo por el cliente, porque el proyecto no es para mí, pero es para otra persona o grupo. Es muy importante saber quién es el interlocutor. Yo necesito saber tu ADN y por qué quieres hacer un proyecto conmigo. ¿Quién eres? ¿Dónde quieres llegar con el proyecto? Porque no es solo estética, es mucho más. Puede ser comercial, puede ser económico, puede ser social, puede ser promocional. Hay muchos aspectos, aunque la gente diga solo si es bonito o feo. Un proyecto habla. Y yo quiero saber con quién tengo que hablar, en qué idioma, y la cultura y hasta el acento, porque me cambia todo. Otra cosa muy importante es la ubicación. No es igual hacer un proyecto en Madrid, que en París, Roma, Marrakech o Nueva York. Y por último, cuánto. Quiero saber qué presupuesto tienes, porque yo quiero utilizar la inversión de la mejor manera y no quiero ir gastándome más. Necesitamos saber desde el primer día esto para poder distribuir el gasto. Es como cuando te vistes, no necesitas ponerte toda de lujo, puedes elegir un buen accesorio. Entonces quiero saber mi presupuesto para poder lucirme. Tampoco puede todo lucir demasiado, porque entonces ya nada tiene importancia. Es muy importante la escenografía, los golpes de efecto.Pero habrá algo en lo que nunca ahorras. Algo inamovible. No creo que hay nada inamovible en esta vida, lo siento (risas). Ni en un proyecto, ni en la familia, ni la pareja, ni los sentimientos. Al revés. Como me dijo mi padre de joven, hay muchos grises. Yo estoy ya en esa fase. ¿Eso es lo que se aprende con la vida? Sí. Y también con los amigos. Antes era «¿me ha hecho algo? pierdo un amigo», ahora no, ahora perdono. Y el perdón personal va de la mano del profesional. Y luego la experiencia te enseña a maniobrar, a hacer slalom. A veces con un poco de slalom salvas todo. He sido muy esquiadora, de ahí la imagen. Pero si no se puede, cambio de ruta, y llego igualmente abajo. La estrategia maravillosa se aprende con la vida. A ser flexible…Sí, me gusta mucho. Cuidado que puede ser una flexibilidad solo aparente, también puedes engañar. Es la estrategia entonces. Antes decías que la estética no lo es todo. La funcionalidad es importante en su campo.¡Y el mantenimiento! Y cómo envejece un proyecto.De esto no se suele hablar tanto…No, nunca nadie habla de estas cosas. Por ejemplo, nosotros hacemos muchos hoteles, o ‘coliving’, pisos compartidos y ‘coworking’, y nadie habla del mantenimiento de esos espacios. A ver, la estética es importantísima. Yo soy una víctima de la estética desde que nací, y moriré bajo este lema, pero una vez dicho esto, el mantenimiento es casi más importante, porque si luego resulta complicadísimo o requiere mucha inversión mantenerlo, o mucho personal, el proyecto es muy inviable y muy angustioso. Si el proyecto sabe mantenerse solo, envejecer bien y costar poco, es ganador. Nuestra profesión no consiste solo en solucionar una cosa estética hoy, es también a largo plazo. Teresa Sapey junto a su macetero Adán, que diseñó para Vondom J.R. LadraY en las casas, ¿qué errores ves con mayor frecuencia? Las proporciones. La fatal distribución del mobiliario. Y la falta de inteligencia de vida. Una casa no es solo para ver, tienes que vivirla. Entonces no tiene sentido una cocina desproporcionada y luego no tengo, por ejemplo, un sitio para planchar, o para poner, digo una tontería, las escobas. O la basura, nadie piensa en dónde ponerla. O la ropa sucia. O hacen un baño desproporcionado, demasiado grande, y nadie ha valorado que los dos ocupantes trabajan y hubiera sido más lógico hacer el baño un poco más pequeño pero eventualmente sacar los lavabos fuera para que uno se pueda asear mientras el otro se ducha, por ejemplo. Hay poco respeto entre la gente que convive, y luego hay un problema ahora de comunicación, porque están todos enganchados a la tecnología, lo ves en los restaurantes, con parejas que no se hablan, pero luego en la familia tampoco. Se está creando una burbuja de gente que cohabita pero no se conoce.¿Y esta tecnología y este cambio en las costumbres cómo ha cambiado tu trabajo, tu profesión? Hay un lado positivísimo, maravilloso. Considera que hace unos años yo tenía que ir todo el tiempo a visitar mis obras y si tenía una en la otra punta del planeta debía cogerme un avión para ir a verla, solucionar los problemas y volver. Ahora tú me haces una vídeollamada y yo desde aquí puedo dirigir una obra en Shanghai, otra en Tokio, otra en Ciudad de México, otra en Madrid y otra en El Cairo, sin moverme. Esto es un ahorro de tiempo increíble y de movimientos inútiles. Hay otra parte muy negativa. La mano es la primera herramienta, es la que une el cerebro al mundo, a lo tangible. Entonces, lo del croquis a lápiz, aunque luego lo pases al ordenador, las nuevas generaciones ya no saben lo que es. Lo ponen directamente en ordenador y esto endurece el pensamiento. El pensamiento no es más fluido, se ha densificado. Y eso es una pena, porque esa libertad del croquis, del dibujo rápido, del imperfecto que luego se convierte en perfecto, ya no está, entra directamente la perfección proporcional. Han perdido el contacto manual, táctil. Otra cosa negativa tiene que ver con la inteligencia artificial, en la que estoy entrando ahora. Me está apasionando por un lado, pero por otro es de un vago increíble. Ya no haces nada, te lo hace todo ella. Yo no querría ser profesora en este momento. Los chicos ya no memorizan nada, tienen un cacao… Google te lo dice todo, si hasta yo lo hago. Entonces la memoria ya es histórica. En este momento lo único que tenemos es un tatuaje del presente y una imaginación del futuro, pero el pasado no existe. No queda nada dentro de la memoria, no almacenamos nada. Lo de la imagen online es otro problema. Nosotros tenemos una biblioteca increíble de muchos años de grandes revistas de decoración y de arquitectura y de libros que he comprado en medio mundo y en los museos que algún día deberemos donar, pero no sé a quién. Creo que las hojas están ya pegadas, porque nadie las lee. Es más fácil mirarlo en Pinterest o en Google. Esto es antidemocrático, porque te enseñan lo que ellos quieren, la selección está hecha por ellos, es un filtro que no siempre compartes. No es una elección libre, sino guiada, con un piloto automático. Y esto es muy restrictivo. Y si miras una imagen, luego ya te enseña todas parecidas. Pero yo puedo mirar algo porque me interesa pero no quiero mirar todo el rato lo mismo. Es un embudo. La vida se está convirtiendo en un embudo sin salida.¿Pasa lo mismo con el diseño? ¿Cómo puedes crear fuera de lo estándar entonces?No hay selección. Instagram está muy bien, pero no aporta nada, hay mucho irreal, mucho fantasma, y se pierde mucho tiempo. Y no hablemos de la estética personal. Yo tengo amigos con tripa que online no tienen, amigas sin ninguna arruga en las redes. ¿Qué ha pasado? La eterna juventud es un poco triste. Como decía esta artista fantástica, Louise Bourgeois, «no me quiten las arrugas que su esfuerzo me han costado». No hay que ser siempre jóvenes. No pasa nada. Entonces a la hora de crear, ¿cómo buscas espacios más libres? Somos un estudio un poco diferente. Somos muy cosmopolitas, aquí se hablan cuatro idiomas todos los días y todos manejamos tres como mínimo. Trabajamos en distintos países, hemos vivido en varios. Eso hace que tengamos en nuestro ADN el respeto por las culturas, sociedades y religiones diferentes, también las estéticas, lo cual te ayuda a ser menos duro. Además, siempre buscamos aportar algo más allá de la estética a los proyectos, y eso obliga a estudiar, pensar, leer, estar muy metido en el mundo. ¿Qué pesa más junto con la estética? Yo diría que es un estudio sostenible, ecológico. Es un estudio que hace proyectos reales, con presupuestos cerrados. Y con una expectativa de éxito, nuestro cliente no solo quiere algo bonito sino un hotel que se llene, un ‘coliving que se venda, una tienda que triunfe. Hay toda una imagen de marca y de producto implicada. Atendemos, como dije, al mantenimiento y gasto de gestión posterior a la obra y a la creatividad original, elegante, pero atemporal. Respetamos el valor del tiempo. Creamos para hoy para que perdure mucho más allá de mañana. Es muy importante esta diferencia. ¿Y qué te gusta más hacer? Me encantan las casas, adoro hacerlas. Las hacemos maravillosas y de todos los niveles. Y luego hay una cosa que me gustaría hacer, que es una bodega, algo con vino, que me gusta muchísimo. También a Francesca, mi hija.Y parte clave desde hace un tiempo de tu estudio. Ella es mi socia. Prefiero decirlo así porque, pobrecilla, yo soy una madre muy dura y me daba igual que mi hija trabajase conmigo. Y como dice mi madre, Francesca me ha superado. Es una arquitecta brillantísima, buenísima, trabajadora como nadie, que ha sabido crecer en este mundo con la nueva estética, con la nueva tecnología y con la nueva manera de trabajar. Adora esta profesión y se mata por ella. Ha sido también un chute de juventud, de espíritu nuevo, de cosmopolitismo, porque viene de estar nueve años en Londres. Ella está aquí no porque sea mi hija y ha sido una gran sorpresa. ¿Francesca va a ser la continuadora un poco de tu estudio? Totalmente. Y gracias a ella estamos trabajando en proyectos más contemporáneos, como un mercado, un ‘food hall’, los ‘coliving’. Y nos gustaría en un espacio de arte, una colección privada o una fundación. Porque nos gusta muchísimo, nosotras compramos arte digital, arte con movimiento.  ¿Por qué ese arte en concreto? Porque es el futuro. Es contemporáneo. Dejará también rastro, de alguna forma, como la fotografía, la pintura o la escultura. Cuál, aún no lo sé, no podemos saberlo porque estamos demasiado dentro de nuestra historia como para analizarlo, se verá en un futuro.Te gusta esto.Sí. Me gusta salirme y mirar desde arriba lo que nos pasa.Teresa Sapey en su estudio madrileño, donde lidera un equipo multidisciplinar e internacional j.l. ladraEres, además, la reina de los colores. En un tiempo de mucho minimalismo y neutros.Sí, aquí estoy hoy con el rojo, el color de la revolución, y el naranja vitamínico, con este collar de coral que adoro y compré en un mercadillo de Omán hace ya como 15 años. Bueno, era un cinturón, lo vendía gente del desierto, y yo lo convertí en collar. Un lugar tan especial, que entonces estaban como fuera del mundo. Me había hablado de él Oliviero Toscani, el fotógrafo de Benetton. Ah, y el rojo es el color de la pasión, del amor, y también el primer color con el cual ha pintado el hombre, porque en la prehistoria, cuando pintábamos en la caverna, lo hacíamos con sangre. Usas muchos colores en sus obras, ¿es el rojo tu favorito? No, mi favorito es el naranja, porque es vitamínico, yo me siento efervescente. Siempre he pensado que es mucho más fácil ser minimalista y usar pocos tonos y neutros. ¿Cómo has resistido y perseverado en tu uso de los colores?Sí, total. La cuestión es que yo no soy solo arquitecto, yo tengo dos carreras universitarias, he hecho también Bellas Artes, quería ser artista. Entonces, el uso del color me viene de ahí. Al principio era casi incompatible equilibrar color con arquitectura. Pero mira, la vida da muchas vueltas y sí he podido fundir y mezclar estas dos cosas. Pero cuidado, el color es como la sal. Si la sabes usar, te sale todo mejor. Pero no hay que abusar. Hicimos un piso en Londres todo en blanco, pero cada blanco es distinto, uno es marfil, otro leche, otro es blanco cerúleo, etcétera, porque el blanco también es un color, pero hay que saber usarlo como el resto de colores. Si te pasas, chau. Este es el problema, que mucha gente no sabe usarlos y se los carga. Es lo mismo que cuando te vistes. También depende para qué habitación es y en qué casa. Si vivo en ella, probablemente no haría una habitación de cada color. Luego, por ejemplo, el rojo excita el apetito y el azul relaja, hay una psicología del color, un lenguaje del color. Una habitación oscura es mucho mejor pintarla de oscuro. Si ya no tiene luz, mejor hacerla parecer un teatro; si la pintas de claro, todo el mundo se dará cuenta de que no tiene luz natural. Sacar partido de los defectos…De las sombras. ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cómo trabajas? Bocetos, imágenes, veo cosas, estudio, hablo con el equipo y con Francesca…somos gente con carrera diferente, entonces es muy interesante verlo de un lado económico, del comercial, del estético, del arquitectónico, del técnico, del legal… Unimos todo eso más lo que hablamos del cliente, el presupuesto, la ubicación y el uso y se empieza a hilar una historia. Normalmente proponemos entre una y tres alternativas. Si se puede, a veces solo se puede una si te piden una cosa muy específica. La relación con el cliente, que es tan importante y desde donde parte todo, no debe ser fácil, ¿no?Sí, pero tengo que decir que detrás de un buen proyecto hay un buen cliente. Tú el proyecto no lo haces nunca solo. No existe ningún arquitecto ni diseñador que haga un proyecto solo, además por la fabricación o construcción, el ‘packaging’, etcétera. Yo no existo sin cliente. Sin cliente me quedo sentada. ¿Qué es la belleza para ti?Un castigo divino. Vivo mal, porque la busco siempre y todo es imperfecto, nunca estoy del todo satisfecha. Entro a los sitios y corrijo, coloco, veo la gente mal vestida o los colores que chirrían… un castigo. ¿Cómo es tu casa entonces?En casa del herrero…¡es imperfecta! Pero eso es normal, porque es mi casa. Además tengo restos de obra, cosas que me regalaron…pero es como la vida, imperfecta. No quiero vivir en un museo, qué aburrimiento. Es mi mundo, real y humano. Noticias relacionadas estandar No Un Café Con… Philippe Starck «Mi mente funciona sin mí. Soy un monstruo de la intuición» Laura Pintos estandar Si Emprendedora y floricultora Leticia Rodríguez de la Fuente: «Yo no puedo ser una vaga. Teniendo el padre que tengo, sería inviable, ¡un pecado!» Laura Pintos¿Dónde recargas pilas? ¿En un museo o en la naturaleza?Últimamente en los dos. Camino mucho por Madrid, la ciudad y sus parques, y visito museos en distintas ciudades. Tardo poco en recargarme de todas formas, porque me gusta mucho mi trabajo. ¿Te sientes italiana, española, de todos los sitios, de ninguno?Me siento madrileña de adopción. Llevo 35 años en esta ciudad, yo soy de Madrid, la adoro, vivo feliz aquí, la adoro. Es la ciudad más cosmopolita y simpática de toda Europa. Ahora, no puedo ser española del todo, tampoco italiana. Soy mediterránea, de este gran mar que nos une y tiene mucha historia. Me encanta.

Leave a Reply

Your email address will not be published.